Levítico 8

Leviticus 8
 
En Levítico 8 comenzamos la historia de la consagración de los sacerdotes; Porque ahora, habiendo recibido las ofrendas, con sus leyes, en el debido orden venimos a las personas que tenían, si no para ofrecerlas, ciertamente para actuar por la gente como a ellos en el santuario. Lo que había sido establecido como requisición en Éxodo 28; 29 ahora se lleva a cabo prácticamente en cuanto a la familia de Aarón.
“Lleva consigo a Aarón y a sus hijos, y las vestiduras, y el aceite de la unción, y un buey para la ofrenda por el pecado, y dos carneros, y una canasta de pan sin levadura; y reúne a toda la congregación en la puerta del tabernáculo de la congregación. Y Moisés hizo lo que Jehová le mandó”. Y allí Moisés da a luz a Aarón y a sus hijos, y los lava con agua.
En esto vemos el fracaso de cualquier tipo para representar a Cristo. Aarón, por supuesto, así como sus hijos, tuvieron que ser lavados. En Cristo no había necesidad; no, Él vino a limpiar a otros. Lo que el lavado hizo por Aarón, Jesús fue, e infinitamente más. La pureza absoluta de Cristo como hombre sin duda lo preparó hasta ahora para ser sacerdote. Al mismo tiempo, debemos recordar cuidadosamente que hay un elemento en el sacerdocio de Cristo que no podría ser dado de ningún tipo, del cual la Epístola a los Hebreos hace mucho. La base personal del sacerdocio de Cristo consistía en esto, que Él era el Hijo de Dios. Otros eran simplemente hijos de hombres; Y así, en este caso, un sacerdote era uno tomado de entre los hombres. Este no era el fundamento del sacerdocio de Cristo. Sin duda era necesario que Él fuera un hombre, pero lo que atestiguaba Su carácter distintivo como Sacerdote era que Él era el Hijo de Dios. Y de ahí el título aplicado a Él en el segundo Salmo que el Espíritu Santo razona en el mismo quinto capítulo de la Epístola a los Hebreos, al contrastarlo con Aarón y sus hijos.
En consecuencia, ellos, como sabiendo lo que era el hombre, podían sentir por el hombre pobre, porque ellos mismos eran hombres pobres. Pero el Hijo de Dios era completamente diferente. Inconmensurablemente por encima del hombre, todo Su corazón podía salir por el hombre. Él estaba absolutamente por encima de la condición en la que el hombre estaba involucrado por la caída, no sólo en la medida en que era un hombre santo, sino como el Hijo de Dios. Por esta misma razón había perfecta libertad de corazón para asumir la necesidad de los demás; y así lo hizo. Esto no choca en absoluto con la verdad distinta de Su sufrimiento. Mucho de lo que soportó fue solo porque Él era el Santo. Por lo tanto, sus sufrimientos diferían esencialmente de ese tipo de castigo que nosotros, por desgracia, sé cuando somos golpeados por nuestras faltas. Nunca hubo en Jesús nada menos que sufrimientos por gracia o por justicia, excepto cuando venimos a la cruz, cuando hubo sufrimiento por el pecado; pero era enteramente nuestra, no suya.
En este caso, entonces Aarón lavado podría ser sólo un tipo débil de Jesús en Su propia pureza esencial. Sobre él se le puso el abrigo y la faja y la túnica y el efod, y con la curiosa faja atada sobre él. “Y puso la coraza sobre él; también puso en la coraza el Urim y el Tumim. Y puso la mitra sobre su cabeza; también sobre la mitra, aun sobre su frente, puso la plancha de oro, la santa corona; como Jehová mandó a Moisés. Y Moisés tomó el aceite de la unción, y ungió el tabernáculo y todo lo que había en él, y los santificó. Y lo roció sobre el altar siete veces, y ungió el altar y todos sus vasos, tanto la fuente como su pie, para santificarlos. Y derramó el aceite de la unción sobre la cabeza de Aarón”.
Marca que fue sin sangre: un hecho de lo más llamativo. Aunque era un hombre pecador como los sacerdotes, sus hijos, todavía (para que no estuviera en flagrante contradicción con Aquel de quien era un tipo) Aarón fue ungido con el aceite antes de que la sangre fuera derramada. Es digno de observación que el tabernáculo fue ungido (Levítico 8:10) y todo lo que hay en él, el altar y todos sus vasos, con la fuente y su base, antes de rociar con sangre. La fuerza de esto es clara y trascendental aplicada al poder del Espíritu en el que Cristo reclama las cosas celestiales y, de hecho, el universo; Especialmente cuando notamos que el altar es purificado por la sangre, pero no sigue la unción.
Después (Levítico 8:13) encontramos a los hijos de Aarón traídos, y ellos también están vestidos, pero no son ungidos. “Y trajo el buey para la ofrenda por el pecado, y Aarón y sus hijos impusieron sus manos sobre la cabeza del buey para la ofrenda por el pecado”. De hecho, Aarón era un hombre pecador; pero había esta cuidadosa reserva: que Aarón recibió el aceite de la unción antes de que la ofrenda por el pecado fuera asesinada, y antes de que la sangre fuera rociada sobre él. No obstante, cuando la ofrenda por el pecado fue asesinada, Aarón y sus hijos por igual pusieron sus manos sobre su cabeza; y Moisés tomó la sangre, y la puso en los cuernos del altar para purificarla, y derramó el resto en la base. Luego, después de quemar la ofrenda por el pecado sin el campamento, se nos habla de un carnero para la ofrenda quemada, y otro para la consagración, para establecer una devoción especial a Dios como sacerdotes. Entonces la sangre se pone en la oreja derecha de Aarón y el pulgar y el pie, así como en sus hijos.Pero debemos recordar que en la Epístola a los Hebreos, como aquí, los puntos de analogía, por fuertes que sean, siempre están destituidos de la gloria completa de Cristo. Eran las sombras, y no la imagen misma, como se nos dice. El aceite de la unción no faltaba, ni la oblación apropiada y la ofrenda de paz: Cristo en toda su aceptación.