Deuteronomio 34

Deuteronomy 34
 
En Deuteronomio 34 Moisés sube a la cima de Pisgah, y allí Jehová le señala la tierra en detalle. Era imposible que la falta de Moisés pudiera ser menospreciada sin debilitar la autoridad de la ley. Ciertamente había justicia en los caminos de Dios; pero esto no obstaculizó en el menor grado la perfección del amor a Moisés. Era parte de su gobierno castigar su culpa: su gracia a Moisés permaneció entera. Si hubiera sido posible, de acuerdo con los caminos de Dios (que no lo fue), que Moisés hubiera entrado en la tierra, ¡qué dolor le dolió a Moisés haber visto la infidelidad de su pueblo, su menosprecio de su ley, su conquista imperfecta del enemigo, su disposición a volver a la iniquidad y la idolatría incluso en esa tierra! ¿Se puede comparar esto con la bendición de mirarlo desde el lado de Jehová, no verlo en manos del hombre, rescatado imperfectamente de los cananeos, sino Dios mismo llamándolo ya la tierra de esta tribu y de aquella, y así dar el corazón de Su siervo para mirar al momento en que ningún cananeo debería estar en la tierra?
La fe siempre tiene la mejor porción.
(*Literalmente “el ojo” de Jacob.)
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