Capítulo 2: La verdad — ¿qué es?

 •  21 min. read  •  grade level: 10
Listen from:
Juan 18:36-38
LA PREGUNTA de Pilato, "¿Qué cosa es verdad?" es, creo yo, la gran cuestión del momento. Es de inmensa importancia poseer la verdad. Constituye un inmenso error no tenerla, si se puede obtenerla. Muchas personas no la poseen. El cristiano la tiene. El creyente en Cristo la tiene. Recuerdo hace muchos años que uno de los profesores de una Universidad, con el que yo tenía una gran amistad, y en casa del cual estaba yo una noche, después de una prolongada conversación se me volvió y me dijo, "Mire, doctor, estoy buscando ansiosamente la verdad." "Yo la tengo, señor," le contesté. "¿Qué quiere usted decir?" "Quiero decir esto, tengo a Cristo, y Él es la verdad."
Cristo es la verdad. Quisiera atraer vuestra atención esta noche a estas preciosas palabras del Salvador que he leído—pronunciadas por Él cuando se hallaba rodeado por todo lo que la enemistad del hombre podía atraer sobre Él, cuando traicionado, negado, con los ojos tapados, y pasado de un displicente sumo sacerdote a otro, y después llevado al tribunal de un hombre impío, como era Pilato indudablemente. Y a pesar de confrontar todo esto, ¿cuál fue su actitud? ¡Mirad a Cristo! Mirad cuán tranquilo, a pesar de su tristeza. Fue entonces que dijo, "Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquél que es de la verdad, oye mi voz." Pilato dice sin importarle demasiado, "¿Qué cosa es verdad?" y a continuación le vuelve la espalda a la Verdad personificada. ¡Ah, amigos míos! Son muchos los que están haciendo lo mismo en la actualidad. No es Pilato el único que le ha dado la espalda a la Verdad.
Lo que deseo intensamente, en el curso de estas reuniones que mantendré con vosotros, es que la verdad, la verdad de Dios, pueda pasar sencillamente delante de nosotros, mediante las Escrituras. Creo que son la Palabra de Dios. Creo que son una revelación de Dios, de Su mente, de Sus pensamientos, de Sus propósitos, y de Sus consejos; pues tenemos en las Escrituras la verdad escrita, y que en la Persona del Señor Jesucristo tenemos a la verdad hecha carne. El resultado es que el hombre que recibe la verdad de la Biblia, en el poder del Espíritu Santo, llegará invariablemente a entrar en contacto con Cristo, que es la Verdad.
Entonces, en primer lugar, se me preguntará, "¿Qué cosa es verdad?" No sé si podré ponéroslo claro; pero hasta allí donde yo alcanzo el significado de verdad, es este: Verdad es la delineación y expresión exacta, perfecta, y absoluta de lo que está ahí. Es la identidad entre la afirmación y el hecho afirmado. No se podría decir que Dios el Padre es la Verdad. Él es verdadero. Dios es verdadero, pero del Señor Jesucristo se dice que "la gracia y la verdad por Jesucristo fue hecha" (Jn. 1:1717For the law was given by Moses, but grace and truth came by Jesus Christ. (John 1:17)). Más aún, Él mismo dijo, "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida" (Jn. 14:66Jesus saith unto him, I am the way, the truth, and the life: no man cometh unto the Father, but by me. (John 14:6)). Él era la Verdad, y espero poderos mostrar que Él era la verdad acerca de todo, la verdad acerca de Dios, la verdad acerca del hombre, la verdad acerca del corazón de Dios, de la naturaleza de Dios, y de las demandas de Dios; y además la verdad acerca del hombre en cada posible relación de su ser. Cristo no era meramente un hombre, porque verdaderamente era Dios; y no obstante era un hombre real, verdadero, perfecto. Asimilad esto, os lo ruego. Este Jesús, del que hemos leído, era un hombre real, verdadero, perfecto, tan hombre como yo que estoy ahora delante de vosotros esta noche, a excepción del pecado. Como hombre Él se halló en esta escena para declarar a Dios, y para confrontar divinamente al hombre. "Yo para esto", dice Él, "he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad." Nadie podía revelar a Dios, nadie podía desvelar el amor de Dios ni declarar el corazón de Dios, excepto Aquel que vino de Dios. Nadie había que conociera las demandas de Dios, y que pudiera cumplir aquellas demandas, excepto Aquel que vino de Dios. Él tenía que venir de Dios, si iba Él a traer a Dios a mí, Él tenía que ser hombre, un verdadero hombre, para llevarme a mí a Dios, debido a que yo soy un hombre en pecado, un pecador. Y esto eres tú. El pecado conlleva sus consecuencias y es merecedor de juicio, y la verdad en cuanto a esto se ve solamente en Cristo.
En el Señor Jesús quedan hermosamente compaginadas las verdades absolutas con respecto a todo. La verdad perfecta y total con respecto a todo se ve en cada parte, y ningún lado de la verdad queda dominando sobre otro. Conseguimos la verdad de que "Dios es amor", por ejemplo, y vemos la realidad de la verdad del amor de Dios en el sacrificio abnegado de Cristo, porque Él se dio a sí mismo a fin de poder revelar el corazón de Dios hacia nosotros, y traernos a Dios mediante Su muerte.
En la escena ante nosotros Pilato se halla ante Jesús, la Verdad, y, cuando Él habla, Pilato le vuelve la espalda. Espero que no le vayáis a imitar; porque vivimos en un día en que hay hombres que menosprecian a Cristo. Me encuentro con muchos jóvenes que son seguidores de Pilato; de hecho, no me equivocaré de mucho si digo que quizás nueve jóvenes de cada diez con los que me encuentro no solamente no son creyentes, sino que ¡ay! tienen serias dudas. Quisiera saber si son más felices, si son mejores, o si son más santos; pero he encontrado que no lo son. Puedo acordarme de cuando yo era un joven inconverso, y cuando no conocía la verdad. Se, también, como fui después de convertirme. Se cómo fue el maravilloso cambio que experimenté cuando vine a conocer la Verdad, y fui puesto en contacto con el Señor Jesucristo. De ahí es que yo quiero que entréis en contacto con Cristo.
Ahora, observad esto, si Jesús no es lo que Él dijo que era, si Él no fuera lo que Él dijo ser en los Evangelios, tenéis que rechazarle, y rechazar todo lo que tenga relación con Él. Jesús dijo que Él era el Hijo de Dios. ¿Era Él el Hijo de Dios? Él dice, "Para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad." Solamente el Hijo podría dar a conocer al Padre. Ciertamente, como Él mismo dice, "Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo" (Jn. 3:1313And no man hath ascended up to heaven, but he that came down from heaven, even the Son of man which is in heaven. (John 3:13)). Esta afirmación se tiene que aceptar o rechazar. Tengo o que reconocer lo que Él dice, reconocer la verdad de que Él vino del cielo, o rehusar completamente creer en Él, y proclamar que Cristo no era simplemente un impostor, sino que hubiera estado diciendo algo que Él habría sabido que no era la verdad. Si Él dijo una sola palabra que no fuera cierta, entonces Él no podría ser la Verdad. No entremezclo los asuntos, porque o tengo que reconocer de Él que Él es lo que dijo que era, o tengo que negarle todo derecho a la adhesión de mi corazón y de mi conciencia.
Aunque hablo así, me gozo en reconocer, y creer de corazón, que Él es precisamente lo que Él dijo que era; y he comprobado que Él es lo que Él dijo que era—el Salvador. Si nunca le has conocido como tu Salvador, deja que te apremie a que le pongas a prueba. Acepta la verdad de lo que Él dice acerca de Sí mismo, y entonces descubrirás que precisas de un Salvador, y que Él es este Salvador, y Él solamente. Bien sé que muchas personas quisieran poner a un lado Su afirmación, sobre la idea de que no necesitan ninguna salvación. Pero tendrás que encontrarte con Dios, y ¿dónde vas a pasar la eternidad? ¿Cómo vas a encontrarte con Dios? ¡Tienes que pasar a la eternidad! ¿Dónde la pasarás? ¡Cuestiones serias son estas! De nuevo, ¿Estás dispuesto hoy a encontrarte con Dios? ¿Está limpia, tu conciencia? ¿Has sido limpiado de tus pecados? ¿Eres apto para entrar a la presencia de un Dios de una santidad infinita? Te diré francamente que no lo estás, a no ser que hayas tenido tratos con Cristo. Si no has tenido nada que ver con Él, entonces no estás dispuesto todavía. "Para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad," dijo el Señor Jesús y después añade de inmediato, "Todo aquél que es de la verdad, oye Mi voz."
Llego, por ello, a la cuestión de gran importancia, tanto para ti como para mí—¿Tengo yo la verdad? Si no soy de la verdad, no he oído Su voz. El hombre que no ha oído la voz del Hijo de Dios no posee la verdad. Puedes oír otras voces; porque hay abundancia de voces en la actualidad. La voz de la verdad es de Aquel que podía decir, "Yo soy la verdad," y que podía decir a aquel hombre que le había dicho que tenía poder para darle muerte, "Ninguna potestad tendrías contra Mí, si no te fuese dado de arriba: por tanto, el que a ti Me ha entregado, mayor pecado tiene." Él es el que dice, "Todo aquél que es de la verdad, oye Mi voz." Entonces, ¿habéis oído Su voz?
Bien, dices tú, "yo no sé que Él existe." Pronto sabrías que Él existe si oyeras Su voz. "Ah, pero," dirás tú, "nunca he sido puesto en contacto con Él." Más pena todavía; porque Él dice que "todo aquél que es de la verdad, oye Mi voz." La confesión, por parte de cualquier persona, de que no ha oído la voz de Jesús, constituye una confesión tácita de que no posee la verdad. Ahora, repito, sobre todas las cosas obtened la verdad. No me importa lo que he llegado a conseguir, ni lo que he dejado de poseer, si no poseo la verdad. Dame la verdad—la verdad acerca de todo, acerca de Dios, acerca de mí mismo, acerca de la justicia, acerca de las demandas y del corazón de Dios. "¡Dios es amor!"
"¿Cómo sabe esto?" me preguntaréis. Él dio a Su Hijo. "¡Dios es luz!" ¿Qué quiere decir esto? La luz revela todo lo que es distinto o contrario a ella; toca a la raíz de las cosas, debido a que la luz pone todo de manifiesto. "Dios es amor." El nacimiento de Jesús, y la cruz—la muerte de Jesús, demuestran el amor de Dios. Todo ello es una demostración de esta maravillosa verdad. "Dios es amor." ¿Pasará el pecado por alto? ¡Imposible! Él es Santo. La Palabra de Dios es sencilla y clara acerca de este extremo. "Todos han pecado;" y además añade, "La paga del pecado es muerte." La gente trata de ignorar el hecho de la muerte, pero es imposible. Se podrán adornar los ataúdes, tapizarlos y cubrirlos con las flores más costosas, decorar las tumbas, y erigir magníficos monumentos sobre ellas, pero no nos podemos librar de la muerte; y la muerte, se nos dice, entró en el mundo por el pecado (Ro. 5:12)—el pecado del primer hombre—de Adán.
Pero la muerte no es el final del hombre. Si la muerte fuera el final del hombre, entonces no habría resurrección; pero, he aprendido la verdad de la resurrección; mediante Cristo. El hombre Cristo Jesús, para la gloria de Dios y para la bendición de los pecadores, llegó a la muerte y a la tumba como el final de un camino de perfecta obediencia y dependencia. Dios no podía hacerlo de otra manera que resucitarle y glorificarle, y lo ha hecho. El primer hombre llegó a la tumba como el fruto y la pena del pecado, y si uno muere, allí estará precisamente como pecador. Pero conozco a un Hombre que fue a la muerte, y que salió triunfante de ella.
Oigo Su voz esta noche, diciendo, "Todo aquél que es de la verdad, oye Mi voz." También le he oído decir, "Vendrá hora, y ahora es, cuando los muertos [muertos en sus pecados, por supuestos] oirán la voz del Hijo de Dios: y los que oyeren vivirán" (Jn. 5:2525Verily, verily, I say unto you, The hour is coming, and now is, when the dead shall hear the voice of the Son of God: and they that hear shall live. (John 5:25)). ¡Ah, qué cosa más maravillosa es esta, que un hombre sea vivificado a vida eterna, al oír la voz del Hijo de Dios!
Así, las primeras grandes verdades que aprendo son estas, que "Dios es amor," y que "Dios es luz." Todo queda patente en Jesús. El propósito que Cristo tenía ante Sí queda aquí afirmado. Él desciende a esta escena, y halla al hombre, un pecador en sus pecados, bajo la sentencia de muerte, y pasando más allá va a la muerte por él, a fin de que pueda ser salvo.
Suponiendo que la muerte te alcance, ¿qué entonces? Puede que no te atemorices demasiado ante el pensamiento de la muerte, pero ¿qué viene después de la muerte? Dirás que no hay nadie que lo pueda decir. Te pido excusas, yo sí sé qué es lo que sucede después de la muerte. Conozco a Uno que ha estado en la muerte, y que ha salido de ella. El cristiano—si muere—parte para estar con Cristo, que estuvo en la muerte, y que está ahora a la diestra de Dios, un Salvador vivo y poderoso, que conduce a aquel que confía en Él a la vida eterna, y que le pone en la gloria, allí donde Él está ahora. Todo aquél que es de la verdad, oye Su voz. Esta es la realidad. Es bien sencilla. Está bien claro que hasta que no oiga Su voz no puedo llegar a tener la verdad.
Inquiramos ahora, ¿Cuál es la verdad acerca del hombre? El hombre es un pecador. "El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lc. 19:10). ¿Es cierto que el hombre está perdido? Tiene que ser cierto, o Cristo habría dicho una mentira. Dice Él, "El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido." Podrías mirarme y preguntarme, "Pero ¿quién está perdido?" Todos, sin excepción. ¿Has oído acaso Su voz? ¿He oído yo Su voz? Si no, estoy aún perdido. Podrás decir por tu parte, "Pero ciertamente usted no nos considera a todos como perdidos, ¿o sí?" El Hijo de Dios dice que esta es la verdad, y Él nunca comete errores.
No hace mucho tiempo que un amigo mío estaba predicando en esta ciudad ante una audiencia muy grande. Al final de la reunión, entré en contacto con un joven sobremanera inteligente, y muy serio, uno como vosotros. Entré en conversación con él, y le pregunté si era salvo. Dijo él, "¿Cómo podría saberlo?" "Bueno," le contesté, "Yo sé que soy salvo, gracias sean dadas a Dios. Y tú, ¿no lo sabes?" "No," replicó, "pero estoy haciendo todo de mi parte para vivir una vida apropiada, moral, recta, y ordenada." "Muy bien," le dije, "esto es exactamente lo que debes hacer." "¿No tendrá esto un cierto peso ante Dios?" preguntó él. "¿No me ganará esto el favor de Dios?" "Bien," le dije, "detente por un momento. ¿Se puede comparar tu vida con la vida de Jesús?" Él se lo pensó por un momento, y dijo después, "¿Qué quiere decir?" "Quiero decir esto—¿Crees que tu vida se puede comparar con la vida de Jesús?" Después de pensar un poco, contestó, "No podría decir que sí. Estoy haciendo lo mejor que puedo para vivir una vida recta, apropiada y moral, pero no puedo decir que se pudiera comparar con la de Jesús." "Bueno, pues entonces," le dije, "no pasarás ante Dios; porque solamente hay un hombre que sea apropiado para Él, y este es Jesús; Él es la Verdad. En Él tenemos el ejemplo de cómo el hombre debiera ser. El hombre debiera ser santo, sin mancha, sin contaminación, absolutamente dedicado y fiel a Dios. Esto es lo que Jesús era." Reflexionó él por un momento, y entonces volviéndose bruscamente hacia mí, dijo, "Si lo que dice usted es cierto, entonces cada uno de los hombres está perdido." "Si," le dije, "has dado en el clavo esta vez. Esto es exactamente lo que dicen las Escrituras. Cada uno de los hombres está perdido, y 'El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.' "
Así ya veis, amigos, Cristo revela la verdad con respecto a nuestro estado. Somos pecadores; y, si pecadores, estamos bajo sentencia de muerte, y perdidos. Si pasamos a otra porción de las Escrituras en la que, en forma de una parábola, el Señor muestra la verdad, sea la del pastor que buscaba a su oveja, la de la mujer que buscó su moneda, o la del padre recibiendo a su hijo, encontraréis que la palabra que Él utiliza es "Perdido." La oveja se había perdido, la moneda de plata se había perdido, el hijo pródigo se había perdido. Este es el estado del hombre delante de Dios, y lo que quiero poner ante vosotros es que Él viene a vosotros ahora y os está dando testimonio de la verdad de la condición del hombre— y por ello de vuestra condición.
Pilato se aleja de Jesús con la pregunta, "¿qué cosa es verdad?" Despectivamente le vuelve la espalda a Él que es la Verdad. Cierto es que Pilato quería salvar a Jesús. Él no quería sentenciarlo a muerte. No creo que sintiera ningún mal ánimo contra Cristo; pero atended, Pilato tuvo una oportunidad de conocer la verdad, y la perdió. Esto es lo importante. No digo que no fuera conmovido. Creo que sí; quería soltar al Señor. Tenía un sentimiento de admiración, un sentimiento que le decía que sería mejor no tocarle. Al final, cuando había decidido que era inocente, y después de haber dicho tres veces, "Yo no hallo en Él ningún crimen," pronunció la sentencia contra Él. "He aquí, ninguna cosa digna de muerte ha hecho. Le soltaré, pues, castigado," da evidencia de cuan impresionado se sentía Pilato. Pero los judíos clamaban por Su muerte, por lo que al final cedió, y estaba a punto de firmar la sentencia de muerte cuando entonces, evidentemente, recibió el mensaje de su esposa, "No tengas que ver con aquel justo; porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de Él" (Mt. 27:19). Después de esto, creo, intentó más intensamente dejar ir a Jesús. Cuando estuvo primeramente ante Jesús, Él le dio la oportunidad de elegir la verdad, pero dejó de tomarla. Pensó después en liberarlo, porque para aquel tiempo, como una expresión de su clemencia, podía permitir que un preso saliera libre. Pero el pueblo no quería tenerlo: "Quita a éste, y suéltanos a Barrabás," gritaban. No querían a Cristo, y Pilato consintió a la demanda de ellos, porque temía al mundo.
Os diré una cosa que será de mayor dificultad para vosotros, y es mantenerse abiertamente por Cristo. Os expondríais sin temor a la enfermedad, mantendríais una esperanza problemática, y os echaríais temerariamente ante la boca del cañón, con una gran posibilidad de que os volasen la cabeza; pero encontraríais casi imposible manteneros por Cristo entre vuestros camaradas. "¿Cómo lo sabe?" Os voy a hacer esta pregunta: ¿Os habéis mantenido firmes por Cristo? ¿Ha dicho el Señor de vosotros, "Aquí está un hombre, y él está realmente por Mí"? Os diré que en tanto que estemos influenciados por el mundo, en esta medida nos hallamos bajo su poder. En tanto que uno desee el favor del mundo, tanto más estaremos gobernados por él. Pilato iba a dejar ir a Jesús, pero los judíos, a los que supuestamente gobernaba, en realidad le gobernaron a él, al gritarle, "Si a éste sueltas, no eres amigo de César." ¡Ah, Pilato no quería perder el patronazgo del César! No quería perder el favor del mundo. Satanás conoce el punto débil en el corazón de cada persona, y sabe también como manipularlo. La aprobación del mundo era de mucho más valor para Pilato que la posesión de la verdad. Los amigos del César tenían que estar de parte del César, y los amigos de Jesús ponerse de lado de Jesús. Pilato prefirió la amistad del César y, decidiéndose irrevocablemente, se apartó de Cristo. Tenía una espléndida oportunidad, pero la perdió. No le imitéis. Tenéis la oportunidad ahora de tomar el lado de Cristo; cada persona presente tiene una oportunidad. "Todo aquél que es de la verdad oye Mi voz." "Si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios Le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia; mas con la boca se hace confesión para salvación" (Ro. 10:9, 10). La persona que tome su puesto por el Señor Jesucristo hallará que es la salvación de Dios.
Pilato Le condena entonces a muerte. Jesús sale llevando una corona de espinas y una ropa de gana. Él, que era la Verdad, llevaba sobre Su cabeza el emblema de la maldición. Una cosa se ve evidente en la cruz de Cristo, y esta es Su sacrificio abnegado. Él va a la cruz, y allí Jesús exhibe la naturaleza de Dios en Su trato con el pecado. Aquel que no conoció pecado fue hecho pecado, y en aquel árbol Dios Le abandonó. En otra parte leemos, "Y desde la hora de sexta fueron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora de nona. Y cerca de la hora de nona, Jesús exclamó con grande voz, diciendo: Eli, Eli, ¿lama sabachtani? Esto es: Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué Me has desamparado?" (Mt. 27:45, 46). Él estaba entonces dando testimonio de cuál era la verdad con respecto al juicio que Dios hacía del pecado. Era éste, que el pecado puede solamente separar al alma de Dios. Él fue abandonado por Dios al estar llevando los pecados de muchos. En el mismo momento de estar llevando aquellos pecados hizo expiación por ellos. Él presentó Su preciosa vida a Dios, y Aquel que no conoció pecado fue hecho pecado, a fin de poderlos quitar por el sacrificio de Sí mismo.
Después vemos que Jesús clamó, "¡Consumado es!" ¿Qué es lo que se había consumado? Por Su muerte satisfizo todas las demandas de Dios en justicia, y por ello puede satisfacer las demandas de nuestras conciencias, todas ellas. "Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 P. 3:18). Cristo ha cumplido la obra de salvación por Su sacrificio. Él ha llevado nuestros pecados, y los ha quitado. Él ha anulado la muerte, y ha satisfecho las demandas de Dios. Él, como hombre, fue a la tumba, y Dios Le sacó de la tumba: y está ahora a la diestra de Dios, y el Espíritu Santo ha descendido a decirnos que Él volverá pronto otra vez. ¿Has oído entonces, y has creído, el evangelio de tu salvación? ¿Has oído la Palabra, has creído la Verdad, y has recibido el evangelio de tu salvación? Óyelo. Yo lo he oído, y mi corazón se inclina de gratitud cuando oigo a aquel Salvador muriendo por mí, y diciendo aquellas palabras: "Consumado es." Las creo al oírlas. "Todo aquél que es de la verdad oye Mi voz."
Bien, quedo abatido ante el sentimiento de mi necesidad como pecador y, como pecador, dirijo a Él mi mirada, y obtengo el conocimiento de lo que Él ha hecho. Todo está consumado, y ahora la pregunta es muy sencilla, ¿Va Cristo a ser tu Salvador? ¿Vas a ser de Cristo? ¿Va a ser Él de ti? ¿Vas a oír Su voz ahora? "El que oye Mi palabra, y cree al que Me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas pasó de muerte a vida." ¡Ah, este es un hecho maravilloso! Aquel que oye Su palabra es de la verdad. ¿De qué Le he oído testificar a Él? De esto—de que el hombre estaba perdido, impotente. Y después obtengo el otro lado de la verdad, que el amor de Dios se ha manifestado en que Él ha dado a Su Hijo unigénito para que viniera a ser el sustituto de los pecadores, para que pudiera salvar a los que creen en Él. ¿Crees que es poca cosa llegar a ser un cristiano? ¡Nunca harías un error mayor en tu vida. Es la cosa más sublime del mundo. Pero diréis, "Usted es ya anciano y tiene los cabellos blancos." Bueno, yo me convertí cuando tenía veinte años, y me hallo profundamente agradecido que he conocido al Señor todos estos años. Nunca he lamentado que fui ganado para Cristo cuando acababa de cumplir los veinte años. Volveos a Jesús justo ahora. No podríais tener una mejor oportunidad, y yo os lo imploro, oíd la voz del Hijo de Dios. No olvidéis esto: "Todo aquél que es de la verdad oye Mi voz." ¿La has oído, tú?