Las genealogías

1Ch
 
1 Crónicas 1 a 9:34
A medida que nos acercamos a los primeros capítulos de este libro, parece útil insistir en la importancia de las genealogías para el pueblo de Israel.
Eran necesarias porque, puesto que la promesa de la herencia de Canaán había sido hecha a Abraham y su simiente, esta semilla tenía que ser registrada, ya que sólo ella tenía el derecho de entrar en la tierra prometida.
Habiendo llegado a Canaán, la gente necesitaba sus genealogías para dividir la tierra entre sus tribus y las casas de sus padres.
También eran necesarios para evitar que las naciones vecinas se mezclaran con el pueblo elegido.
Finalmente, y sobre todo, eran indispensables en vista de la realeza del Mesías, porque su linaje debe remontarse a través de la serie de reyes, a Judá “el legislador”, y luego de Judá a Jacob, Isaac, Abraham, Noé, Adán y Dios.
Las genealogías también eran importantes para establecer la sucesión del sacerdocio Aarónico, destinado a caminar continuamente ante el verdadero Rey, el Ungido de Jehová.
Esto, en resumen, es el valor de las genealogías. Su utilidad fue aún mayor desde que el pueblo, después de haber caído bajo el juicio de Dios, pasó por un período de desorden durante el cual era difícil, a menudo incluso imposible, probar su descendencia, como vemos en los libros de Esdras y Nehemías.
Sin embargo, debemos notar rápidamente que si uno quiere entrar en los detalles del tema que tenemos ante nosotros, uno debe ser muy cauteloso en sus conclusiones, ya que las genealogías judías presentan innumerables dificultades. Primero, con mucha frecuencia aquellos que son llamados hijos de fulano de tal no son necesariamente sus hijos en absoluto, sino sus nietos, o incluso sus sobrinos nietos. Luego hay casos en los que el jefe de un clan es considerado como el padre de una generación, omitiendo todas las generaciones intermedias. Hay casos en que a través del “derecho de redención” un pariente lejano (ver el Libro de Rut) se convierte en el jefe de una familia extinta. Hay aquellos casos, muy frecuentes durante el cautiverio, donde una familia tomó un lugar en la herencia de otra familia que había desaparecido, sin estar relacionada por descendencia directa con el jefe de esa raza. También hay casos en los que, faltando el nombre de los antepasados, el nombre del lugar de nacimiento reemplazó, por así decirlo, el nombre del jefe de familia. Hay casos, comunes entre los judíos, donde una persona tenía más de un nombre (véase, por ejemplo, estos nombres bien conocidos: Benjamín y Benoni, Reuel y Jetro, Salomón y Jedidiah, etc.). Y, por último, hay casos en los que se dio una genealogía abreviada, los nombres indicados no son más que unos pocos indicadores para establecer la línea de descendencia.
Estos hechos explican por qué la enumeración de la misma tribu, dada en dos períodos diferentes, muestra diferencias muy notables. Esto se vuelve aún más complicado debido al hecho de que las genealogías contienen omisiones intencionales o transposiciones de nombres destinados a enfatizar el propósito del Espíritu de Dios, especialmente en el libro que estamos estudiando.
A estas muchas dificultades se suman los siguientes problemas. A veces las genealogías de Crónicas contienen nombres de origen muy antiguo, que no encontramos en ninguna otra parte del Antiguo Testamento. Muchos nombres no son de individuos, sino de clanes o familias. Otras son genealogías que podríamos denominar geográficas, incluyendo, a falta de otro material de origen, los nombres de tribus, de distritos, de ciudades. Hemos mencionado este hecho en nuestro estudio de Esdras 2. Lo encontramos de nuevo en 1 Crón. 2:18-24, 25-33, 42-55; 4:1-23, 28-33; 5:11-17; 7:37-40, etc.
Sería fácil añadir otras dificultades a esta ya larga lista. Lo que ya se ha dicho debería ser suficiente para advertir a los cristianos que, cuando intentan estudiar las genealogías, tropiezan con aparentes contradicciones a cada paso. No es que el tema en sí mismo no edifice, como para el caso lo hace toda la Palabra de Dios, pero es inútil entrar en ella simplemente con la propia inteligencia, como los racionalistas han hecho tan a menudo. Además, nos apresuraríamos a señalar que estas no son las genealogías a las que el apóstol nos advierte que no prestemos atención (1 Timoteo 1:4; Titus. 3:9); Estaba advirtiendo contra cierto sistema filosófico que buscaba establecer grados interminables en una jerarquía de espíritus.
Al acercarnos a este estudio, insistiríamos nuevamente en el importante hecho de que después del cautiverio, debido a negligencia, indiferencia u otras causas, existían innumerables lagunas en las genealogías, y que por esta razón a menudo era imposible reconocer a ciertas personas como parte compuestas de Israel, a menos que en el momento dado interviniera una declaración divina de Urim y Tumim (Esdras 2:63).