Hechos 3

 
LOS HECHOS es un libro histórico, pero no es mera historia. Una inmensa cantidad de servicio apostólico no se registra, y se mencionan sólo unos pocos incidentes que sirven para mostrar la forma en que el Espíritu de Dios operó al dar testimonio de Jesús resucitado y exaltado, y al conducir a los discípulos a la plenitud de la bendición cristiana. El libro cubre un período de transición desde el comienzo de la iglesia en Jerusalén hasta el recogimiento completo de entre los gentiles.
Este capítulo comienza con la curación del hombre que, cojo de nacimiento, yacía en la Hermosa puerta del templo. Como nos dice el capítulo siguiente, tenía más de cuarenta años de edad: el período completo de probación se había cumplido en él. El hombre no había sido sanado por el Señor Jesús en los días de Su carne, a pesar de que enseñaba con tanta frecuencia en el templo; pero fue sanado por el poder de Su Nombre, ahora que fue glorificado en el cielo. Pedro no tenía ni plata ni oro, pero podía ejercer el poder del Nombre de Jesucristo de Nazaret, y el hombre fue sanado instantáneamente de la manera más triunfante. Hoy en día, muchas personas cristianas sinceras están más preocupadas por recolectar la plata y el oro para el sostenimiento de la obra del Señor, y el poder del Nombre yace en gran parte sin usar. Esto es para nuestro reproche.
A causa de su deformidad, el cojo había permanecido bajo ciertas incapacidades de acuerdo con la ley; Ahora la gracia le había quitado la deformidad y con ella la incapacidad, para que pudiera entrar en el templo con libertad; y aferrándose a los Apóstoles no había manera de esconder a los que habían sido los instrumentos de su liberación. Esto le dio a Pedro la oportunidad de testificar. Inmediatamente se apartó a sí mismo y a Juan del cuadro, a fin de que el glorificado Jesús pudiera llenarlo.
La audacia de Pedro es notable. Acusó a la gente de negar al “Santo y al Justo” (cap. 3:14), aunque él mismo, no muchas semanas antes, había negado a su Señor. Habían tenido ante sí “al Príncipe [Autor] de la vida” (cap. 3:15) y a “un homicida”, es decir, a un quitador de la vida. Mataron al uno y eligieron al otro; sin embargo, Dios había resucitado de entre los muertos a Aquel a quien habían matado, y así fueron atrapados en una rebelión con las manos en la masa contra Dios. Además, esta “perfecta solidez” (cap. 3:16) ha sido concedida al cojo en el poder de Su Nombre, por medio de la fe. No podían ver la gloria de Jesús en el cielo, pero podían ver el milagro obrado en Su Nombre sobre la tierra. La solidez en la tierra estaba ligada con la gloria en el cielo.
El versículo 17 muestra que Dios estaba preparado para tratar su terrible crimen como un pecado de ignorancia, como un homicidio involuntario, para el cual se provee una ciudad de refugio, y no como un asesinato. Esta fue una respuesta directa a la oración en la cruz: “Padre, perdónalos; porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Por medio de sus actos pecaminosos, Dios había cumplido su propósito en cuanto al sufrimiento de Cristo, y por lo tanto todavía había una oferta de misericordia para ellos como nación. Esa oferta la hizo Pedro, como se registra en los versículos 19-26 de nuestro capítulo. Todo dependía de su arrepentimiento y conversión.
No podemos decir si Isaías 35:6, 7 estaba en la mente de Pedro cuando habló acerca de “los tiempos de refrigerio” (cap. 3:19), pero sí parece como si hubiera estado en la mente del Espíritu que estaba hablando a través de él. Cuando “el cojo” “salte como un ciervo” (Isaías 35:6), entonces, “en el desierto brotarán aguas, y arroyos en el desierto”. Pero todo este refrigerio predicho por Isaías es para “los redimidos de Jehová” (Isaías 35:10). y para ningún otro. Por lo tanto, sólo el arrepentimiento y un giro completo traerían tales tiempos; si eso sucediera, Dios enviaría a Jesucristo para llevarlos a cabo.
El término “restitución de todas las cosas” (cap. 3:21) ha sido mal usado al servicio de la idea de que Dios va a salvar y restaurar a todos, incluso al diablo mismo. Pero el pasaje dice: “la restitución de todas las cosas que Dios ha hablado...” Son cosas, no personas, y cosas que desde el principio Él había hablado por medio de Sus profetas. Dios va a hacer buena toda palabra, y a establecer en Cristo todo lo que ha quebrantado en manos de los hombres. Ese tiempo no llegará hasta que Jesús mismo venga, y puesto que Él es el Profeta de quien habló Moisés, todas las cosas se resolverán cuando Él venga, y todo el que lo desprecie será destruido de entre el pueblo. Se establecerá un tiempo de bendición, como no ha habido desde que el mundo comenzó.
Con estas palabras, entonces, Pedro hizo la oferta definitiva en nombre de Dios de que si en este punto había arrepentimiento y se volvía a Dios a escala nacional, Jesús regresaría y establecería los tiempos de bendición predichos. En el último versículo del capítulo también añadió que, cualquiera que fuera su respuesta, Dios había levantado a Jesús para bendecirlos al apartarlos de sus pecados. Todas necesitamos estas dos cosas: primero, la eliminación judicial de nuestros pecados; segundo, ser apartados de nuestros pecados, para que pierdan su poder sobre nosotros.