Amós 3

Amos 3
 
Judá e Israel se dirigieron juntos como más cercanos a Dios y, por lo tanto, más responsables.
Después de haber especificado cada una de las naciones que se encontraron en el territorio prometido a Abraham, Dios se dirige a Judá e Israel juntos, a toda la familia que Él había traído de Egipto. Sólo Jehová sabía de todas las familias de la tierra; por lo tanto, los castigaría por sus iniquidades: un principio solemne pero muy simple. Si estamos en el lugar del testimonio, del testimonio de Dios, es necesario que este testimonio esté de acuerdo con el corazón y los principios de Dios, que no falsifique Su carácter, que nuestro caminar esté de acuerdo con nuestra posición. Y cuanto más inmediato sea este testimonio, más celoso estará Dios con respecto a Su gloria y nuestra fidelidad. El juicio comienza en Su casa. Si había maldad en la ciudad, era que Jehová había interferido en el juicio.1 Dos no pueden caminar juntos a menos que estén de acuerdo. Dos declaraciones importantes se adjuntan a este principio. Por un lado, si Dios interviene y hace oír su gran y terrible voz, hay una causa: por otro lado, Dios no actuaría sin advertir a su pueblo. Él no haría nada sin revelarlo a Sus siervos los profetas. Pero el león había rugido: ¿no deberían temblar? Jehová había hablado; El profeta no podía permanecer en silencio. Esta era la condición de Israel. Es a este último reino al que, por el momento, el Espíritu de Dios se dirige particularmente. No deberían quedar más que unos pequeños fragmentos de ellos, incluso como los bocados de un cordero que podrían sacarse de la boca del león después de haberlo devorado. Finalmente, al hablar aquí de Israel, Jehová especifica sus altares idólatras y declara que toda la gloria del pueblo perecerá. Podemos volver a notar, aquí, la forma en que el reino de Israel es tomado por todo el pueblo, aunque Judá es hablado y juzgado a su vez. (Ver versículos 9 y 12-14.)
(1. Aunque algunos lo tomen como un mal moral que llevaría a Jehová a interferir, entonces Jehová no hará nada).
Con la excepción de los dos primeros capítulos, que van juntos, cada capítulo de Amós es una profecía distinta.