Éxodo 35

Exodus 35
 
El resto del libro de Éxodo consiste en la respuesta de la gente, y el cumplimiento real de las instrucciones que se dieron en Éxodo 25-30, y no requiere comentarios prolongados en un bosquejo como este. Pero podemos referirnos a Éxodo 35 como el testimonio del celo de la congregación por la construcción y el servicio del santuario, abierto por la ley del sábado declarada aquí por última vez en el libro. Cualquiera que sea la obra de Dios, Su descanso permanece para Su pueblo.
La máxima prontitud en respuesta a la demanda de material, útil y ornamental, común o costoso, es mostrada por todos. “Y vinieron, todo aquel cuyo corazón lo conmovió, y todo aquel a quien su espíritu quiso, y trajeron la ofrenda de Jehová a la obra del tabernáculo de la congregación, y para todo su servicio, y para las santas vestiduras. Y vinieron, hombres y mujeres, todos los que estaban dispuestos de corazón, y trajeron pulseras, aretes, anillos y tablas, todas joyas de oro, y todo hombre que ofreció ofreció una ofrenda de oro a Jehová. Y cada hombre, con quien se encontró azul, y púrpura, y escarlata, y lino fino, y pelo de cabra, y pieles rojas de carneros, y pieles de tejones, los trajo. Cada uno que ofrecía una ofrenda de plata y bronce traía la ofrenda de Jehová; y todo hombre, con quien se encontraba madera de para cualquier obra del servicio, la traía. Y todas las mujeres que eran de corazón sabio giraron con sus manos, y trajeron lo que habían hilado, tanto de azul como de púrpura, y de escarlata, y de lino fino. Y todas las mujeres cuyo corazón las agitaba en sabiduría hilaban pelo de cabra. Y los gobernantes trajeron piedras de ónix, y piedras para ser colocadas, para el efod y para la coraza; y especias, y aceite para la luz, y para el aceite de unción, y para el incienso dulce. Los hijos de Israel trajeron una ofrenda voluntaria a Jehová, a todo hombre y mujer, cuyo corazón los hizo dispuestos a llevar para toda clase de obra, que Jehová había mandado que se hiciera por mano de Moisés (Éxodo 35:21-29).
Sin embargo, aquí, como en todas partes, Dios mantiene su derecho a llamar, y da los dones necesarios. “Y Moisés dijo a los hijos de Israel: Mirad, Jehová ha llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo ha llenado del espíritu de Dios, en sabiduría, en entendimiento, en conocimiento y en toda clase de hechura; y para idear obras curiosas, para trabajar en oro, y en plata, y en latón, y en el corte de piedras, para engastarlas, y en la talla de madera, para hacer cualquier tipo de trabajo astuto. Y ha puesto en su corazón para que pueda enseñar, tanto él, como Aholiab, el hijo de Abisamach, de la tribu de Dan. A ellos los ha llenado de sabiduría de corazón, para trabajar toda clase de trabajo, del grabador, y del trabajador astuto, y del bordador, en azul y en púrpura, en escarlata, y en lino fino, y del tejedor, incluso de los que hacen cualquier trabajo, y de los que idean el trabajo astuto” (Éxodo 35: 30-35).