Habacuc 1

Habakkuk
 
La queja del profeta sobre el mal
En primer lugar, el profeta se queja de que el mal que existe entre la gente es insoportable. Este es el efecto natural de la obra del Espíritu de Dios en un corazón celoso de Su gloria y que detesta el mal. El corazón del profeta, formado en la escuela de la ley, habla quizás del mal en el espíritu de la ley. El Espíritu de Dios no lo saca de esta posición, que era propiamente la de un profeta ante Dios, y juzga el mal de una manera santa, de acuerdo con un corazón que fue fiel a las bendiciones de Jehová.
La revelación de Jehová de Su castigo
Entonces Jehová le revela el terrible juicio por el cual castigará al pueblo que así se entregó al mal. Levantaría contra ellos a los caldeos, esos tipos de orgullo y energía, que, exitosos en todas sus empresas, buscaban la gloria solo en la opinión que tenían de sí mismos. Su cabeza, abandonando al Dios verdadero que les había dado su fuerza, adoraría a un dios propio.1
(1. ¡Triste efecto del orgullo, que, desconocido para sí mismo, es el padre de la debilidad! El hombre no puede sostenerse a sí mismo; y el orgullo que rechaza al Dios verdadero debe y lo hace para sí mismo, o adopta lo que sus padres han hecho, porque el orgullo no puede estar en la presencia del Dios supremo. El hombre hace un dios: esto también es orgullo. Pero no puede prescindir de uno; Y después de todo, el corazón natural es esclavo de aquello de lo que no puede prescindir.)
Los inicuos establecidos en poder por Jehová para corrección
Pero todo esto despierta en el profeta un sentimiento diferente del que experimentó antes. Aquí estaba su Dios negado por el instrumento de venganza, y el pueblo amado pisoteado por uno más malvado que ellos. Pero la fe sabe que su Dios, el Dios verdadero, es el único Señor,2 y (ya un profundo consuelo que asegura el corazón de la salvación) que es Jehová quien ha establecido a los malvados en poder para la corrección de Su pueblo. Pero, ¿continuarán llenando su red con hombres, como si no fueran más que peces?
(1. A Habacuc, por supuesto, Jehová; a nosotros el Padre se nos revela en el Hijo, y así un Señor, Jesucristo.)