Los Primeros Pasos

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Los jóvenes cristianos precisan de mucho cuidado al escoger a sus compañeros. Todos somos más o menos influenciados por el mundo en nuestro derredor. Por lo tanto no conviene juntarnos con los que nos pueden conducir por caminos malos.
Leemos acerca de los apóstoles que “sueltos, vinieron a los suyos” (Hch. 4:23). ¿Quiénes eran los suyos? Los cristianos, por supuesto. En aquel entonces, como ahora, los creyentes eran la minoría: estaban rodeados por los judíos por un lado y por todo el mundo pagano por el otro, pero esos cristianos primitivos deseaban juntarse solamente con los suyos.
Por lo común, tenemos que mezclarnos con los inconversos en la escuela, en el trabajo o en el desempeño de otros deberes diarios, pero no es necesario tener compañerismo social con ellos. Siempre será peligroso.
Tampoco es necesario decir que si un joven no tuviese amistad con una muchacha no salva, no llegaría a casarse con ella. Y si una hermana nunca aceptase las atenciones de un joven no salvo, tampoco llegaría a casarse con él. Nunca daremos demasiado énfasis sobre la vital importancia de no dar el primer paso en el mal camino. Si no hay el primer paso, no habrá el segundo, el tercero y luego el matrimonio en yugo desigual.
El cristiano (la cristiana) puede caer en dicho lazo como se enreda la mosca en la sutil tela delicada de araña, y luego, por no matar a disgustos a la otra persona que ya ama, ha escogido deliberadamente desobedecer a Dios.
Cristianos jóvenes, y todos, con sincera amonestación les rogamos que tengan mucho cuidado del primer paso que pueda conducir al matrimonio en yugo desigual y que pueda llevaros lejos del Señor.