6) Obedecer toda institución humana

Ahora vayamos a 1 Pedro 2:13-15: “Someteos, por causa del Señor, a toda institución humana, ya sea al rey, como autoridad, o a los gobernadores, como enviados por él para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen el bien. Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis enmudecer la ignorancia de los hombres insensatos” (LBLA). Aquí tenemos de nuevo la voluntad de Dios para nuestras vidas. ¿Y cuál es? ¡Es someternos a toda institución humana por causa del Señor! Esto podría ser cualquier ordenanza que constituye las leyes del país. Podría ser pagar nuestros impuestos, mantenernos dentro del límite de velocidad, o lo que sea; Dios quiere que guardemos toda institución humana. Es Su voluntad. Así que, si quieres hacer la voluntad de Dios, ¡no sobrepases el límite de velocidad! Y no estoy hablando de cuando sin querer sobrepasas el límite un poquito, sino me refiero a cuando hay un desprecio intencional de esa ordenanza. Mi tío solía decir: “Cuando te das cuenta de que has sobrepasado el límite, ¿qué haces? ¿Sigues conduciendo a esa velocidad? ¿O la reduces?” Se ha dicho, y probablemente sea cierto, que el último miembro de nuestro cuerpo en santificarse es el pie derecho.
Una vez conocí a un hermano que volvía a casa del culto y la policía lo detuvo por exceso de velocidad. Cuando el policía lo miró y se dio cuenta de que llevaba un traje, le preguntó dónde había estado, porque la gente no suele vestirse así los domingos. El hermano le dijo que había estado en una reunión bíblica, en realidad acababa de salir del partimiento del pan. El policía le dijo: “Pues no has aprendido nada, ¿verdad?”. Incluso el mundo sabe que, como cristianos, debemos cumplir la ley. Es la voluntad de Dios.