Deuteronomio 10

Deuteronomy 10
 
En Deuteronomio 10 encontramos que la provisión de la bondad de Jehová se declara de una manera muy sorprendente. Por lo tanto, cuando se menciona la historia de su rebelión, lleva a Moisés a regresar y rastrear cómo este espíritu se traicionó a sí mismo incluso tan temprano como en Horeb; Porque cuando se trata de rebelión, debemos ir a la raíz de ella. También se nos muestra la asombrosa paciencia de Jehová, y con lo que podría ser difícil de entender si no miramos el alcance moral del libro: la destrucción de las primeras tablas, la escritura de las nuevas y el lugar en el que debían guardarse. Al mismo tiempo, se nos dice cómo la tribu de Leví fue separada, después de haber traído (de manera episódica) una alusión a la muerte de Aarón. Parece sólo un paréntesis, y no una cuestión de cronología.
Una pregunta justa surge para aquellos que honran la palabra divina, por qué los eventos tan largos cortados en el tiempo se introducen aparentemente juntos. Sin duda, la mente maliciosa del escéptico aprovecha la ocasión para convertir lo que no busca entender en el menosprecio de la inspiración. Pero no hay discrepancia alguna, ni confusión de la muerte de Aarón en el último año de la estancia en el desierto con la separación de Leví unos treinta y ocho años antes. La verdad es que las circunstancias solemnes parecen recordar a la mente de Moisés el terrible lapso de Israel cuando “hicieron el becerro que hizo Aarón”, y Leví, de viejo pérfido al extranjero por causa de una hermana, se consagraron a Jehová en la sangre de sus hermanos idólatras; y Moisés talla en las tablas de piedra de Jehová como la primera, y las puso, escritas como antes, en el arca que había hecho. No fue entonces y allí que Aarón murió, como ¡ay! merecido. La intercesión de Moisés prevaleció tanto para su hermano y el pueblo, que uno vivió hasta cerca del final de las andanzas en el desierto, y los otros, en lugar de perecer como un todo de una vez, vivieron para emprender su viaje desde una tierra de pozos (Beeroth) a Mosera donde Aarón murió en el Monte Hor, y de allí a Gudgodah, y a Jotbath, “una tierra de ríos de aguas”; tal fue la bondad paciente de Dios para ambos, ya que el largo intervalo hizo que el más marcado fuera más marcado.