(Adaptado)
UNA PREGUNTA: “¿Cómo debe ser el trato para un hermano en Cristo al que se le haya aplicado la disciplina por motivo de cualquiera de los casos de 1 Corintios 5:11-13?”
UNA RESPUESTA: Lo primero es que la iglesia, o sea la asamblea local con la cual la persona culpable está identificada, se humille. En contraste, léase 1 Corintios 5:2. El Nombre del Señor Jesucristo, Cabeza de la Iglesia, ha sido deshonrado. El pecado de un miembro es el pecado de todos. “Israel ha pecado”, dijo Jehová a Josué, cuando “Achán” pecó. Israel había sido derrotado en la batalla por cuanto la maldad no había sido juzgada entre ellos (léase Josué 7).
En segundo lugar, una vez puesto fuera “ese malo” (no se le llama “hermano”, pues no se considera que un hermano en Cristo cometiese tal pecado; léase versículo 11), hay que dejarle apartado, para que se arrepienta más profunda y sinceramente, pues el propósito de toda disciplina es la plena restauración del individuo disciplinado. No conviene ni siquiera comer con el tal.
Comer los unos con los otros es una expresión de amistad y comunión. Por supuesto, dentro de la familia misma del culpable, hay que adaptarse a los parentescos que la rigen. La esposa no va a negar su comida al marido, el cual es su cabeza (véase 1 Corintios 10:3), tampoco a un hijo no casado que mora en el hogar. Léase Levítico 21:1-3, el cual pasaje nos da un principio que la mente espiritual pueda aplicar al caso. Pero entre la hermandad no conviene tratar al culpable como si no hubiera sucedido nada.
OTRA PREGUNTA: “Si el hermano que está en disciplina no confesó todos sus pecados, sino que dejó algo sin confesar, ¿qué debemos hacer en tal caso los hermanos responsables cuando se va a considerar la restauración?”
UNA RESPUESTA: Levítico 13:12-13 nos da instrucción muy significativa: “Si brotare la lepra cundiendo por el cutis, y ella cubriere toda la piel del llagado desde su cabeza hasta sus pies, a toda vista de ojos del sacerdote; entonces el sacerdote le reconocerá; y si la lepra hubiere cubierto toda su carne, dará por limpio al llagado; hase vuelto toda ella blanca; y él es limpio”. El significado de este pasaje bastante sorprendente se expresa en las palabras: “se ha vuelto toda ella blanca”. “La carne viva” ya no aparece; la fuerza de la lepra ha dejado de obrar. Desde la mollera hasta la planta de los pies todo ha salido a la superficie; nada queda oculto.
Así que una persona que confiesa sólo una parte de sus pecados que deshonran al nombre del Señor en medio de la congregación, y sigue ocultando otros tantos, no se ha mostrado verdaderamente arrepentido y por lo tanto no se halla de ninguna manera digna de ser restaurada a su lugar entre la congregación. El Salmo 32:1-5 nos enseña que no es posible ocultar de Dios el pecado; hay que confesarlo todo de una vez. Después de que la lepra se haya vuelto toda ella blanca, hay perdón, y restauración.
OTRA PREGUNTA: “¿Puede ministrar en la asamblea el hermano excomulgado tanto en la Palabra (de Dios) como en el trabajo de diácono aun después de ser restaurado?”
UNA RESPUESTA: Depende de varios factores:
1. La gravedad del pecado cometido.
2. La actitud del hermano restaurado.
3. El círculo de acción.
4. El paso del tiempo.
1. Un pecado grave, públicamente conocido, que horroriza hasta los inconversos, exige que la persona restaurada ande muy humilde y calladamente. Hay varios grados del pecado. La reincidencia, por ejemplo, siempre es un agravante. El Señor en medio de la congregación dará discernimiento espiritual (eso es lo que figura “el sacerdocio”).
2. Así que la actitud de la persona restaurada demostrará hasta qué grado haya reconocido su pecado. Un hermano que todavía muestra algo de orgullo, resentimiento u otra actitud negativa, no sirve para la obra del Señor.
3. El círculo de acción, o sea la esfera de influencia, del hermano será limitado. Pecados graves dejan sus cicatrices. En este respecto, léase Levítico 21:17-23. Las muchas faltas físicas enumeradas tienen su significado espiritual. Cuando un hermano ha cometido un pecado grave, se habla de él como “un sacerdote cojo”: pero el pasaje no sólo habla de “cojo”, sino también de “ciego”, etc. A veces el resultado de un pecado es que un hermano pierde discernimiento espiritual: queda “ciego”. De todas maneras, aplicando este pasaje del Antiguo Testamento, hay que atenernos al espíritu de la gracia de nuestro Señor Jesús, y no al de la ley de Moisés. “La letra mata”.
4. Con el paso del tiempo, un hermano verdaderamente restaurado, que ha seguido al Señor sin resbalar otra vez, adquiere la confianza de sus hermanos; también la ofensa ocasionada por su pecado se olvida paulatinamente. Lo que conviene, en todo caso, será comprendido por el que es humilde.
En resumen, no conviene establecer reglas fijas. Hay que guiarnos por los principios expuestos en la Palabra de Dios. Desgraciadamente, si no conocemos la Palabra de Dios, entonces no estamos en condiciones para servir de vasos, no sólo limpios, sino útiles en la casa de Dios. Finalmente, tenemos la promesa fiel del Señor en el Salmo 25:9: “Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos Su carrera”.