Cuerpo de Cristo

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La figura de un cuerpo humano es usada en la Escritura para describir a la Iglesia de Dios (la asamblea) en la tierra en relación con Cristo en el cielo (Romanos 12:4-5; 1 Corintios 12:12). Los creyentes en el Señor Jesucristo son vistos como los miembros del cuerpo—cada uno teniendo una “operación” diferente (Romanos 12:4)—Cristo siendo la Cabeza. Esta unión de la Cabeza y el cuerpo es mantenida por la presencia del Espíritu Santo en el interior. Los instructores bíblicos a veces se refieren a él como el cuerpo “místico” de Cristo, lo que significa que esta unión es algo que no se ve con los ojos naturales. El apóstol Pablo es el único escritor del Nuevo Testamento en utilizar esta figura, y ésta solo se encuentra en cuatro de sus epístolas: Romanos, 1 Corintios, Efesios y Colosenses.
Es la única membresía de la que habla la Escritura con relación a los creyentes en el Señor Jesucristo. C. H. Mackintosh dijo: “No hay nada en las Escrituras que hable de ser miembro de una iglesia” (The Assembly of God, p. 10). J. N. Darby dijo: “Ser miembro de una asamblea es algo desconocido en las Escrituras. Ahí (en la Escritura) se ve solamente ser miembro del cuerpo de Cristo” (Collected Writings, vol. 31, p. 383). No obstante, los cristianos a menudo hablan del “cuerpo de ustedes” y del “cuerpo nuestro”, en referencia a las diversas sociedades hechas por el hombre en la cristiandad. Esto implica que Cristo tiene muchos cuerpos en la tierra, lo que es una negación práctica de Efesios 4:4 que dice que hay “un cuerpo.”
El “un cuerpo” se refiere a todos los cristianos en la tierra, donde quiera que estén, en cualquier momento determinado. Su aspecto actual no incluye a los cristianos que han muerto y han ido a estar con el Señor. Esto puede verse en el hecho de sufrir junto con los miembros del cuerpo de Cristo que están sufriendo (1 Corintios 12:26) y ciertamente no hay ningún sufrimiento en el cielo. No obstante, todos los cristianos serán parte del cuerpo en su estado completo cuando Cristo venga a reinar en Su reino milenario (Efesios 1:23). Así, los que ya partieron no pierden nada al final, a pesar de que actualmente no son considerados como estando en el cuerpo en este momento.
W. J. Hocking dijo: “Difícilmente se pensaría que hay base en la Escritura para decir que la Iglesia de Dios, es decir, la Iglesia de Dios compuesta de todos los creyentes en Cristo desde Pentecostés hasta el día de Su venida, sea descrita como el cuerpo. El cuerpo es el ser viviente en cualquier momento determinado aquí en la tierra, aunque asociado con Cristo en el cielo. Aquellos santos que han dormido y ahora están con Cristo, todavía forman parte de la Asamblea que Cristo está construyendo, pero el cuerpo de Cristo es el organismo vivo en la tierra” (Christ and His Church, p. 42).
J. N. Darby dijo: “Esto es evidente: por el hecho de que el Espíritu Santo está aquí abajo, los santos que ya partieron no forman parte del cuerpo en la actualidad, pero por supuesto son parte del cuerpo al final. Son parte de él ahora en la mente y propósito de Dios, aunque no lo sean al presente, por haber salido de la escena donde el cuerpo fue formado por el Espíritu Santo que descendió del cielo” (Letters vol. 1, p. 511). También dijo: “No se nos dice nada respecto a los espíritus de los que partieron, sino que están con Cristo. Ellos no perderán ningún privilegio excepto lo que tiene que ver con lo que está aquí abajo. Ciertamente ellos no podrían ser separados de Cristo para luego ser reunidos con Él; esto no es posible basados en los principios fundamentales de la fe; pero los hermanos que partieron no forman parte del cuerpo personalmente, en su condición presente, por estar el cuerpo—en efecto—aquí abajo... Es muy cierto que todos los santos entre esos dos grandes eventos pertenecen al cuerpo de Cristo en la mente y consejo de Dios. Pero aquellos que han muerto han perdido su actual conexión con el cuerpo, habiendo pasado de esta esfera donde el Espíritu Santo está de manera personal. Han dejado de ser una unidad, sus cuerpos no estando todavía resucitados, y no participan más del cuerpo de la manera en que es reconocido por Dios” (Letters, vol. 1, p. 527).