Comunión

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Significa ser “partícipes en conjunto” de aquello que las partes involucradas tienen en común (1 Corintios 10:16). Los creyentes en el Señor Jesucristo han sido traídos a la “comunión” con el Padre y el Hijo (1 Juan 1:3), con el Espíritu Santo (2 Corintios 13:14) y unos con los otros (1 Juan 1:7). Así, permaneciendo juntos en esta comunión, Dios y Su pueblo tienen corazones entrelazados en reflexión inteligente, en objetivo, en propósito, en deseo y en afecto con respecto a todas las cosas pasadas, presentes y futuras. Si nuestros pensamientos e ideas no están de acuerdo con la mente de Dios, entonces estamos sin comunión con Él, en lo que se refiere a esos temas.
Comunión de este tipo no aparece en la Escritura sino hasta después de que fue consumada la expiación, con lo cual Dios sale en busca del hombre, en gracia, para formar una relación con los creyentes a la luz de la plena revelación de la verdad. Los santos del Antiguo Testamento, como Abraham, tenían comunión con Dios, pero no de la manera en que los cristianos conocen la comunión con Dios por la morada interior del Espíritu. H. M. Hooke dijo: “La primera vez que ella [la comunión] ocurre en el Nuevo Testamento es en Hechos 2:42. ¿Por qué no la vemos antes? Porque hasta que la vida eterna no fue revelada, manifestada, y comunicada no podría haber tal cosa como la comunión. ¿Cómo podía Dios llevar a personas a tener comunión Consigo mismo hasta que Él pusiese fuera sus pecados? No fue hasta que Cristo murió, resucitó y fue al cielo, y que el Espíritu Santo descendió, que se tiene esa palabra” (The Christian Friend, vol. 12 [1885], p. 234).
En la Escritura, la comunión cristiana (1 Corintios 1:9; Hechos 2:42-47) trata más que nada del estar juntos. Implica estar “congregados” al nombre del Señor Jesucristo (Mateo 18:20), “juntos” para partir el pan (Hechos 20:7), “congregados” para la oración (Hechos 4:31, 12:12; Romanos 15:30), “juntados” para el ministerio de la Palabra (Hechos 11:26; 1 Corintios 14:23), “juntando la multitud” para acciones administrativas (Hechos 15:30; 1 Corintios 5:4), estando “juntos” para ser mutuamente confortados y animados (Romanos 1:12), caminando “unidos” en una misma mente y un mismo parecer (1 Corintios 1:10) y siendo “coadjutores” en el servicio del Señor (1 Corintios 3:9; 2 Corintios 6:1).
Todo esto se basa en el hecho de que somos vivificados “juntamente,” resucitados “juntamente” y sentados “juntamente” en Cristo (Efesios 2:5-6) y también porque fuimos bien “compaginados” (Efesios 2:21) y edificados “juntamente” para morada de Dios en la tierra (Efesios 2:22). En breve seremos “recogidos,” y así reunidos con Él (2 Tesalonicenses 2:1), seremos glorificados “juntamente” con Él (Romanos 8:17), y finalmente viviremos “juntamente” con Él (1 Tesalonicenses 5:10).