"Tu hermano … por el cual Cristo murió" (Romanos 14:15; 1 Corintios 8:11)

Extracto: Digámonos a nosotros mismos, suave y tiernamente como dicho nombre lo requiere: “mi hermano ... por el cual Cristo murió”. Mi “hermano flaco por el cual Cristo murió” (Véase 1 Corintios 8:1111And through thy knowledge shall the weak brother perish, for whom Christ died? (1 Corinthians 8:11)) Yo podré “destruirlo”, podré causar que él “perezca”. Yo he de amarlo como Cristo me ama, y estar dispuesto a poner mi vida por él.
“¿Soy yo guarda de mi hermano?” Ciertamente. Y ¿dónde está mi hermano? ¿Dónde no está él? ¿No le encuentro diariamente, en el tren o en el bus, en el mercado o en la calle, en las casas privadas y en los lugares públicos? ¿Espero verle? ¿Me regocijo cuando lo encuentro? ¿Lo amo y lo cuido? ¿Anhelo la oportunidad de servirle hasta donde el Señor me capacite hacerlo?
Cuan terrible es que podamos “destruirle”, o causar que “perezca” nuestro hermano. No digamos: Esto no quiere decir esto o aquello. Pensemos en lo que sí significa, en vez de lo contrario. Ciertamente significa esto, si no más, una vida echada a perder, que podría haber sido fragante con Cristo, perder el blanco que Dios deseaba para él, causar dolor en el corazón del Cristo quien murió por él. ¿Quién puede medir todo esto? Y tal vez yo lo causé, sin desear hacerlo, porque yo no hice caso, y pensé solamente de lo que a mí me agradaba; ahí es que YO HICE LO QUE QUISE, y no consideré a MI HERMANO POR EL CUAL CRISTO MURIÓ.
¡Oh Dios, suaviza estos corazones de piedra nuestros! Haznos (mientras que en verdad procuramos ser discípulos en el sentido de Lucas 14, porque hemos probado Tu amor en Cristo, en la gran cena que has aparejado), en nuestros tratos con nuestros hermanos, los que a pesar de defectos evidentes podrán ser aun MÁS SEMEJANTES A CRISTO QUE NOSOTROS, reflejar alguna pequeña porción de la gracia tierna que Cristo nos demuestra cada día a nosotros, siempre recordando que Cristo murió por ellos, y los ama como nos ama a nosotros.