Romanos 6: Dos amos

Romans 6
Muchas personas dicen que podemos mejorar poco a poco hasta que lleguemos a ser casi perfectos. Su idea es que con gran esfuerzo y estando apegados a una religión podemos llegar a ser mejores personas. Obviamente le atribuyen la mayoría del crédito a Dios por ayudarles en el mejoramiento y proveer la ley como una guía para aquella renovación paulatina. Dicen que al final no tendrán el mismo deseo de pecar; pero ¿tienen ellos la razón? Veamos lo que dice Dios en Romanos 6.
“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6:6). Estas palabras resuenan de manera sorprendente en nuestros oídos, pues señalan que ya hemos muerto con Cristo cuando Él murió en la cruz; sin embargo, en nuestro diario vivir no nos parece que sea así, ya que es algo espiritual e imposible de observarlo con nuestros ojos o descubrirlo con nuestros sentimientos: es algo que Dios nos está revelando en Su Palabra. El pecado reinaba en nuestras vidas antes de conocer a Cristo; es más, fue nuestro amo y le dejábamos utilizar nuestro cuerpo para pecar; pero en estos versículos descubrimos que nuestro viejo hombre responsable de aquellas acciones cayó muerto con Cristo en la cruz, así que ya no vive como nuestro amo, ni tiene el control de nuestra vida para que demos lugar al pecado y por eso ahora ya somos libres para servir a Dios.
“Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:2). Algunos al no querer dejar su propia justicia para aceptar la de Dios, sugieren que la gracia de Dios nos da libertad para pecar; pues dicen que si no tememos perder la salvación ya que somos salvos por gracia, entonces podemos hacer lo que nos dé la gana y pecar. Sin embargo, hay un pequeño problema con este razonamiento: un muerto no puede pecar; es más, un muerto no puede hacer nada y en verdad nosotros hemos muerto al pecado. La persona que vive en nosotros ya no quiere pecar sino hacer todo lo bueno; es posible que esto nos suene raro pero así lo dice Dios y debemos aceptarlo y actuar conforme a la nueva criatura que nos ha hecho: Ya no guiados por nuestros sentimientos o hábitos pecaminosos.
Es posible que estés confundido porque todavía pecas y sientes la tentación de pecar, pues cabe mencionar que aun como creyentes tenemos la carne, la cual responde al pecado. De allí que en Romanos 6:13 se nos diga: “Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia”. Hemos muerto al pecado y por eso según el nuevo hombre que vive delante de Dios no tenemos el deseo de pecar; sin embargo, resta que presentemos todo nuestro ser ante Dios para su servicio, para que nuestro cuerpo pueda ser utilizado como instrumento de justicia en Sus manos. Y como nadie puede servir a dos amos se pide que nos presentemos a Dios para Su servicio y no al pecado. El viejo hombre solo quería dejar que el pecado obre en nuestras vidas; mas ya está muerto gracias a Dios y el nuevo hombre que vive quiere servir a Dios. En Romanos capítulo 8 descubrimos que el Espíritu Santo nos da el poder para que sea así.
Entonces resumiendo, hemos recibido de Dios la maravillosa declaración que podemos abandonar a nuestro viejo amo el pecado, para servirle a Él: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna” (Romanos 6:22).