Deuteronomio 8-11

Deuteronomy 8‑11
 
Llamando a recordar el cuidado de Dios, sus dobles tratos y su propia perversidad
En el capítulo 8, en el lenguaje más instructivo y conmovedor en cuanto al cuidado que Dios había tomado de ellos, mientras los mantenía en dependencia, y Su objeto al hacerlo, también trae a la mente los tratos de Dios con ellos por cierto,1 Como motivo; y cómo Dios los había humillado y los había ejercido, no fuera que, por el disfrute de las bendiciones de la buena tierra a la que los estaba trayendo, se envanecieran (porque fue Dios quien les dio la fuerza necesaria); que de lo contrario Dios los destruiría, como había destruido a las naciones. Por otro lado (cap. 9), Él les recuerda su continua perversidad, a fin de mostrarles que no fue a causa de su justicia, sino debido a la iniquidad de las naciones, que Dios los expulsó delante de ellos.2
(1. Ver particularmente los versículos 2-4 y los versículos 15-16.)
(2. Es importante tener esto en cuenta. Israel fue la vara en la mano de Dios para deshacerse del mal intolerable. Por lo tanto, tampoco eran de sobra.)
Esto se aplica a ellos (cap. 10), recordándoles que Dios había renovado las tablas de la ley, instándolos a circuncidar sus corazones, a cuidar al extranjero, recordando cómo Dios los había engrandecido desde que descendieron como extranjeros a Egipto.
Los juicios de Dios, la belleza de la tierra prometida y la bendición dependen de su obediencia
Luego, en el capítulo 11, trae a su memoria los juicios sobre los egipcios, y los de Datán y Abiram; y les declara la belleza y excelencia de la tierra en la que están a punto de entrar, una tierra en la que los ojos de Jehová siempre descansaron;1 y, por último, pone delante de ellos la bendición y la maldición que les esperaban, según su conducta, cuando los trajeran; encargándoles que guarden cuidadosamente los mandamientos del Señor y que se los enseñen a sus hijos. Y se añade que, al guardar los mandamientos de Dios, podrían tomar posesión, de acuerdo con el alcance total de la promesa.
(1. Los términos en que esto se expresa presentan un contraste perfectamente hermoso entre el cuidado del hombre en la búsqueda de bendición y la gracia de lo alto.)
Pero aquí todo depende de su obediencia a este pacto condicional que los hizo de Jehová, de quienes habían de ser exclusivamente; La gracia soberana que restaura no llega hasta el capítulo 30.