Roca de la eternidad,
Que me abriste en tu bondad,
Es tu sangre, ¡oh Jesús!
Derramada en la cruz
El remedio eficaz
De mi culpa contumaz.
“No por obras” hay perdón,
Ni por celo o devoción;
No podrá sin fin llorar
Justificación lograr;
Por tu sangre es la expiación,
Sólo en ella hay salvación.
Por Ti hallado, ¡oh buen Pastor!,
Rescatado por tu amor;
Diste vida eterna a mí,
Vivo a Dios, ya acepto en Ti;
Mi justicia y mi salud,
Me das gracia en plenitud.
Mientras en el cuerpo esté
Ni el morir yo temeré;
Luego al verte, Salvador,
En tu trono de esplendor,
Tú serás mi gozo allí,
Roca abierta para mí.