Capítulos 9:8-14:32

 
En este punto, el profeta reanudó la denuncia del pueblo y sus pecados, que había sido suspendida para poder relatar su visión de Jehová de los Ejércitos y dar la predicción concerniente a Emanuel. Ahora aprendemos cómo la mano de Dios se extendió sobre ellos con ira y disciplina. En el capítulo 5, el ay fue pronunciado sobre ellos seis veces, y ahora tenemos la mano de Dios extendida en ira cuatro veces sobre los versículos 12, 17, 21 y 10:4. Parece haber un aumento de la gravedad a medida que avanzamos.
Las diez tribus habían sido castigadas con mucha destrucción, pero en su orgullo declararon que les daba la oportunidad de reconstruir a una escala mucho mejor. Hablaron entonces, tal como hablan los hombres hoy al ver la destrucción provocada en la reciente guerra. El Señor les advirtió que su aliado, Rezín de Siria, sería derrocado, una señal de la derrota que vendría sobre ellos.
Pero, de nuevo, el pueblo no aceptó la disciplina y se volvió a Dios, quien la envió. En consecuencia, serían engañados por profecías que eran falsas, y desde lo más alto hasta lo más bajo se enfrentarían a un corte y un desastre. Pero esto tampoco tendría ningún efecto verdadero.
De ahí que les sobrevinieran nuevas miserias y luchas intertribales. La ira del Señor oscurecería la tierra y, sin embargo, sería como fuego y el pueblo como combustible. Y aún así Su ira permanecería.
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