2 Corintios 6

2 Corinthians 6
 
Luego, siguiendo con esto en el siguiente capítulo (2 Corintios 6), se muestran los verdaderos rasgos morales del ministerio cristiano, y el precio que tuvo a sus ojos. ¡Qué no se debe hacer y soportar por el bien de llevar a cabo dignamente esta ministración de Cristo aquí abajo! ¡Cuál debería ser el testimonio práctico de una justicia no adquirida por nosotros, sino dada gratuitamente por Dios! Tal es su carácter, según la obra de Cristo ante Dios y de Su redención; así que debemos “no ofender en nada, para que no se culpe al ministerio, sino en todas las cosas aprobándonos a nosotros mismos como ministros de Dios, con mucha paciencia, en aflicciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en encarcelamientos”. En todo lo que aplastaba a la naturaleza el Apóstol cumplió su misión. ¿Es el reproche de Cristo un requisito apostólico? ¿No deben compartirlo todavía Sus siervos? ¿No es cierto del primero al último?
Una vez más, al servir al Señor, hay dos maneras especiales en las que somos propensos a desviarnos. Algunos se equivocan por una estrechez indebida, otros por una laxitud perjudicial. De hecho, nunca es correcto ser estrecho, y siempre está mal ser laxo. En Cristo no hay licencia ni excusa para ninguno de los dos. Pero los corintios, como otros, estaban en peligro en ambos lados; porque cada uno provoca al otro. De ahí la súplica: “Oh corintios, nuestra boca está abierta para vosotros, nuestro corazón está ensanchado. No estáis estrechos en nosotros, sino que estáis estrechos en vuestras entrañas”. Estaba la precaución contra un corazón estrecho; pero ahora, contra un camino laxo, advierte: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué comunión tiene justicia con injusticia? ¿Y qué comunión tiene la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia tiene Cristo con Belial? ¿O qué parte tiene el que cree con un infiel? ¿Y qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos?” Así se abraza la responsabilidad individual así como corporativa. “Porque vosotros sois templo del Dios viviente; como Dios ha dicho, habitaré en ellos”.