Abdías: La ira de Dios con Babilonia y Edom

Obadiah
 
El Señor no necesita más. Él tiene una palabra para Edom debido a esto, y la pronuncia a través de Abdías. Porque la controversia de Dios con los gentiles es esta, que en el día en que Él estaba enojado con Su pueblo, ellos habían ayudado a adelantar la aflicción. Esto lo leemos en Zacarías 1:15. ¡Cuánto más, entonces, podemos esperar encontrarlo enojado con Edom, el hermano de Jacob, por mirarlo en el día de su calamidad!
Y el Señor de los ejércitos está celoso de Jerusalén con gran celos. Porque Sión es Su puesta en la tierra; Él ha vinculado Su nombre con Israel. “Israel es la suerte de Su herencia”. Él es “el Dios de Israel”. El desprecio de ese pueblo es, por lo tanto, desprecio de Su gloria y desafío a Su poder. En consecuencia, Babilonia y Edom bien pueden juntarse, como lo están en el Salmo 137: 7-8. Edom se regocijó en la ruina que Babilonia trajo. Nimrod y Esaú pueden ser rastreados en el mismo campo, cazadores ante el Señor; el uno el audaz deferente del Dios del juicio, el otro el profano despreciador del Dios de bendición. Babilonia nunca es restaurada, ni tampoco Edom. El juicio de la piedra de molino espera a uno, las desolaciones perpetuas al otro (Jer. 51; Ezequiel 35). Nimrod de los lomos de Cam, y el circuncidado Esaú, que viene incluso de Abraham según la carne, pueden estar juntos como en el mismo pozo.
Seguramente podemos decir de nuevo que esta imposición de manos sobre Israel, esto a pesar y el odio a Sión, ya sea por el asirio, por Babilonia, por Edom, o cualquier otro, es un acto audaz, que revela desprecio y desafío a Dios mismo, porque Dios estaba con Israel. Como lo expresa Ezequiel, “el Señor estaba allí”. (Véase Ezequiel 35:10.) Y este hecho los enemigos de Israel deberían haber sentido. Aun cuando hubieran sido empleados como vara del Señor sobre Su pueblo, habrían ejecutado su comisión bajo el sentido de lo que Israel era o había sido; solo en el espíritu de los marineros y el capitán del barco, cuando estaban arrojando a Jonás al mar. Pero esto no fue así. El asirio había dicho una vez: “¿No haré yo, como he hecho con Samaria y sus ídolos, así con Jerusalén y sus ídolos?” El caldeo había “traído los vasos de la casa de Dios a la casa del tesoro de su dios”. Y ahora el edomita “entró por la puerta del pueblo de Dios en el día de su calamidad.Y seguramente todo esto fue según el patrón del Egipto apóstata en los primeros días, que dijo: “¿Quién es el Señor para que obedezca su voz para dejar ir a Israel?”
Así ha sido, y así será, como el juicio del Hijo del Hombre en el día de Su trono de gloria nos permite aprender: “En cuanto no lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, no me lo hicisteis” (Mateo 25:40).