Capítulo 7 Palabras en sazón

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La palabra a tiempo
El Señor Dios me ha dado lengua de sabios para saber hablar palabra en sazón al cansado.
(Isaías 1:4)
La palabra a su tiempo ¡cuán buena es!
(Proverbios 15:23)
Señor, háblame a mí,
A fin que pueda hablar
Cual eco de tu voz,
A los que lejos están
De tu divino amor.
Cual me buscaste, busque yo
Al que perdido va;
Y al solitario en caminar
A aquel feliz hogar.
Si Dios hubiese pasado por alto el pecado de Adán y Eva en el Edén, yo habría podido decir: El pecado no importa; pero cuando miro a la cruz no puedo decir esto.
Quitad la expiación y la Escritura se hace incomprensible; introducidla y todo es claro y sencillo.
Si los que creemos en Él no fuésemos justificados y hechos semejantes a Él, Cristo no vería del fruto del trabajo de su alma. Un Redentor sin redimidos habría perdido el objetivo de su obra y de sus sufrimientos. Nosotros formamos parte de la gloria de Cristo, y es una fuente de profundo gozo a nuestros corazones saber que nuestra semejanza a Él será, en la eternidad, la prueba del valor de la obra de Cristo.
El Señor viene, el tiempo del mundo está terminando. Que Dios pueda hallarnos velando y pensando sólo una cosa: En aquel en quien Dios piensa —Jesús—, nuestro precioso Salvador.
Juzgarse a uno mismo es a menudo necesario y útil, pero si esto produce desconfianza esto es un mal. El espíritu de legalismo puede manifestarse en ello; el corazón de Dios es entonces juzgado según lo que nosotros hallamos en nuestros propio corazón, y esto es equivocado si de veras queremos conocerle.
Ten por seguro que Dios sabe cómo llevar sus asuntos. Lo ha demostrado mil veces.
El Señor Jesús era, en este mundo, «varón de dolores y experimentado en quebranto». Un mundo de pecado, en contraste con su santidad, un mundo de tristeza y sufrimiento en contraste con su amor, no podía ser para Él sino una fuente de pena y tristeza.
Ningún grado de conocimiento, aun cuando sea dado por Dios, es en sí mismo poder espiritual para nuestras almas.
La verdadera adoración es el honor que se rinde a Dios por razón de lo que Él es en sí mismo, y lo que Él es para aquellos que a Él se rinden.
Dios debe ser adorado en «Espíritu y en verdad», pues Él es espíritu, pero es como «Padre» que él «busca tales adoradores».... El amor busca adoradores, pero los busca bajo el dulce nombre de Padre.
Yo no creo que apresurarse sea el camino de Dios. Cristo como hombre fue nacido del Espíritu Santo. Su vida fue la expresión del Espíritu Santo. Echó fuera demonios, por el Espíritu Santo. Sus palabras eran Espíritu y Vida.... Por el Espíritu Santo se ofreció a sí mismo sin mácula a Dios.... Finalmente, el poder del Espíritu Santo, fue mostrado de la forma más grande y perfecta, en su resurrección. Muerto en la carne, fue vivificado por el Espíritu.
«Alegraos en el Señor siempre» y «Por nada estéis afanosos». Estas categóricas sentencias nos dejan sin excusa para no ser felices. La expresión «por nada» lo abarca todo; y la palabra «siempre», no deja ningún minuto para entregarnos a la tristeza o desconfianza. Pero todo ello debe ser «en el Señor».
Su fidelidad para su Iglesia y para el pueblo que confía en Él, es infalible, y por tanto no puede sino prestar su ayuda en todo aquello para lo cual miremos a Él.
J. N. D.
Tened fe en Dios
Su corazón está firme, confiado en Jehová.
(Salmo 112-7)
Si mi pobre fe se abate
Él me sostendrá.
Y del mal que me combate
Él me guardará.
Nunca podré yo ser firme
Por mi voluntad,
Mas Él puede dirigirme,
Y Él me sostendrá.
(Anónimo)
Todo lo que te induce a arrojarte en los brazos de Dios es un inmenso beneficio para tu alma.
Es muy bueno para nosotros cuando estamos basados en lo que se ha llamado la inexpugnable roca de la Escritura. Descansando sobre este fundamento pueden ir y venir opiniones diversas, pero nunca podrán perturbar la divina seguridad del alma que puede decir: «Así está escrito.»
Podemos siempre confiar en la bondad del Señor, y fracasar cuando tenemos que ponerlo a prueba.
El Espíritu Santo trajo a mi memoria el otro día con gran poder un texto de la Sagrada Escritura: «Y amaba Jesús a Marta a su hermana y a Lázaro» (Juan 11). En este mismo capítulo Marta no hace más que desbarrar presentando objeciones a Jesús y mostrando su ceguera a la gloria de su Señor. Sin embargo, el capítulo empieza con la declaración de que Jesús la amaba. Esto me tocó profundamente el corazón, enseñándome que el amor del Señor nos levanta por encima de todos nuestros fallos, y que por tanto podemos contar con Él y reposar en Él en todo tiempo.
Sin la presente operación de la fe no hay demostración de poder para el siervo de Dios, sea lo que sea su celo o ardor. Sin embargo, cuando se ejerce el más pequeño grado de fe, el divino poder puede quitar obstáculos tan grandes como montañas.
Su camino es siempre perfecto y sólo es necesario que con el conocimiento de su amor descansemos en Él con inquebrantable confianza, en todas las circunstancias.
Es siempre una equivocación fatal cuando medimos las dificultades del trabajo en el cual nos encontramos. La cuestión es solamente de que es Dios capaz; las dificultades que parecían montañas a través de la niebla de nuestra incredulidad, no son otra cosa sino la ocasión para el despliegue de su omnipotente poder.
La fe trata con las cosas que no se ven y de ahí que rara vez esté de acuerdo con las conclusiones que sacamos de las circunstancias.
Es comparativamente fácil comprometerse en el servicio de Dios cuando Él interviene con poder para sostener a sus siervos y asegurar los resultados, pero solamente el hombre de fe puede trabajar en medio de desengaños de todas clases y continuar confiando en un poder invisible para sostenerle y prosperarle, teniendo la seguridad de que el Espíritu, aunque invisible al ojo natural en su obrar, es todavía más poderoso que el poder que ha manifestado hasta entonces. Hay muchos Elias que prefieren el viento fuerte y el terremoto a la voz suave y eficaz del Espíritu de Dios.
Nada hay tan destructivo para la confianza en Dios como una mente preguntona.
E. D.
El maligno
Sobre todo tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
(Efesios 6:7)
No me puedo salvar
Por mi propio poder,
Ni me puedo guardar
Y podría caer.
Mas fuerza Tú eres para mí,
Y Tú me sostendrás.
Tus ojos que velando están,
De todo mal me librarán,
Y por tu senda me guiarán
Según tu voluntad.
(Efesios 4:26-27). Airaos y no pequéis. La ira justa es comunión con Dios en su indignación contra el mal (véase Marcos 3:5), pero si la ira producida en nosotros por el Espíritu Santo es alimentada por la carne, pronto se convertirá en aquel sentimiento natural, del cual se nos dice: No se ponga el sol sobre vuestro enojo. Y sigue la declaración: Ni deis lugar al diablo. Alimentar un sentimiento contra alguien es dar lugar al diablo.
Tan pronto como entramos en el gozo de alguna bendición, Satanás tratará de quitárnoslo.
Un corazón insatisfecho es un gran peligro, y un corazón dividido es continua causa de inconsistencia en el andar. Por el contrario, cuando Cristo posee y alimenta los afectos, somos superiores a cualquier tentación del enemigo.
Nunca entraremos bien dispuestos en ningún servicio, a menos que esperemos encontrar la oposición de Satanás.
El predicador tiene que aprender que la libertad de palabra no es poder. La tentación consiste en quedar satisfechos, después de haber hablado con facilidad y libertad. Cuando esto ocurre, puede ser la oportunidad de Satanás para vanagloriarnos, y así debemos estar en guardia.
No hay nada como el atrevimiento frente al adversario. «Resistid al diablo y de vosotros huirá.»
Satanás no puede tocar al creyente obediente. Mientras se mantenga en dependencia y obediencia al Señor, todos los asaltos de Satanás fracasarán.
Es más fácil mantener al enemigo fuera que expulsarle después que ha efectuado su entrada.
No hay ninguna operación del Espíritu, ni ninguna forma de trabajo espiritual, que Satanás no trate de imitar.
El Espíritu y la Palabra de Dios son suficientes para preservarnos de las más peligrosas imitaciones de la verdad que Satanás puede presentar a nuestras almas.
Nosotros podemos reposar confiadamente cualquiera que sea el aparente éxito del mal, pues «El Dios de paz quebrantará presto a Satanás».
Satanás nunca es tan completamente derrotado como en sus aparentes victorias.
Nosotros no reconocemos suficientemente la actividad del adversario y poniendo nuestra atención tan sólo en sus instrumentos olvidamos la mano que los mueve.
Feliz es aquel que habiendo aprendido a mirar más allá de las acciones de los hombres al poder que los controla, recibe todas las cosas, beneficios y persecuciones, ayudas o impedimentos, corno del Señor. Esta alma habrá adquirido el secreto de la paz perfecta en medio de la confusión y turbación del mundo, aun en presencia del poder de Satanás.
Si los creyentes ponen su mira en el mundo y piensan cosas terrenas, vienen a ser «habitantes de la tierra» (Apocalipsis 3:10) usando esta frase en su sentido moral.
Entonces Satanás los dejará, pero tan pronto como obren bajo el Espíritu de Dios, siendo sus testigos vivientes, el adversario tratará de apartarles de ello por cualquier arte o engaño que le parezca bueno para tal propósito.
E. D.
La Palabra de Dios y la oración
María, sentada a los pies de Jesús, oía su palabra.
(Lucas 10:39)
Señor, enséñanos a orar.
(Lucas 11:1)
Padre Dios, somos tus hijos;
Haznos oír con humildad
Tu palabra sacrosanta
Y vivir en santidad.
Que tu Espíritu halle eco
Siempre en nuestro corazón,
Y que sus cuerdas respondan
Al llamado de tu voz.
El principio de la intercesión que prevalece, consiste en que nuestra alma entre en los pensamientos de Dios y los convierta en oraciones.
«Orad por los que os calumnian» (Lucas 6:28). Si un hermano te trata con frialdad, si una hermana habla contra ti, ¿tienes por costumbre orar por ellos? ¡Oh, cuan diferente sería si supiéramos llevarnos uno a otro a la presencia del Señor!
Lutero dijo: «Bien orado es la mitad estudiado», y nosotros podemos añadir: y bien predicado.
Todo lo que está fuera de la Biblia, todo lo que viene a oponérsele en filosofía o teología, no es sino una masa informe de opiniones y razonamientos. ¡Cuán bueno es, por tanto, al alma cansada de tales cuestiones fundadas sobre inseguras hipótesis, tener, en vista de la enfermedad y muerte que se nos aproxima el inmutable fundamento de la fe en las infalibles Escrituras.
Si queremos estar guardados de los peligros del misticismo y de la imaginación, la Palabra de Dios debe ser la base de nuestros pensamientos.
Descansar en la Palabra, solamente de este modo estamos sobre una roca segura contra todas las olas del error que se deshacen en contra de ella.
El Dios invariable imparte su propio carácter a la verdad que nos ha revelado; y así ésta permanece por todos los tiempos invariable en su perfección, como Aquel de quien procede.
(Ezequiel 3 y Apocalipsis 10). Tanto a Ezequiel como a Juan les fue ordenado comer el libro que contenía los temas de sus futuros testimonios.... Por comer, podemos comprender que significa apropiarse la palabra. Estos profetas tenían que identificarse con los mensajes que eran enviados a llevar.... Pero aun comer, o apropiarse el mensaje no es suficiente: es necesario digerir lo que uno se ha apropiado.
La mayoría de nosotros conoce por experiencia que el proceso de digerir la verdad que hemos recibido, es a menudo una operación lenta; y también que la verdad nunca es efectiva en nosotros, o por nosotros, hasta que la hemos bien digerido. Hay una gran diferencia entre ambas cosas. Ezequiel, después de comer el rollo y de gustar su dulzura, sintió sus entrañas llenas de él....
En el caso de Juan, lo que fue dulce en su boca, fue amargo en su vientre. Esto puede ser fácilmente entendido por cada creyente espiritual. El descubrimiento de cualquier verdad nueva para el alma, la percepción de su carácter y belleza es siempre una experiencia deliciosa, pero cuando la misma verdad es aceptada en el poder del Espíritu, gradualmente trae muerte a lo que somos, y entonces resulta «amarga», ya que nos descubre la verdadera naturaleza de muchas cosas que antes habíamos acariciado, pero el separarnos de ellas nos produce crecimiento conforme a la semejanza de Cristo.
E. D.