4) Andar en santidad

Vayamos a 1 Tesalonicenses 4: “Resta pues, hermanos, que os roguemos y exhortemos en el Señor Jesús, que de la manera que fuisteis enseñados de nosotros de cómo os conviene andar, y agradar á Dios, así vayáis creciendo. Porque ya sabéis qué mandamientos os dimos por el Señor Jesús. Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación: que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su vaso en santificación y honor; no con afecto de concupiscencia, como los Gentiles que no conocen á Dios: que ninguno oprima, ni engañe en nada á su hermano: porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y protestado. Porque no nos ha llamado Dios á inmundicia, sino á santificación. Así que, el que menosprecia, no menosprecia á hombre, sino á Dios, el cual también nos dió su Espíritu Santo”. Aquí tenemos otra parte de la voluntad de Dios para nuestras vidas: que andemos en santidad. Él quiere que vivas una vida de santidad práctica. Los pecados de los que Él está hablando aquí son inmoralidad, fornicación, y en el versículo 6, creo que alude al adulterio. Estos son pecados que están por todas partes en este mundo, y Dios no quiere que Su pueblo esté involucrado en ese tipo de cosas. Él quiere que tengamos una vida santificada, una santificación práctica. Esto es, perfeccionar la santidad mientras andamos en el sendero a la gloria.
Puedes decir: “Bueno, yo nunca he cometido ese tipo de pecado”. Sin embargo, dice en el verso 5, “No con afecto de concupiscencia”, que es el deseo apasionado y lujurioso. Puede que no hayas entrado en el acto de inmoralidad, y damos gracias a Dios por ello, pero ¿qué hay de la concupiscencia que está detrás de ello? Hay muchos que tienen la lujuria, pero solo les falta la oportunidad para actuar. Él muestra aquí que estas cosas no deben estar en la vida del cristiano. Él quiere que sepamos cómo poseer nuestro vaso en “santificación y honor”. Y eso significa que no sólo nos abstengamos del acto, sino también de la lujuria que hay en el corazón.
En los versículos 6 a 8 nos da la razón de por qué estas cosas deben ser absolutamente evitadas. Existe tal cosa como el gobierno del Padre. El juzga a Su pueblo trayendo disciplina a sus vidas, si es necesario, para que sean enseñados a no persistir en un curso de pecado. El juicio gubernamental de nuestro Padre es algo que debemos temer en nuestras vidas (1 Pedro 1:1717And if ye call on the Father, who without respect of persons judgeth according to every man's work, pass the time of your sojourning here in fear: (1 Peter 1:17)). Debemos recordar que cada acto de disciplina que Él permite en nuestras vidas proviene de un corazón de amor que se preocupa tanto por nosotros que no nos dejará seguir nuestro propio camino. También habla del hecho de que, como cristianos, tenemos un Huésped divino —el Espíritu Santo— que habita en nosotros. Nuestros cuerpos son “templo del Espíritu Santo” (1 Corintios 6:1919What? know ye not that your body is the temple of the Holy Ghost which is in you, which ye have of God, and ye are not your own? (1 Corinthians 6:19)) y, por lo tanto, debe mantenerse en santidad práctica. Si somos descuidados en cuanto a nuestro andar y nuestros caminos, entristeceremos al Espíritu Santo. Perderemos la obra del Espíritu de Dios en nuestra vida para nuestra bendición. Su obra, más bien, será ocuparnos con nuestro curso obstinado, y llevarnos a juzgarlo.
Ahora bien, la santificación práctica se aplica a todos los aspectos de la vida cristiana, no sólo a los grandes pecados. Es la voluntad de Dios que vivamos una vida cristiana santificada. Si vamos a tener poder con aquellos a quienes queremos testificar, ¡entonces necesitamos tener una vida que lo respalde! Los hombres de Gedeón tenían dos cosas en sus manos: una trompeta, y una lámpara. Es una figura del doble testimonio del hijo de Dios: el testimonio que hablamos, y el testimonio que vivimos. La trompeta corresponde al testimonio que hablamos, y la lámpara habla del testimonio que vivimos. Tiene que haber un balance consistente entre los dos. La lámpara no hace ningún ruido, pero produce luz. Nuestra vida debe ser una luz brillante y resplandeciente. Fue dicho así temprano en la historia del testimonio cristiano: “Predica siempre a Cristo; si es necesario, usa palabras”.
Así que tenemos un doble testimonio, pero podemos estropearlo cayendo en pecado. Esforcémonos, pues, por llevar una vida de santidad práctica para dar gloria a Dios: es Su voluntad para nuestras vidas.