Un Niño Campesino Cubano

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“Ven conmigo Olivio, pienso que te va a gustar, además, regalan caramelos.”
La invitación fue para una reunión evangelística para niños, la noche de un viernes, en un pequeño pueblo en Cuba, antes de los días del régimen de Castro. Olivio tenía catorce años, pero no sabía nada del amor de Dios para él. Vivía en el campo más o menos a seis km. del pueblo, y por supuesto tenía que ir caminando. No estaba con mucho interés, pero esos caramelos que el americano iba a regalar, eso sí, le llamaba la atención.
Pocas veces había tenido la oportunidad de tener un gusto así. Dedicarse a la agricultura donde él vivía significaba meramente una existencia miserable.
Olivio asistió y le gustaron los caramelos, pero también escuchó bien y le gustó lo que el americano les dijo de la Palabra de Dios, la Biblia. Después de asistir a algunas reuniones los viernes sabía que Dios le estaba hablando personalmente y que debía recibir al Señor Jesús como su Salvador.
Una noche, al empezar el largo viaje a casa, empezó una tempestad. Había rayos en forma repetida. Al principio no fue tan malo porque no estaba solo. A la mitad del camino tuvo la compañía de un hombre, su esposa y su hija. Ellos se habían convertido al Señor Jesús y por alguna razón se sentía seguro mientras caminaban juntos.
Pero después de despedirse se quedó sólo hasta llegar a su pequeña finca. Las tempestades con descargas eléctricas siempre son más peligrosas en el campo y esa noche había tantos rayos que parecía que el cielo se estaba iluminando permanentemente. Olivio no pudo recordar haberlo visto así jamás.
“Sería que es la voz de Dios hablándome a mí?”, musitaba Olivio. “Si lo es, sería mejor no esperar hasta llegar a casa. ¡Sería mejor recibir al Señor Jesús hoy mismo!”
Olivio se arrodilló en el camino donde estuvo y permitió que el Señor Jesucristo entrara en su corazón.
Al seguir su camino a casa entre los sembríos de maní y tabaco, los rayos continuaban, pero una felicidad le llenó su corazón y pronto estuvo sano y salvo en casa.
El misionero, el Sr. Jorge Walker, estaba muy contento de saber la buena noticia de Olivio y le regaló una Biblia con pasta dura. Olivio le daba vueltas a la Biblia, de gusto, porque nunca había tenido otra antes. Este era un verdadero tesoro, el mejor que había tenido en su vida. Siempre tenía cuidado de lavarse las manos antes de abrirla, y otras veces la guardaba cuidadosamente en una bolsa de papel.
Algunos meses más tarde, después de escuchar las enseñanzas de la Palabra de Dios y al leerla cuidadosamente, él mismo Olivio aprendió que los creyentes son bautizados.
Esto representó un problema para Olivio porque no había agua suficiente, por donde él vivía. El río y el océano estaban muy lejos. Entonces un día mientras estaba arando con una yunta de bueyes, los llevó al bebedero que estaba construido de piedra caliza. Medía siete pies de largo y cinco pies de ancho. El nunca había oído de nadie que hubiese sido bautizado en un bebedero, ¿pero no podían usarlo? El invitaría al misionero a venir a conocer este sitio tan diferente para un bautismo.
Pocos días después unos cincuenta creyentes y algunos curiosos se unieron al lado del bebedero de los bueyes para presenciar el bautismo de Olivio.
El empezó a testificar que vivía para el Señor de todo corazón. Sus familiares y vecinos escuchaban y se fijaban en su vida. Empezó a predicar al aire libre en un pueblo cercano donde era bien conocido y en algunos pueblos un poco más distantes. Fue un día maravilloso cuando su padre se entregó al Señor.
En los años siguientes Olivio llegó a ser un verdadero ganador de almas para Cristo.
Un día el Sr. Walker recibió una carta de un hombre que vivía a más de mil km. de distancia, que tenía deseos de escuchar el evangelio y quería que el misionero fuera a visitarlos. El misionero estaba muy ocupado y tampoco tenía dinero suficiente como para hacer el viaje, pero conversó el asunto con su amigo Olivio, quien ya tenía como unos veinte años de edad.
“Yo tengo cien dólares. ¿Podría ir yo?”
El misionero le dio a Olivio todo el dinero que él poseía y entre los dos tenía suficiente para pagar el viaje de Olivio.
¡La primera parte del viaje fue en avión, lo que fue una tremenda emoción para este campesino! El boleto, aunque parecía increíble, costaba menos que el viaje en autobús. Era una nueva aerolínea cubana que había recién comenzado a operar y por cuanto la gente estaba con miedo de viajar en avión la compañía había reducido sus tarifas para conseguir pasajeros.
Cuando Olivio bajó del avión todavía tenía mucha distancia que viajar y para hacerlo subió a un autobús. Este era un autobús sin costados, de modo que las personas podían llevar sus chanchos y pollos y alimentos también. Cuando este autobús llegó al final de su corrida a Olivio todavía le faltaba más o menos treinta km. para llegar a su destino, y tuvo que ir a pie.
Estos últimos km. eran realmente hermosos. Era un viaje sobre terrenos montañosos y escabrosos, pero Olivio era joven y fuerte y gozaba de todo. Tuvo que cruzar veintisiete ríos y riachuelos. Palmeras hermosas, y árboles de caoba aportaban hermosura al paisaje. Caminaba en un sector donde las gentes cultivaban café y cacao. También cultivaban mariguana y los forasteros viajaban en ese sector por sus propios riesgos. Fue un cansado pero feliz joven que finalmente llegó a su destino. Después de nueve horas de trepar por terrenos escabrosos. Al encontrar decenas de personas dándole una cariñosa bienvenida ansiosas de escuchar la Palabra de Dios por primera vez en sus vidas, pensaba que gozosamente hubiera hecho el viaje muchas veces.
En los días siguientes muchos fueron convertidos. Cuando el Sr. Walker acompañó a Olivio en su segunda visita encontró veinte creyentes ansiosos de ser bautizados.
Cuando Castro estableció un gobierno comunista en Cuba, Olivio sufrió mucho por causa de su fe en JesuCristo. Había tantas restricciones impuestas sobre los que predicaban el evangelio que Olivio sentía que tendría que salir de Cuba para ir a alguna parte donde podría servir al Señor libremente. Su plan fue descubierto por las autoridades antes de poder escapar y fue enviado a un campamento de trabajos forzados.
En el campamento los días eran duros y largos. Catorce a dieciséis horas diarias, cortando caña de azúcar con machete les proporcionaría un papelito que podrían cambiar en el comisariato por un poco de comida. No importaba cuan duras y largas eran las horas trabajadas, nunca había comida suficiente.
Algunas veces cerraban las escuelas por varias semanas y los estudiantes eran llevados en camiones a los campamentos. A menudo tuvieron que trabajar al lado de criminales y hombres perversos y algunos padres que tenían miedo por la seguridad de sus lindas hijas las acompañarían y eran considerados trabajadores ‘voluntarios’.
Indudablemente, Olivio encontró algunos momentos para compartir el evangelio, pero estaban celosamente observado y no había prácticamente nada de tiempo libre.
Cómo Olivio escapó de ese campamento el Sr. Walker no lo sabe, pero actualmente está viviendo y sirviendo al Señor en España. Recientemente recibió una carta de Olivio contándole de los maravillosos tiempos que está experimentando, compartiéndole las cosas del Señor Jesús con una gran conferencia bíblica allá en España con más de mil personas asistiendo.
Olivio, campesino de Cuba convertido en una noche arrodillándose en el camino rocoso, con el cielo iluminado por rayos, bautizado en el bebedero de bueyes,hoy día está sirviendo al Rey de Reyes, capacitado para hablar de Sus glorias en grandes auditorios.
Olivio anhela el momento de llegar a los Estados Unidos para ver el americano que le presentó la buena noticia de la salvación. Ha solicitado una visa, y está pidiendo a Dios que proveo los medios. Pero dondequiera que esté y a dondequiera que vaya, este campesino cubano está compartiendo las buenas noticias de la salvación.
¿Orarás por él?