Otros Problemas

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Al ir creciendo los niños, crearán muchos problemas a sus padres cristianos que procuran criarlos en “disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4). La educación pública obligatoria crea algunos de estos, e intensifica otros, porque las escuelas y los profesores no son nada más que una parte del mundo que está madurándose rápidamente para el juicio. Todo el sistema de educación escolar está acomodado al mundo—al mundo que “está puesto en maldad” (1 Jn. 5:1919Then answered Jesus and said unto them, Verily, verily, I say unto you, The Son can do nothing of himself, but what he seeth the Father do: for what things soever he doeth, these also doeth the Son likewise. (John 5:19)).
Es evidente que los padres no pueden salirse del mundo con sus hijos, así es que tendrán que afrontar las condiciones tal como están; pero Dios puede ayudarles y enseñarles cómo afrontar las exigencias del camino. Una cosa que ayudará a los padres en estos problemas es el tener un entendimiento claro de las influencias básicas que operan en las escuelas; entonces con la ayuda del Señor podrán fortalecer a sus queridos hijos en contra de las embestidas del enemigo.
La incredulidad y la falta de confianza en Dios están muy de moda. Desde las escuelas primarias, hasta las universidades (donde la tendencia es más fuerte), a los hijos se les inocula el veneno de la infidelidad y aun en forma descarada. Para afrontar este peligro, el primer paso de parte de los padres es dedicarse a la oración a Dios a fin de que sus hijos no sean mal influenciados por aquello. Luego los hijos deberán aprender a respetar la Palabra de Dios, como es en verdad, la PALABRA DE DIOS; y mientras deben respetar a sus maestros, a la vez deberán aprender que todo lo que es contrario a la Palabra de Dios, es malo. Hay un versículo en Isaías 8:20 que ellos deben aprender: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.”
Los maestros podrán hablar con exactitud sobre problemas de aritmética o sobre muchas otras materias; pero si hablan contrario a la Palabra de Dios, los tales no tienen ni siquiera un poco de luz. Aquellos que niegan a Dios, o ponen en tela de juicio que la Biblia sea la Palabra de Dios, o enseñan cualquier cosa contraria a su revelación de la creación, están en tinieblas. No hay tal ser como un hombre prehistórico, porque Adán fue el primer hombre y tenemos escrita su historia. Tampoco es el hallazgo de “evidencias” de lo que ellos llaman un “hombre primitivo” una prueba de que el hombre fue evolucionando a perfección, sino una prueba de que el hombre cayó de la condición en la cual fue colocado primeramente por Dios. El “hombre de la caverna” no es prueba de la evolución sino la de retroceso—no es el hombre desarrollándose hacia un nivel más alto, sino el hombre caído y bajo el poder del enemigo en alejamiento de Dios.
Un niño arraigado y fundado en la verdad de Dios, como se revela en las Sagradas Escrituras, no se podrá mover fácilmente por la incredulidad enseñada en la escuela pública. Pero los padres tienen la gran responsabilidad de fortificar a sus hijos en contra de las mentiras del enemigo.
Otro grave peligro que acecha a los hijos de cristianos es la inmoralidad: está de moda hasta un grado alarmante en las escuelas y en las universidades. Las así llamadas “naciones cristianas” están cayendo rápidamente por el mismo camino seguido por los hombres del antiguo Imperio Romano donde prácticamente la virtud no existía. El nivel de la moralidad del mundo ha bajado mucho en las últimas décadas de este siglo. Un siervo del Señor ha dicho que “el mundo está regido por dos cosas—sus concupiscencias y lo que mejor parece a las masas.” A medida que la opinión popular declina moralmente y las cosas anteriormente evitadas con disgusto y repulsión, son aceptadas comúnmente, sólo le queda al hombre sus depravadas concupiscencias para guiarle.
Bien podemos temblar al ver a los niños puros y sencillos arrojados a tan malos contactos en las escuelas, pero aquí también la enseñanza que reciben en el hogar y en la asamblea cristiana deberá fortalecerles en contra de la conducta inmoral e indecente. Nada resultará en bien por ignorar los hechos; es mejor afrontarlos. Es preciso enseñar a los hijos de los cristianos que sus cuerpos son para el Señor, para lo que es decoroso. Con su curiosidad natural están propensos a aprender de sus condiscípulos cosas que son impuras; por lo tanto es muy importante que los padres preparen a sus preciosos niños para resistir a las influencias malvadas.
Satán, el dios de este siglo, ha ido preparando esta era moderna a volver a los actos degradantes de Sodoma y Gomorra. A los niños no se les enseña la modestia, sino más bien una total tendencia en la manera de vestirse y en el comportamiento es hacia la relajación y el hundimiento del decoro. No es que nosotros aboguemos por la gazmoñería, pero los padres cristianos deben cuidar de instruir a sus hijos a cómo deben conducirse a sí mismos con respecto a la modestia y a la discreción; pues el mundo jamás ha podido establecer las normas para los hijos de Dios.
El tercer gran peligro del sistema actual de educación es su táctica de enseñar a nuestros hijos a hacerse grandes en este mundo. Esto en todos los aspectos está opuesto a la vocación celestial y al carácter del cristiano. En el mundo se enseña a los niños a ensalzarse y a superar social y económicamente, en cada campo de actividad, pero nuestra meta debe ser procurar pasar por este mundo sin contaminación, poniendo “los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús; el cual ... sentóse a la diestra del trono de Dios” (He. 12:2). Es necesario adquirir ciertos conocimientos en este mundo, y algunas ocupaciones precisan de preparación especial, mas para el cristiano, su educación en cualquier medida que sea necesaria, debe ser subordinada al propósito de glorificar a Dios mientras él transita por este mundo impío. Pero esto no debe usarse nunca como un trampolín para encumbrarse en este mundo en que nuestro Señor fue rechazado. Es poco menos que una traición contra el Señor el procurar hacernos grandes en la casa de Sus enemigos. Es sano recordar que mientras más nos elevemos en este mundo, más nos acercamos al dios y príncipe de él, el diablo. Es mucho más fácil andar con Dios de una manera modesta, quieta y sin pretensiones, que ocupar un puesto de importancia en este mundo. ¡Ojalá que los cristianos anduvieran como anduvo Cristo!
Al considerar que debemos proteger a nuestros hijos en contra de la filosofía mundana que les animaría a ellos a hacerse grandes en el mundo que aborreció, y continúa de espaldas a nuestro Señor, conviene que les aconsejemos y ayudemos a escoger una ocupación apropiada para su sostén económico. Es un paso muy importante y precisa de la sabiduría y dirección divinas, mediante mucha oración. Asimismo valen mucho la experiencia y el discernimiento de los padres en señalar el debido camino para los hijos. Hay muchas ocupaciones que no convienen a los cristianos y resultan en gran pérdida espiritual. Hay que amonestar a los hijos e hijas que no emprendan tales carreras. Luego hay otras ocupaciones que podrán ser satisfactorias en sí, pero que no concuerdan con el temperamento y el gusto del joven. Es necedad procurar hacer un contador de un joven que no tiene aptitud para los números, o hacer un hombre de negocios de un hijo cuya aptitud es para la agricultura. Hay personas que pueden trabajar bien con las manos y que no podrían tener éxito en otra cosa alguna. No hay nada deshonroso en el trabajo manual. Algunas personas han sufrido muchos problemas en su vida por motivo de haber emprendido algo para lo cual no estaban capacitadas.
Es bueno cuando un creyente puede encontrar el medio de ganar el pan cotidiano en una vocación en la cual puede quedarse con Dios. Y sea lo que fuere—negocios, profesión o trabajo manual—debe ser solamente un medio de ganar la vida mientras pasamos por este mundo; nuestro interés principal debe ser el hacer todo para la gloria de Dios.
Hay un principio traidor que a menudo obra en el corazón de los padres cristianos, y es el de buscar grandes cosas para sus hijos. A menudo ellos mismos están contentos de pasar por el mundo con poco de sus bienes, pero procuran con grandes sacrificios ayudar a sus hijos a alcanzar alturas elevadas. Al profeta Jeremías se le instruyó que hablara a Baruch de esta manera: “¿Y tú buscas para ti grandezas? No busques” (Jer. 45:55And seekest thou great things for thyself? seek them not: for, behold, I will bring evil upon all flesh, saith the Lord: but thy life will I give unto thee for a prey in all places whither thou goest. (Jeremiah 45:5)). Preguntémonos: “¿Buscaremos grandezas para nuestros hijos? No las busquemos,” sino más bien procuremos que ellos vivan en este mundo con piedad y contentamiento, honrando a Dios y glorificando a Cristo. Un querido padre cristiano que impulsó a sus hijos a alcanzar profesiones óptimas, más tarde vio para tristeza suya que fue para su gran pérdida y perjuicio espiritual, y se le oyó lamentar por un hijo, diciendo: “Desearía mejor que estuviese barriendo las calles de la ciudad.”
Lot tal vez deseaba para sus hijos las ventajas que Sodoma ofrecía, pero fue para su destrucción. Cuántos padres han llevado a sus hijos al mundo, y cuando se dieron cuenta de lo que sucedió (pues esos pasos errados a veces son casi imperceptibles al principio), procuraron sacarlos, pero encontraron que ya era imposible. Lot y su familia vivían en Sodoma. Él perdió algunos de sus hijos allí y aquellas que fueron salvos “como por fuego” fueron una vergüenza y una deshonra para él. ¡Oh, que los padres cristianos puedan darse cuenta del peligro que hay en el mundo para sus hijos, y empleen todo cuidado de protegerlos e instruirles de qué manera deben vivir!
Otro problema que a menudo se encuentra en la edad escolar es si deben unirse, o no, con las organizaciones en donde los inconversos y los creyentes se unen para un propósito común, u obedecer el mandamiento del Señor: “No os juntéis en yugo con los infieles [los inconversos]” (2 Co. 6:14). Esta amonestación se dirige a todo cristiano y abarca todas las fases de la vida. A menudo se hace mucha presión a los niños en las escuelas a que se unan a alguna organización, o “club,” y luego se les insta a los padres que consientan. Citamos el consejo de un siervo del Señor dado a un joven cristiano. Le dijo: “Le voy a dar un consejo que si lo sigue le conservará de muchas dificultades: NUNCA SE UNA A NINGUNA COSA.” Este es un consejo sano. (Nota del redactor: el cristiano es unido a Cristo por el Espíritu Santo, y por el mismo Espíritu a todos los demás creyentes—1 Co. 6:17; Ro. 12:5; 1 Co. 12:27, etc. La iglesia es Su cuerpo—Ef. 1:23; Col. 1:1818And he is the head of the body, the church: who is the beginning, the firstborn from the dead; that in all things he might have the preeminence. (Colossians 1:18). En la esfera humana natural la familia es la unidad formada por Dios. En la esfera espiritual la iglesia es la unidad formada por el Espíritu de Dios. Si los cristianos estuviesen conscientes de que pertenecen, todos, a una unidad divina y perfecta creada por Dios, no formarían organizaciones religiosas independientes las unas de las otras, sino más bien reconocerían prácticamente que Dios creó un organismo vivo y perfecto: la iglesia íntegra unida a Cristo, su todo suficiente Cabeza y Señor.)
El mundo dice: “En la unión está la fuerza,” y es por medio de las asociaciones y organizaciones que el mundo funciona; pero el cristiano que obedece a la Palabra de Dios evadirá toda y cualquier unión con los incrédulos para cualquier propósito, aun los propósitos loables, tales como la filantropía y la religión. La fidelidad en esta separación podrá costar algo, pero el que les llama a salir y estar apartados, también dice: “Yo os recibiré, y seré a vosotros Padre ... dice el Señor Todopoderoso” (2 Co. 6:17-18). En otras palabras, él que nos exhorta: “Apartaos,” promete: “Yo haré la parte de un padre y os cuidaré; y recordad que yo puedo hacerlo porque soy el Dios Todopoderoso.” “Mejor es esperar en Jehová que esperar en hombre” (Sal. 118:8). Es mejor tener la aprobación del Señor que la ayuda y el favor del mundo.
En los días de Josué los israelitas estaban en gran peligro de servir a los ídolos de los paganos; así como hoy en día los cristianos son tentados a servir al mundo y sus miras. Pero Josué resumió la cuestión en unas cuantas palabras y lo puso ante ellos de una manera muy directa. Colocó a Jehová el Dios de Israel en el centro, y todos los ídolos a un lado, y les dijo a los israelitas: “Escogeos hoy a quien sirváis.” Ellos iban a servir al uno o a los otros. El mismo Señor dijo: “Ningún siervo puede servir ... a Dios y a las riquezas” (Lc. 16:13). Ojalá que haya más hombres de fe como Josué, que puedan decir por sí mismos y por sus familias: “Yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos. 24:1515And if it seem evil unto you to serve the Lord, choose you this day whom ye will serve; whether the gods which your fathers served that were on the other side of the flood, or the gods of the Amorites, in whose land ye dwell: but as for me and my house, we will serve the Lord. (Joshua 24:15)). Quiera el Señor concedernos a todos este propósito de corazón por una parte, y un gran sentimiento de nuestra propia debilidad por la otra parte, de tal manera que dependamos nosotros y nuestras familias de Él para obtener su ayuda para “andar de tal manera que agrademos a Dios.”