Perfección

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La palabra “perfecto” significa lo que está totalmente desarrollado y completo. Es aplicado a los cristianos en tres maneras:
•  En cuanto a nuestra presente posición delante de Dios.
•  En cuanto a nuestro estado práctico.
•  En cuanto a nuestra condición final.
1) Perfecto en Posición
En el momento que alguien cree el evangelio de su salvación, es sellado con el Espíritu Santo (Efesios 1:13) y tiene una posición delante de Dios “en Cristo” que es perfecta. Esta posición no será más perfecta por su entrada al cielo. Él es “acepto” delante de Dios como Cristo es, pues está en el lugar de Cristo delante de Dios (Efesios 1:6). Esto fue hecho posible por la ofrenda única de Cristo. La Escritura dice, “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre [en perpetuidad] á los santificados” (Hebreos 10:14). Esta perfección incluye la conciencia siendo “limpiada” por la cual el creyente sabe que sus pecados han sido tratados justamente y han sido borrados (Hebreos 9:14). Es algo que las ofrendas en el judaísmo no podían hacer (Hebreos 9:9, 10:1), pero esas ofrendas apuntaban a la única ofrenda de Cristo, que ha resuelto la cuestión del pecado delante de Dios para siempre (Hebreos 10:1-18). Conocer esto convierte al creyente en un adorador en la presencia inmediata de Dios (Hebreos 10:19-22).
2) Perfecto en Estado
La Escritura también habla del creyente siendo hecho “perfecto” en cuanto a su estado práctico. Perfección en este sentido tiene que ver con la madurez cristiana—o sea, un creyente alcanzando crecimiento pleno. La gran carga del apóstol Pablo en el ministerio era presentar a los santos “perfectos en Cristo Jesús”. Él diligentemente se esforzó “enseñando” y en la oración para ese fin (Colosenses 1:28-2:1; 1 Tesalonicenses 3:10; 2 Corintios 13:9, 13:11). Epafras es también mencionado como uno que oraba por los santos para que fuesen “perfectos” de esta manera (Colosenses 4:12).
Hay una serie de áreas donde los cristianos necesitamos ser perfeccionados de esta forma (2 Pedro 3:18):
Perfeccionando el Enfoque de Nuestros Corazones (Filipenses 3:13-15)—En Filipenses 3, vemos que la vida de Pablo se centró en “una cosa”—Cristo y Sus intereses. Él prosiguió “al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús.” (El “blanco” en el camino de la fe es alcanzar a Cristo en lo alto, el “premio” al final del camino es estar con Él y ser como Él en gloria.) Todas las energías de Pablo fueron canalizadas para aquella búsqueda que lo absorbió totalmente. Cristo había conquistado su corazón, y lo único que quería era más de Él. Así, todos los otros intereses, ambiciones y búsquedas en la vida fueron consideradas extrañas y fueron dejadas de lado (Filipenses 3:4-8). Él dice que tantos cuantos tuviesen este “sentir” eran “perfectos.” Así, un cristiano completamente maduro, en lo que se refiere a su enfoque, es aquel que persigue una sola cosa en su vida—Cristo en gloria y Sus intereses en la tierra.
Perfeccionar el enfoque de nuestros corazones es una de las primeras cosas que Dios obra en nosotros después de convertirnos en cristianos. Tiene mucho que ver con nuestras prioridades. Antes de que una persona sea salva, generalmente está absorbida en algún aspecto del mundo y en la búsqueda de ciertos objetivos terrenales. Pero cuando se convierte a Cristo, y deja las ambiciones y objetivos terrenales que una vez capturaron su atención, ha alcanzado la perfección cristiana en este sentido. Una consecuencia de tener nuestros corazones centrados en esta “una cosa” es que nos convertimos en cristianos devotos. El celo y la energía en las cosas de Dios caracterizarán nuestras vidas. En cuanto a Pablo, esto fue algo inmediato en su vida (Hechos 9). Sin embargo, en cuanto a la mayoría de los creyentes, es un proceso, y tristemente, muchos nunca alcanzan este tipo de madurez cristiana. Pablo bien comprendió que el desarrollo espiritual es una cosa progresiva y afirmó que aquellos que estaban sintiendo “otra cosa” (aquellos que no estaban tan enfocados como él estaba), Dios les revelaría que la búsqueda de Cristo es la única búsqueda que vale la pena tener en la vida (Filipenses 3:15). Pablo tenía la confianza de que, a medida que avanzaban en su vida cristiana y crecían en la gracia, tendrían menos intereses superfluos y Cristo se convertiría en su único objeto.
Perfeccionando Nuestra Comprensión de la Revelación Divina—Pablo dijo a los corintios que fueran “perfectos en el sentido” (1 Corintios 14:20). Perfección, es este sentido, tiene que ver con nuestra comprensión de la revelación de la verdad cristiana. Esto demuestra que Dios no sólo quiere que seamos devotos cristianos, sino que quiere que seamos cristianos inteligentes también. Para ello, Él nos ha traído a un lugar favorecido de “hijos” (Efesios 1:5) y “sobreabundó en nosotros en toda sabiduría é inteligencia; descubriéndonos el misterio de su voluntad” (Efesios 1:8-9). Esto nos fue revelado en las Escrituras del Nuevo Testamento—particularmente en Efesios y Colosenses. Si absorbemos la verdad por medio del estudio diligente (1 Timoteo 4:6; 2 Timoteo 2:15), obtendremos un conocimiento práctico de la verdad, y así vendremos a ser “perfectos” en este sentido (Hebreos 5:14). Como tal, seremos hombres de Dios que pueden ser usados por Dios en la obra del Señor (2 Timoteo 3:16-17). Podremos levantarnos para la defensa de la fe y, de forma inteligente, “responder con mansedumbre y reverencia á cada uno que [n]os demande razón de la esperanza” que tenemos en Cristo (1 Pedro 3:15; Judas 3).
El escritor de la epístola a los hebreos exhorta a los santos a ir “adelante á la perfección” en este sentido (Hebreos 6:1). Para hacer esto, él les dijo que no debían volver a la posición judía del Antiguo Testamento de donde habían venido, sino seguir “adelante” de los principios del reino enseñados por el Señor en los evangelios sinópticos—los que él llama “la palabra del comienzo en la doctrina de Cristo”—hasta la “perfección” en el cristianismo, que es la verdad presentada en las epístolas. Estos creyentes hebreos estaban, por así decirlo, sobre un puente que se extendía desde el judaísmo al cristianismo. Él les exhortó a no regresar por el puente al terreno del Antiguo Testamento (el sistema legal del judaísmo) de donde ellos venían, pero tampoco que permanecieran sobre el puente abrazando solamente la verdad que había sido manifestada en el ministerio del Señor (Juan 14:25 – “estas cosas”). Él quería que ellos continuasen hasta el pleno cristianismo, que él llama la “perfección.” Esta es la verdad encontrada en las epístolas (Juan 14:26 – “todas las cosas”). Si ellos se quedaban dónde estaban, sobre el puente, por así decirlo, en algún lugar entre el judaísmo y el cristianismo, esto entorpecería su crecimiento espiritual y permanecerían como bebés (Hebreos 5:11-13).
La necesidad de este trabajo de la “perfección de los santos” en este sentido es grande, pues hasta que no sean establecidos en la verdad, van a estar en peligro de ser “llevados por doquiera de todo viento de doctrina” (Efesios 4:12-14). De hecho, esta es la propia razón por la cual Cristo dio “dones” de edificación a la Iglesia—pastores, maestros, profetas, etcétera (Efesios 4:11). Si aprovechamos su ministerio, seguiremos “adelante á la perfección” en nuestra comprensión de la revelación cristiana. Aunque no tengamos don de enseñar, podemos ayudar a otros a entender “más particularmente el camino de Dios.” Esto es lo que Aquila y Priscila hicieron con Apolos (Hechos 18:24-28).
Perfeccionando la Santidad en Nuestro Andar (2 Corintios 6:14-7:1)—Dios quiere que no sólo seamos devotos e inteligentes, sino también santos (en la práctica). Así, la perfección también es usada en la Escritura en relación con el andar en santidad del creyente. En 2 Corintios 6:14-7:1, el apóstol Pablo indicó que, perfeccionar la santidad en nuestras vidas tiene dos partes: hay el lado externo que envuelve la separación de cosas externas y de las personas del mundo (2 Corintios 6:14-18) y también está el lado interno de deshacerse de hábitos y caminos impuros por medio del juicio de nosotros mismos en la presencia del Señor (2 Corintios 7:1). Tener lo exterior sin lo interior es hipocresía (Salmo 51:6).
La ropa de los sacerdotes del Antiguo Testamento, que era hecha de lino, ilustra (típicamente) el equilibrio de los dos lados (Éxodo 28:39-43). “Lino” habla de pureza y justicia prácticas. Los sacerdotes llevaban “túnicas de lino” (ropa exterior), que hablan de pureza exterior ante los ojos de los hombres, pero llevaban “pañetes” bajo sus túnicas los cuales nadie veía, sino Dios. Habla de la pureza interior. La perfecta santidad en nuestros caminos y manera de andar nos hacen cristianos santificados.
Perfeccionando el Amor de Dios en Nuestros Corazones (1 Juan 2:5, 4:11-12)—Una parte importante para alcanzar madurez cristiana tiene que ver con el amor de Dios siendo perfeccionado en nosotros, de modo que amemos como Dios ama. Esto es visto a la perfección en la vida del Señor Jesús. Él demostró perfectamente el amor de Dios. Aquellos que tienen el amor de Dios perfeccionado en ellos amarán como Cristo amó. Esto se manifestará prácticamente de varias maneras. Será visto en obediencia genuina a la Palabra de Dios: “El que guarda Su Palabra, la caridad [amor] de Dios está verdaderamente perfecta en él” (1 Juan 2:5). Se verá en nuestro amor unos por los otros: “Si nos amamos unos á otros, Dios está en nosotros, y Su amor es perfecto en nosotros” (1 Juan 4:12). Será visto en nuestra voluntad de caminar juntos en unidad: “Para que sean consumadamente una cosa” (Juan 17:21-23). Será visto en el control de nuestra lengua: “Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto” (Santiago 3:2). Será visto en nuestra benevolencia hacia los pobres y necesitados: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y da lo á los pobres” (Mateo 19:21; 1 Juan 3:17). Muchas veces, Dios usará pruebas para hacer desarrollar estas cosas en nosotros (Santiago 1:4).
Perfeccionando Nuestras Obras de Servicio—Nuestro servicio para el Señor es amplio y variado, pero todos tenemos algo que hacer para Él, pues no hay zánganos en la colmena de Dios. Al caminar con el Señor y crecer, nuestro servicio para Él debe desarrollarse proporcionalmente. Cuanto más maduremos en las cosas de Dios, más aumentará nuestra eficacia en el servicio del Señor—llevando fruto “uno á treinta, otro á sesenta, y otro á ciento” (Marcos 4:20). El escritor de Hebreos oró por los santos para este fin (Hebreos 13:20-21).
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Un perfil bíblico de un cristiano maduro (perfecto) es el siguiente:
•  Tiene un único interés en la vida—Cristo (Filipenses 3:13-15).
•  Consume el manjar sólido de la palabra, y no solamente la leche (Hebreos 5:11-12).
•  Anda en separación del mundo (2 Corintios 6:14-17).
•  Se juzga a sí mismo (2 Corintios 7:1).
•  Ha dejado el judaísmo y todos sus principios (Hebreos 6:1-4).
•  Se rige por genuina obediencia (1 Juan 2:5).
•  Tiene un profundo amor por los demás (1 Juan 4:11-12).
•  Es menos ansioso en las pruebas (Santiago 1:2-4).
•  Controla su lengua (Santiago 3:2).
•  Es generoso en cuanto a sus posesiones (Mateo 19:21).
•  Mantiene el paso con sus hermanos (Juan 17:21-23).
•  Su servicio es de acuerdo con la mente de Dios (Hebreos 13:21).
3) Perfecto en la Condición Final
El perfeccionamiento de la conciencia del creyente es el principio de la obra de Dios de perfeccionar a los santos. La conclusión de la obra tiene que ver con la glorificación de los cuerpos de los santos (Romanos 8:17, 8:30; Filipenses 3:12; Hebreos 11:40, 12:23). Esto incluye la erradicación de la naturaleza pecaminosa caída—la carne (1 Juan 3:2). El Señor experimentó ser hecho “perfecto” en Su cuerpo cuando resucitó de entre los muertos (Lucas 13:32; Hebreos 5:9). Sin embargo, Él no tuvo la necesidad de que Le fuera erradicada la naturaleza caída porque no tenía una naturaleza pecaminosa.
En Hebreos 11, el escritor menciona muchos santos del Antiguo Testamento que hace mucho han salido de esta escena y ahora están con el Señor. Él concluye diciendo, “para que no fuesen (los santos del Antiguo Testamento) perfeccionados sin nosotros (los santos del Nuevo Testamento).” Así, la obra del Señor de perfeccionar a los santos de todas las épocas anteriores (así como los cristianos) en esta última forma acontecerá al mismo tiempo. Esto, sabemos, será en la venida del Señor—el Arrebatamiento (1 Tesalonicenses 4:15-18). En ese momento, lo “corruptible” se revestirá de “incorrupción.” Esto se refiere a los santos que han dormido. Ellos serán resucitados en un estado glorificado. También, en ese mismo momento, lo “mortal” se revestirá de “inmortalidad.” Esto se refiere a los santos siendo transformados en un estado glorificado (1 Corintios 15:51-57).
Por lo tanto, todo creyente experimentará dos vivificaciones: la primera es la vivificación de su alma y su espíritu cuando pasa de muerte a vida por el poder de Dios (Efesios 2:5; Colosenses 2:13), y la segunda es la vivificación en su cuerpo, que todavía está por ocurrir en la venida del Señor (Romanos 8:11).