Levítico 19

Leviticus 19
 
En el capítulo 19 tenemos de nuevo el mismo principio, aunque ahora en su forma positiva. “Seréis santos”, se dice; y esto se basa en una razón muy preciosa: “porque yo, Jehová tu Elohim, soy santo”. “Temeréis a cada hombre, su madre y su padre”, comenzando con el que naturalmente podría estar algo menos asombrado, y llevándola inesperadamente por esta misma razón a una prominencia especial. No ocurre el cambio más pequeño en la palabra de Dios, mientras que tiene algún fundamento de sabiduría y belleza divina como su propósito y su sanción. Los preceptos aquí dados no requieren ninguna demora particular. No dejemos nunca de tener presente, porque el principio es válido en todas partes, que la santidad es y debe ser de acuerdo con la relación en la que uno se encuentra. Por lo tanto, el carácter de la santidad varía según nuestro lugar. Aquí era un pueblo en la carne, y en consecuencia los diversos requisitos de Dios eran adecuados para su lugar. Nuestra condición es completamente diferente. Nosotros “no estamos en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en nosotros”. Cristo mismo nos ha llevado a una posición celestial. Este es el significado de lo que Él dice en Juan 17 “Por amor a ellos me santifico”. No como si alguna vez hubiera o pudiera haber el más mínimo pensamiento del mal en la naturaleza de Cristo, o en cualquiera de Sus caminos, no necesito ni digo; ni como si estuviera aquí pensando en la poderosa obra de redención por la cual nos ha apartado para Dios. Este no es su significado; pero el lugar que Él ha tomado de acuerdo con la dignidad de Su persona y los resultados de Su obra por nosotros, Su lugar en el cielo, para que Él pueda estar allí como hombre en esa nueva escena, no solo levantado de la tierra, sino en la gloria de Dios arriba, y consecuentemente estampando un carácter celestial sobre nosotros que lo conocemos allí. Es bueno hacer esta observación, porque la santidad cristiana está ligada al lugar donde conocemos a Cristo ahora, cuando llegamos a mirarlo en su carácter completo de acuerdo con la mente de Dios.