La Bondad Y La Misericordia

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“Catalina, ¿alguna vez has visto la bondad y la misericordia?” El señor Morgan misionero en Colombia, América del Sur, acababa de regresar de un viaje, a caballo, de varios pueblos y aldeas cercanas, donde había estado repartiendo tratados y porciones bíblicas. Después de cuidar de su caballo había entrado en la casa, cubierto de polvo, y cansado, pero con una sonrisa en la cara, al preguntar a su esposa, “¿alguna vez has visto la bondad y la misericordia?”
“No, creo que no”, contestó pensativamente la Sra. Morgan, “pero por la sonrisa en tu cara veo que por alguna razón me estás haciendo esta pregunta. ¿Tú la has visto?”
“¡Ya lo creo! Las he visto hoy. Para decir verdad no las reconocí inmediatamente, pero de veras las vi.”
Entonces el Sr. Morgan, relató los acontecimientos del día. Al llegar al centro de cierta aldea pequeña había desmontado, dejando a su caballo a un lado, y empezó a caminar alrededor del parque, repartiendo folletos a personas que estaban descansando sobre las bancas o agrupadas por aquí y por allá.
De vez en cuando tuvo la oportunidad de pronunciar unas pocas palabras a alguien que parecía tener interés, pero no demoró mucho porque sabía que tarde o temprano alguien estaría sospechoso de sus tratados evangélicos, entonces tendría problemas.
Ni bien, había caminado por la mitad del parque, cuando vio que se habían congregado muchas personas con actitud hostil y se encaminaban hacia él. Mientras apresuraban sus pasos hacia él, empezaron a recoger piedras de las calles empedradas, donde siempre había abundancia de piedras sueltas para una pelea callejera.
Su primer impulso fue el de lanzarse a la carrera hasta el otro lado del parque donde estaban su caballo. Sin embargo, al tomar el primer paso encontró dos niños indios de ojos obscuros que lo tomaban firmemente de sus pantalones. Cada niño extendía sus manos sucias, rogando al Sr. Morgan que les diera folletos de los que tenía en sus manos, era algo gratis y ellos los querían.
Desde la muchedumbre salieron gritos de ira, ordenando a los niños, “¡vengan pronto!”, para evitar que las rocas y piedras que iban dirigidas al misionero les alcanzaran. Pero los niños se sujetaban aún más.
Fue en aquel momento en que el Sr. Morgan se dio cuenta de que Dios estaba usando a estos dos pequeñitos para protegerlo.
Manteniendo los folletos apenas fuera de su alcance empezó a caminar lenta y firmemente hacia donde se encontraba su caballo. La muchedumbre amenazante le siguió, con gritos de advertencia a los niños agarrados a sus piernas. Cuando le quedaba poca distancia que caminar, rápidamente sacudió a los dos pequeñitos, y se lanzó sobre su caballo. Mientras galopaba, una lluvia de piedras cayó detrás de él sin hacerle daño alguno.
“Así que”, dijo él, sonriente a su esposa: “Vi hoy la bondad y la misericordia en forma de dos niñitos sucios y andrajosos que Dios usó para evitar que otros me hicieran daño. Yo no sé en que forma se presentarán la bondad y la misericordia mañana, pero hoy eran dos niñitos indios.”
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.
(Salmo 23:6)