La Institución Del Matrimonio

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“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; haréle ayuda idónea para él” (Gn. 2:1818And the Lord God said, It is not good that the man should be alone; I will make him an help meet for him. (Genesis 2:18)). En el tiempo en que se hizo esta declaración, Dios ya había preparado esta tierra (y el cielo) de manera idónea en todo para el hombre. La tierra seca, el agua, el sol, la luna, y las estrellas: todos ocupaban sus lugares respectivos. La vegetación, las plantas, los árboles frutales, estaban todos dispuestos tanto para la comodidad como para la necesidad de sus criaturas; mientras que los peces, las aves y las bestias fueron creados para sus propias esferas. Todo esto se describe en Génesis capítulo 1.
A la cabeza de esta bella creación, Dios colocó al hombre al cual Él había creado. Todo estaba sujeto a Adán: él era su señor por ordenación divina. Su señorío fue expresado en que puso nombres “a toda bestia y ave de los cielos y a todo animal del campo.” Pero en medio de toda su bendición y dominio había una, y solamente una cosa que le faltaba: “para Adán no halló ayuda que estuviese idónea para él” (Gn. 2:2020And Adam gave names to all cattle, and to the fowl of the air, and to every beast of the field; but for Adam there was not found an help meet for him. (Genesis 2:20)). No había nadie que pudiera ser su compañera, ningún ser en el cual verter los afectos de su corazón; ni había quién compartiera con él su dominio.
Dios notó lo único que faltaba para la felicidad de Adán, y dijo: “Haréle ayuda idónea para él.” No había que descuidar nada que completase el ambiente de la bendición del hombre; así que Dios creó a la mujer y se la trajo a Adán. Luego la boca de Adán se abrió para hablar de manera que no había hecho antes.
Esto, entonces, fue el principio de la institución del matrimonio: fue el plan divino provisto por Dios para su criatura—el hombre. El que quiera corromper esta unión es culpable de hacer afrenta a Dios, y el que desprecia la relación desprecia al Dios que la estableció.
Cuando se le preguntó al Señor Jesús acerca de la legalidad del divorcio, Él llevó a sus interrogadores hasta el principio. Ellos adujeron a su favor que Moisés les permitió despedir a sus esposas, y el Señor confirmó que eso era la verdad, pero les dijo que era por causa de la dureza de sus corazones que Moisés escribió tal precepto, y añadió: “pero al PRINCIPIO de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y su madre, y se juntará a su mujer. Y los que eran dos, serán hechos una carne: así que no son más dos, sino una carne. Pues lo que Dios juntó, no lo aparte el hombre” (Mr. 10:6-9). Y en el relato escrito en Mateo capítulo 19, al hablar del divorcio, Él dijo: “mas al PRINCIPIO no fue así” (v. 8).
Si queremos tener los pensamientos divinos acerca del matrimonio y del divorcio, hay que referirnos al principio, a lo que Dios estableció. No los obtendremos de la opinión y práctica mundial.
Ni la poligamia ni la poliandria ha estado de acuerdo con el propósito de Dios: Él no hizo dos esposas para Adán, ni hubo dos esposos para Eva. Estas prácticas son males que vinieron por medio del hombre. La primera vez que se mencionó la poligamia fue en la historia de la familia de Caín, quien salió de la presencia del Señor y se estableció como morador en la tierra: Lamec, su descendiente de la quinta generación, tomó dos mujeres (Gn. 4:1919And Lamech took unto him two wives: the name of the one was Adah, and the name of the other Zillah. (Genesis 4:19)). Ha sido la luz de la cristiandad la que muestra que sólo la monogamia (tener una sola esposa) está de acuerdo con la voluntad de Dios (véase Mt. 19:4-8; 1 Co. 7:2; 1 Ti. 3:2). La influencia de esta luz logró que en una gran parte del mundo la gente deje de cometer aquellas malas prácticas, al menos abiertamente.
Ahora, antes de terminar el tema de la institución del matrimonio, vamos a notar algo de la importancia más profunda: a saber, Dios estaba contemplando que su Hijo tuviera una esposa. Esto es evidente de la manera en que Eva fue creada: no fue de la misma manera que Adán. Para que Adán pudiera tener a su esposa, “Dios hizo caer sueño sobre Adán,” una figura de la muerte que nuestro bendito Señor padeció. Luego Jehová Dios “tomó una de sus costillas” (tal vez otro símbolo de la muerte) “y cerró la carne en su lugar; y de la costilla ... hizo una mujer, y trájola al hombre.” Así que “dijo Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne” (Gn. 2:21-2321And the Lord God caused a deep sleep to fall upon Adam, and he slept: and he took one of his ribs, and closed up the flesh instead thereof; 22And the rib, which the Lord God had taken from man, made he a woman, and brought her unto the man. 23And Adam said, This is now bone of my bones, and flesh of my flesh: she shall be called Woman, because she was taken out of Man. (Genesis 2:21‑23)).
Qué pensamientos de afecto y de cuidado debiera haber tenido Adán al contemplar a Eva—por haber podido tener a la cual había pasado por ese sueño, y con toda probabilidad llevó en su cuerpo las marcas de esa operación. Ella era realmente una parte de él. ¡Cuán diferentes habrían sido sus pensamientos acerca de ella, si ella hubiera sido creada por Dios enteramente aparte de Adán!
Todo esto trae ante nosotros las profundidades a las cuales el Señor Jesús descendió en Su amor para con nosotros, Su pueblo redimido, que Él ha de presentar pronto a Sí mismo como Su esposa intachable.
Y hoy el Espíritu Santo de Dios está en este mundo tomando de los gentiles un pueblo para Su nombre, la esposa de Cristo. ¿Ha sido conquistado el corazón del lector por el cual también Cristo murió, y resucitó?