Capítulo 18

 
El capítulo 18 comienza con un llamado a una tierra lejana que debe servir al propósito de Dios en los últimos días, ayudando a reunir a Israel. Los versículos 4-6 parecen estar entre paréntesis, de modo que el versículo 7 está conectado con el versículo 3. Tanto los versículos 2 Como los 7 hablan de un pueblo “esparcido y pelado [o devastado]”, que sin duda son los que ahora conocemos como judíos. Nuestro capítulo indica que, cuando en los últimos días Dios dé la señal para su recogimiento, habrá un pueblo lejano con barcos que harán lo que puedan para ayudarlos. Pero los versículos entre paréntesis muestran que, aunque Dios anula esto, no está actuando directamente en ello. Se retira, por así decirlo, diciendo: “Descansaré”, observando lo que está ocurriendo, pero finalmente trayendo el desastre sobre todo, como vimos en el capítulo anterior.
Y, sin embargo, a pesar de todo esto, el pueblo disperso y devastado será recuperado y traído como regalo al Señor. El versículo 7 no nos dice cómo se ha de lograr esto después del fracaso del intento anterior. Cuando leemos Mateo 24:31, encontramos que el Señor arroja luz sobre este asunto. Las personas que serán traídas así como un regalo al Señor serán “Sus elegidos”, y no sólo una variedad de patriotas y fugitivos, como vemos en la actualidad. Y serán llevados “al lugar del nombre de Jehová de los ejércitos, el monte Sión”. ¡Ay! Jerusalén, tal como es en la actualidad, no puede ser designada así. Es el lugar donde los judíos se están reuniendo, con la esperanza de mostrar la grandeza de su propio nombre, mientras siguen rechazando a su Mesías.
El judío aún no ha descubierto el significado del “monte Sión”; es decir, la gracia que fluye de Dios, en lugar del mérito a través de la observancia de la ley, lograda por sí misma. El apóstol Pablo se dio cuenta de esto, como vemos al final de Romanos 11. Han sido encerrados en la incredulidad, “para que Él tenga misericordia de todos”. La contemplación de esta misericordia desbordante para con Israel movió a Pablo a la doxología, concerniente a la sabiduría y los caminos de Dios, con la que se cierra ese capítulo.
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