Gloria

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Ella puede ser descrita como: “excelencia en exhibición” o “excelencia manifestada.” Es utilizada en la Escritura en conexión con Dios el Padre (Romanos 6:4; Filipenses 2:11) y con Dios el Hijo (Juan 11:4, 13:31-32); también es utilizada para describir el estado final de los santos. En conexión con las personas en la deidad, la gloria tiene que ver con los atributos divinos siendo traídos a exhibición. Tal perfección y excelencia son encontradas en la Persona de nuestro Señor Jesucristo. La Escritura declara por lo menos siete grandes glorias que pertenecen a Él. Ellas se dividen en dos categorías:
•  Sus glorias intrínsecas: Estas son cualidades esenciales inherentes a Su persona, siendo Él Perfecto como es. Ellas no fueron dadas a Él, ni Él las adquirió—siempre fueron suyas por causa de Quien Él es. Algunas de estas glorias fueron veladas cuando Él se hizo Hombre, y algunas no podían ser veladas.
•  Sus glorias adquiridas: Estas son glorias que el Señor trajo para Dios por medio de Su poder y gracia. Algunas de estas glorias son compartidas con Su pueblo redimido, y algunas no pueden ser compartidas.
Gloria Divina
Hebreos 1:2-3 dice: “El Hijo, al Cual constituyó heredero de todo, por el Cual asimismo hizo el universo: el Cual siendo el resplandor de Su gloria, y la misma imagen de Su sustancia ... ” Esta “gloria” es Su gloria intrínseca, esencial en la divinidad. El Señor no la adquirió, porque siempre Le perteneció, pues Él estaba “con Dios” y “era Dios” (Juan 1:1; 1 Timoteo 6:14-16). Los atributos de la divinidad que residen en Él son: eternidad, infinidad, omnisciencia, omnipotencia, omnipresencia, inmutabilidad, impecabilidad, soberanía, autosuficiencia y justicia. Esta gloria nunca será compartida con los hombres; pertenece exclusivamente a la divinidad. (Véase Deidad).
Gloria del Hijo
Juan 1:14 dice, “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” Esta es una gloria intrínseca que Cristo tiene como el Unigénito Hijo de Dios. Esta tampoco es una gloria adquirida; siempre la tuvo, siendo el Hijo eterno de Dios (Isaías 9:6; Hebreos 1:5; 1 Juan 4:14). Juan 1:14 nos dice que el Señor trajo Consigo esta gloria eterna del Hijo en Su Humanidad, y los que tenían fe contemplaron esa gloria. En un paréntesis, Juan califica el carácter de la gloria que el Señor tenía como Hijo de Dios mostrando la gloria que un hijo unigénito tiene con su padre, teniendo la atención y afecto plenos e indivisos de su Padre. Así, “un unigénito para con su padre” (traducción J. N. Darby) no está escrito en mayúscula en el texto porque se refiere a la relación humana de un padre con su hijo; el Espíritu de Dios está usando esto para ilustrar el afecto que el Padre tiene para el Hijo. Cuando el término “Unigénito” es aplicado al Señor Jesús, se refiere a Su relación no-creada—eterna—con Dios el Padre. Demuestra el deleite del Padre en Él. De la misma forma, cuando el Señor Jesús vino entre los hombres, ellos Lo vieron viviendo en pleno gozo del amor de Su Padre. Él era el Objeto total de atención y deleite de Su Padre (Mateo 3:17), porque Él siempre habitó “en el seno del Padre” (Juan 1:18; Proverbios 8:30) como “Su amado Hijo” (Colosenses 1:13). La “ropa de diversos colores” de José es un tipo de esta gloria. Lo distinguía a José, siendo el hijo del amor especial de su padre (Génesis 37:3-4). José es un tipo de Cristo. Al retornar a Su Padre en las alturas, el Señor pidió que Él pudiese tener esta gloria del Hijo—que Él tenía con el Padre “antes que el mundo fuese”—como un Hombre glorificado (Juan 17:5). Esto no fue una petición para que Él fuese revestido nuevamente con esta gloria porque Él nunca renunció a ella. Su petición era tenerla ahora como un Hombre glorificado. Esto Le fue concedido en Su ascensión, cuando Él fue “recibido en gloria” (1 Timoteo 3:16). Esta gloria de Hijo que Cristo tiene no se compartirá con los redimidos, ¡pero el lugar que Él tiene como Hijo delante del Padre es compartido con nosotros! (Efesios 1:5; Gálatas 4:5-6).
Gloria de la Creación
La Biblia dice: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, la expansión denuncia la obra de Sus manos” (Salmo 19:1). Este versículo indica que las tres Personas de la deidad estuvieron envueltas en la creación, pues “Dios” (Elohim) es plural en el hebreo (Génesis 1:1). Ver también Eclesiastés 12:1 (“Criador” es plural). El Padre era la Fuente (Hebreos 3:4; Hechos 14:15), el Espíritu era el Poder (Génesis 1:2; Job 26:1313By his spirit he hath garnished the heavens; his hand hath formed the crooked serpent. (Job 26:13)), pero el Hijo era el Agente por el cual la obra fue hecha (Juan 1:3, 1:10; Colosenses 1:16; Hebreos 1:2; Apocalipsis 4:11). La gloria del Señor como Creador no es una gloria intrínseca que Él siempre tuvo; hubo un punto en la eternidad pasada cuando Él no tenía esta gloria. Fue adquirida cuando “hizo el universo” (Hebreos 1:2; Juan 1:3, 1:10). Esta gloria no está velada; es exhibida diariamente delante de todos (Salmo 19:2-4).
Gloria Moral
Siendo Quien era, cuando el Señor Él se hizo Hombre y vivió en este mundo, Su vida era perfecta. Había una gloria moral conectada con todo lo que Él dijo e hizo que simplemente no podría ser ocultada o velada. Al final de Su senda terrenal, Él levantó los ojos a Dios Su Padre y dijo: “Yo Te he glorificado en la tierra” (Juan 17:4). De todos los hombres que han vivido en la tierra, Él es el único que verdaderamente podría decir eso a Dios. Su vida fue caracterizada por la obediencia y sumisión a la voluntad de Su Padre (Juan 4:34, 8:29). Como un Hombre perfectamente dependiente, Él vivió de cada palabra que salía de la boca de Dios (Mateo 4:4). En los cuatro evangelios, contemplamos una vida de total abstinencia de Sí mismo, como da fe la Escritura, “Cristo no se agradó á Sí mismo” (Romanos 15:3). Él estaba lleno de gracia y “anduvo haciendo bienes, y sanando á todos los oprimidos del diablo” (Hechos 10:38). Él obró para el bien de los demás y libremente se valió del poder de Dios para suplir todas las necesidades reales, pero personalmente sufrió necesidad, hambre y sed, sin jamás hacer un milagro para Sí mismo. Sus actividades eran principalmente en los ámbitos más humildes de la vida. Él siempre fue accesible; Él nunca le dio la espalda a una persona que vino a Él (Juan 6:37). Él tenía tiempo para los niños (Mateo 19:13-15) y los huérfanos y las viudas hallaron misericordia en Él (Lucas 7:11-17). Cuando Él hablaba, la gente se maravillaba “de las palabras de gracia que salían de Su boca” (Lucas 4:22). No había ningún engaño en Su boca (1 Pedro 2:22). La gente decía: “Nunca ha hablado hombre así como este Hombre” (Juan 7:46). Su sabiduría práctica dio evidencia al hecho de que Él vivía en la presencia del Señor Dios quien Le dio “lengua de sabios, para saber hablar en sazón palabra al cansado” (Isaías 50:4). Él conversó con la mujer en el pozo con un tacto maravilloso, y la salvó de una vida de pecado sin realizar un solo milagro (Juan 4). Siendo confrontado por aquellos que se Le opusieron, Él nunca sostuvo o dijo una palabra en un mal tono de voz. Cuando insultos personales eran lanzados a Él, nunca se defendió; fue solamente cuando los hombres malos lanzaban sus ataques despectivos contra la gloria de Dios, que Él les respondió con una sabiduría maravillosa (Juan 8:48-49). A lo largo de toda Su vida y ministerio, Él ilustró perfectamente Su propia enseñanza—“Haced bien, y prestad, no esperando de ello nada” (Lucas 6:35). Ni siquiera hubo un momento en que Él haya exigido algo de aquellos a quienes Él restauró y libertó. Cuando Él amó, sanó y salvó, Él no buscó nada a cambio. Sin embargo, Su santidad Le hizo un total extraño en este mundo contaminado. A menudo pasaba noches bajo el cielo abierto sin un lugar para recostar Su cabeza, pero Él nunca se quejó de haber sido dejado solo y rechazado (Juan 7:53-8:1; Lucas 9:58). Él era tan humilde y modesto que no era prominente entre Sus discípulos como su Maestro. En su detención en el huerto, no pudieron identificarlo como el Líder del pequeño grupo que Le seguía, y tuvieron que preguntar cuál de ellos era Él. Puesto que Él había estado enseñando diariamente en el templo, ellos deberían haber sido capaces de identificarlo (Juan 18:4-8). Cuando Él fue maltratado e injuriado por los principales sacerdotes y los ancianos y más tarde por las autoridades romanas, “cuando padecía, no amenazaba, sino remitía la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:23). Cuando Él estaba sufriendo y muriendo en la cruz, cuando todos los demás estaban pensando en sí mismos, Él aún tuvo tiempo para el ladrón que estaba al borde de la muerte y la condenación. Él encontró tiempo para derramar el aceite y el vino de los recursos de Dios cuando Él vio verdadero arrepentimiento allí (Lucas 23:40-43). Esta gloria moral está siendo compartida ahora con los redimidos, pues les ha sido dada la propia vida de Cristo y, por lo tanto, tienen la capacidad de manifestar estas características morales. Están siendo formadas en ellos ahora por el Espíritu en la medida en que ellos están ocupados con Él (2 Corintios 3:18). Esta obra de conformidad moral será completada cuando el Señor venga (el Arrebatamiento), cuando Él glorificará a Su pueblo celestial, librándolos de sus naturalezas caídas. Entonces ellos serán completamente como Cristo—moralmente (1 Juan 3:2). En el Estado Eterno, el cielo y la tierra serán llenos con una nueva raza de hombres que son moralmente perfectos como Cristo.
Gloria de la Redención
Esta es una gloria que Cristo ganó al entrar en la muerte y consumar la redención. Habiendo glorificado a Dios sobre la cuestión del pecado en la cruz, Dios “Le resucitó de los muertos y Le ha dado gloria” (1 Pedro 1:21). Él está ahora a la diestra de Dios “coronado de gloria y de honra” (Hebreos 2:9). Esta es una gloria adquirida. Es algo que el Señor no tenía antes de realizar Su obra consumada en la cruz. Él la ha ganado o adquirido por ser obediente hasta la muerte, y así, Él trajo una gloria a Dios que la divinidad no tenía antes. ¡La maravilla de eso es que Él compartirá esa gloria con Sus redimidos! “La gloria que Me diste les he dado” (Juan 17:22; 2 Tesalonicenses 2:14). En el día venidero del Milenio, ella será exhibida delante de todos, para que “el mundo conozca” el gran amor que Cristo tiene por la Iglesia (Juan 17:23; Efesios 5:25).
Gloria de la Preeminencia
Cuando el Señor Jesús resucitó de entre los muertos, se convirtió en la Cabeza de una nueva raza de hombres—la nueva creación (Apocalipsis 3:14). Al hacerlo, Él adquirió otra gloria que no tenía hasta entonces. En la nueva creación, Él es “el Primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29). “Primogénito” en este sentido, no se refiere a ser el primero en orden de nacimiento, sino primero en rango y posición. (Comparar Génesis 48:14 con Jeremías 31:9 y 1 Crónicas 2:13-15 con Salmo 89:27). Siendo el “Primogénito,” Él siempre tendrá el primer lugar en la nueva creación. Pertenece a Él por derecho, y, por lo tanto, hay una gloria especial conectada con ese lugar que sólo Él tiene. Esta gloria especial distingue al Señor de todos los otros hombres en la nueva raza, “para que en todo tenga el primado” (Colosenses 1:18). Él tiene “un Nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:9; Efesios 1:21). El Señor oró para que nosotros pudiésemos contemplar esa gloria, diciendo: “Aquellos que Me has dado, quiero que donde Yo estoy, ellos estén también Conmigo; para que vean Mi gloria que Me has dado” (Juan 17:24). Esta gloria no es compartida.
Gloria del Reino
Las Escrituras del Antiguo Testamento están llenas de descripciones de la gloria oficial del Reino de Cristo. Todo israelita piadoso esperaba el día cuando su Mesías y Rey reinaría sobre toda la tierra (Zacarías 14:9). Cuando el reino sea establecido en poder en el mundo venidero (el Milenio), “la tierra será llena de conocimiento de la gloria de Jehová” (Habacuc 2:14; Números 14:21; Ezequiel 39:21, 43:2). “Tiempo vendrá para juntar todas las gentes y lenguas; y vendrán, y verán Mi gloria ... que no oyeron de Mí, ni vieron Mi gloria; y publicarán Mi gloria entre las gentes” (Isaías 66:18-19). Esta gloria es algo que Él todavía tiene que adquirir, y Lo hará a través de Sus juicios de Guerrero en Su Aparición. Cuando el Señor Jesús anduvo entre los hombres, Dios permitió a tres de los apóstoles tener una visión de esta gloria futura del reino en el monte de la transfiguración (Mateo 17:1-9; 2 Pedro 1:16-18). “Y como despertaron, vieron Su majestad [gloria]” (Lucas 9:32). Esta gloria del reino del Señor será compartida con la Iglesia, pues Él la asociará Consigo en la administración del mundo venidero. Bajo la figura de una “ciudad” que desciende del cielo—“teniendo la claridad [gloria] de Dios”—la Iglesia como la novia de Cristo reflejará la gloria del reino de Cristo ante el mundo (Apocalipsis 21:9-22:5; Romanos 8:18).
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En conexión con el estado final de los santos, “gloria” se refiere a la excelencia que se manifestará en su condición glorificada—en espíritu, alma y cuerpo. Cristo fue glorificado de esta manera cuando se levantó de entre los muertos y ascendió a la diestra de Dios (Hechos 3:13; 1 Pedro 1:21; 1 Timoteo 3:16), pero los cristianos y los santos del Antiguo Testamento esperan esta glorificación, que no ocurrirá hasta que Cristo venga en el Arrebatamiento (Romanos 8:17-18; 1 Corintios 15:43, 15:51-56; 2 Corintios 5:1-4; Filipenses 3:21; 1 Tesalonicenses 4:15-18; Hebreos 11:40; 1 Juan 3:2). Finalmente, todos los que van a poblar los “cielos nuevos y tierra nueva” también serán glorificados (2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1).
En la mente de muchos cristianos “gloria” es sinónimo de cielo. Hablan de ella como si fuese un lugar en el cielo donde Dios habita, al que un creyente va después de que muere. Muchos himnos reflejan esta idea: “Ven júntate a este santo grupo y a la gloria ve” (Himnario Echoes of Grace #29). O, “Nadie puede a la gloria ir o morar arriba con Dios, sino aquellos...” (#307). La versión King James en inglés tampoco ayuda al respecto, pues dice que Cristo fue “recibido arriba en la gloria” en Su ascensión (1 Timoteo 3:16). Pero esta es una traducción errada; el versículo debería decir que Él fue “recibido en gloria,” lo que significa que Él subió al cielo en una condición glorificada.
En la Escritura “gloria” es una condición, no es un lugar (1 Corintios 15:43, etcétera). Por consiguiente, cuando maestros de la Biblia hablan del Señor estando en gloria, quieren significar que Él está en un estado glorificado. Así, Él está en gloria en el cielo. Los creyentes que han partido están ahora con el Señor en el cielo, pero no están en gloria—al menos no todavía. Sus cuerpos se encuentran todavía en el sepulcro, esperando la resurrección y glorificación. J. N. Darby dijo: “El estado intermedio, entonces, no es gloria (para eso tenemos que esperar que el cuerpo sea resucitado en gloria. Él deberá cambiar nuestros cuerpos a la semejanza de Su cuerpo glorioso)” (Collected Writings, vol. 31, p. 185). Así, sería incorrecto decir que los santos que partieron están “en gloria.” Hay solamente un hombre que está glorificado ahora: Cristo (Hechos 3:13; Filipenses 2:9-11; 1 Timoteo 3:16; 1 Pedro 1:21). Utilizar las expresiones, “en gloria” y “en la gloria” en relación con los creyentes, del modo que muchos lo hacen, confunde el estado actual de los santos que partieron con su futuro estado de glorificación.
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La “gloria” (o la Shekinah) se refiere a la presencia visible de Jehová habitando sobre el campamento de Israel en el desierto (Éxodo 13:21-22) y sobre el templo en la tierra de Canaán (2 Crónicas 5:13-14). Shekinah es una palabra hebrea que significa “residir” o “presencia” (Romanos 9:4). La palabra Shekinah no es encontrada en la Escritura pero los judíos la usan para describir la presencia de Dios. Por causa del fracaso de Israel, la nube de gloria fue removida de ellos, significando que Dios no podría identificarse más con Su pueblo errante, públicamente. La nube de gloria fue removida poco a poco, mostrando la renuencia del Señor de apartarse de Su pueblo. El Señor deseaba morar con ellos, pero ellos estaban en un estado tal que eso ya no podía ser posible. La nube de gloria fue removida de ellos en siete etapas:
•  Ella estaba sobre “el querubín” en el santuario (Ezequiel 8:4, 9:3 primera parte).
•  Ella se movió “al umbral de la casa” (Ezequiel 9:3 segunda parte).
•  Ella se movió “al umbral de la puerta” (Ezequiel 10:4).
•  Ella se movió “de sobre el umbral de la casa” (Ezequiel 10:18).
•  Ella se movió “de en medio de la ciudad” (Ezequiel 11:23 primera parte).
•  Ella se puso “sobre el monte que está al oriente de la ciudad” (Ezequiel 11:23 segunda parte).
•  Ella se movió para el “campo [valle]” en Babilonia “junto al río de Chebar” (Ezequiel 3:23).