Número 3: Nuestro Lugar En Este Mundo

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En el artículo dos, procuré mostrar al lector nuestro lugar, como creyentes, ante Dios. Ahora quisiera llamar su atención, referente a nuestro lugar como creyentes en este mundo. Justamente como nos identificamos nosotros con Cristo ante Dios, tocante a nuestra posición, así también nos identificamos con Cristo ante el mundo.
Quiere decir, que como estamos en Cristo ante Dios, igualmente estamos en Su lugar ante el mundo. Sería muy provechoso si tuviéramos continuamente en cuenta esta verdad en nuestros corazones. Pero existen dos aspectos de nuestro lugar en este mundo; ambos son muy importantes para que tengamos un entendimiento cabal de esta verdad.
1º. En nuestra relación con este mundo.
2º. En relación al “real” (He. 13:13), quiere decir, el cristianismo organizado de hoy (compuesto de creyentes verdaderos y también de los que profesan ser de Cristo pero no poseen nada), que en esta dispensación de gracia ha tomado el lugar del judaísmo como un testigo responsable ante Dios. Compárese Mateo 13 con Romanos 11.
1º. Nuestro Lugar En Relación Con El Mundo
El Señor Jesús hablando a los judíos, dijo, “Vosotros sois de abajo, Yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, Yo no soy de este mundo” (Jn. 8:2323And he said unto them, Ye are from beneath; I am from above: ye are of this world; I am not of this world. (John 8:23)). Después, presentando a los suyos al Padre, dijo, “No son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo” (Jn. 17:1616They are not of the world, even as I am not of the world. (John 17:16)). Se ve, pues, en esta porción desde el versículo 14 hasta el versículo 19, que el Señor en efecto pone a Sus discípulos dentro de su propio lugar en el mundo, como los pone previamente (véanse los versículos 6 al 13) dentro de Su propio lugar ante el Padre. Nótese pues, que ellos ocupan el lugar del Hijo en este mundo, porque no son del mundo, así como Cristo no fue del mundo. El hecho de haber sido renacidos espiritualmente, los dejó fuera del mundo. Por esto, les avisa continuamente que sufrirán odios y persecución como sucedió con Él. El Señor en el evangelio de Juan 15:18-20, dice, “Si el mundo os aborrece, sabed que a Mí Me aborreció antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes Yo os elegí del mundo, por eso os aborrece el mundo. Acordaos de la palabra que Yo os he dicho: No es el siervo mayor que su Señor. Si a Mí Me han perseguido, también a vosotros perseguirán; si han guardado Mi palabra, también guardarán la vuestra.”
Así pues, el Apóstol Juan muestra un contraste absoluto entre los creyentes y el mundo, cuando él dice, “Sabemos que somos de Dios, y todo el mundo está puesto en maldad” (1 Jn. 5:1919Then answered Jesus and said unto them, Verily, verily, I say unto you, The Son can do nothing of himself, but what he seeth the Father do: for what things soever he doeth, these also doeth the Son likewise. (John 5:19)).
Pero hay aún más en el significado de estas porciones poderosas de las Sagradas Escrituras. En cuanto al creyente, es visto por Dios como muerto y juntamente resucitado con Cristo (Ro. 6:11; Col. 3:1-31If ye then be risen with Christ, seek those things which are above, where Christ sitteth on the right hand of God. 2Set your affection on things above, not on things on the earth. 3For ye are dead, and your life is hid with Christ in God. (Colossians 3:1‑3)). Así, por medio de la muerte y resurrección de Cristo, el creyente, a la vista de Dios, ha sido sacado fuera del mundo completamente como los mismos israelitas fueron sacados de Egipto por en medio del mar Bermejo. Por consiguiente, el creyente ya no es del mundo, aunque está en el mundo, para representar a su Señor en medio de ellos: “Como Tú Me enviaste al mundo, también los he enviado al mundo” (Jn. 17:1818As thou hast sent me into the world, even so have I also sent them into the world. (John 17:18)). Pablo pudo decir, mientras le servía a Cristo en el mundo, “Mas lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gá. 6:14).
Por la cruz de Cristo el Apóstol vio al mundo ya juzgado (Jn. 12:3131Now is the judgment of this world: now shall the prince of this world be cast out. (John 12:31)), y por la aplicación de la cruz a sí mismo, él se consideraba muertos—crucificado al mundo—de tal modo que hubo una separación entre los dos tan completa como sólo la muerte la puede hacer.
Para resumir estas verdades, vemos, que mientras el creyente está en el mundo, no es del mundo, en el mismo sentido que Cristo no era del mundo. Pertenece a otra esfera, porque, “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (2 Co. 5:17). El tal es ya completamente librado del mundo por la muerte y resurrección de Cristo.
Por tanto, él debe estar separado del mundo, y no puede ser conformado a él. (Véase Gálatas 1:3; Romanos 12:2.) En espíritu, costumbres, comportamiento, en su modo de andar, en todo, debe mostrar a todos que él no es de este mundo. Aún más, por la aplicación de la cruz a sí mismo, se declara crucificado para el mundo, y no puede haber atracción ni asimilación entre dos cosas ya juzgadas. Él está, digo, en el mundo en el lugar de Cristo; quiere decir, que él está aquí para la gloria de Cristo y como identificado con Él; por lo tanto, ha de testificar por y andar como Él anduvo. (Véanse 1ª Juan 2:6; Filipenses 2:15.) Debe esperar también el mismo oprobio que experimentó Cristo cuando estuvo en el mundo. No quiere decir que debemos sufrir la crucifixión como Cristo, pero que si somos fieles, encontraremos el mismo espíritu del mundo que Él encontró cuando anduvo aquí. En verdad, en la medida que nos conformamos a Cristo, así será el grado de nuestra persecución. El hecho de que hay tantos creyentes que padecen tan poca persecución demuestra que viven en muy escasa separación del mundo.
Antes de pasar a otra fase de este tema, quisiera urgir al lector que rompa todo eslabón que lo tenga atado moralmente con este mundo perdido. Es evidente que el espíritu del mundo, o mundanalidad, se evidencia en las asambleas, y con jactancia se manifiesta aun en la mesa del Señor. ¡Qué deshonra! y ¡qué dolor debe sentir el bendito Señor, cuya muerte anunciamos hasta que venga! De veras, es una llamada urgente a todos los santos para que nos humillemos ante Dios, busquemos nuevamente gracia para que vivamos más separados del mundo y para que vean todos que pertenecemos verdaderamente a Aquél a quien este mundo rechazó y crucificó en la cruz del Calvario.
El Apóstol Pablo, teniendo una visión clara de Cristo glorificado, el objeto del afecto de su corazón y la meta de toda su esperanza, deseaba “conocerle, y la virtud de Su resurrección, y la participación de Sus padecimientos, en conformidad a Su muerte” (Fil. 3:10). ¡Ojalá tengamos el mismo espíritu! ¡Dios quiera que nos sea restaurado, juntamente con todos sus amados santos, más de esta devoción a Cristo, y, como resultado, una separación íntegra del mundo!
2º. Nuestro Lugar En Relación Al “Real”
En la epístola a los hebreos leemos que, “Los cuerpos de aquellos animales, la sangre de los cuales es metida por el pecado en el santuario por el pontífice, son quemados fuera del real. Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo por Su propia sangre, padeció fuera de la puerta. Salgamos pues a Él fuera del real, llevando Su vituperio” (He. 13:11-13). Dos cosas son muy evidentes en este pasaje de las Escrituras—la sangre del sacrificio por el pecado fue llevada dentro del santuario, y los cuerpos de los animales así sacrificados fueron quemados fuera del real. El Apóstol señala, pues, que estas dos cosas son figuras de la muerte de Cristo, el anti tipo, en verdad, de estos sacrificios. De modo que el creyente ocupa en dos maneras su posición ante Dios:
1º. Su lugar ante Dios dentro del santuario, donde se llevó la sangre.
2º. Su lugar en la tierra, fuera del real, donde padeció Cristo.
En otras palabras, como anteriormente explicamos, si estamos en Cristo ante Dios, identificados con Él en toda la dulzura de Su propia aceptación allí en gloria, también somos identificados con Cristo en este mundo en Su lugar de oprobio, vergüenza y rechazamiento.
El lugar del creyente en este mundo, es pues, fuera del real: “Salgamos pues a Él fuera del real, llevando Su vituperio.” Y si me preguntara a mí, ¿qué es el real?, yo le diría que, según el pasaje que justamente he citado, es sin duda el judaísmo; anteriormente fue de Dios, y formó un testimonio para Él en la tierra, pero fracasó. Después de Pentecostés, Cristo habiendo sido definitivamente rechazado por los judíos, el cristianismo tomó el lugar del judaísmo que fue puesto a un lado. Véase Romanos 11.
Ahora el real es el cristianismo organizado, la iglesia profesante que incluye a todas las denominaciones desde el romanismo corrupto hasta las sectas del protestantismo. Visto el fracaso absoluto de la iglesia como un testigo fiel en este mundo, preguntamos, ¿sobre qué base debemos salir a Él fuera del real? ¡Sobre la base de la Palabra infalible de Dios! “Si alguno se limpiare de estas cosas, será vaso para honra, santificado, y útil para los usos del Señor, y aparejado para toda buena obra” (2 Ti. 2:21). “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 2:11).
La Palabra de Dios es nuestra autoridad y piedra de toque para comprobar todo lo que se practica dentro del seno de las denominaciones religiosas, si es según la Palabra escrita o no. Como todas, sin contradicción alguna, demuestran fracaso, y desobediencia a lo que está escrito, el creyente está en la obligación de tomar su lugar fuera de las tales, y apartarse de la confusión e iniquidad, y reunirse al solo nombre de Cristo en obediencia a la Palabra de Dios. Véase Éxodo 33, por ser muy instructivo en este sentido.
Cuando Moisés bajó del monte (cap. 32), halló todo el campamento o real caído en la idolatría, y después de volver a interceder por Israel, volvió al pueblo con “mala noticia” (Ex. 33:44And when the people heard these evil tidings, they mourned: and no man did put on him his ornaments. (Exodus 33:4)). “Y Moisés tomó el tabernáculo, y extendiólo fuera del campo, lejos del campo, y llamólo el tabernáculo del testimonio. Y fue, que cualquiera que requería a Jehová, salía al tabernáculo del testimonio, que estaba fuera del campo” (Ex. 33:77And Moses took the tabernacle, and pitched it without the camp, afar off from the camp, and called it the Tabernacle of the congregation. And it came to pass, that every one which sought the Lord went out unto the tabernacle of the congregation, which was without the camp. (Exodus 33:7)). Así obró Moisés, porque tuvo la mente de Dios en presencia del fracaso del pueblo. Por eso, tal escena es un cuadro moral de los tiempos actuales en que estamos. Recomendamos esto para que lo consideremos cuidadosamente.
Basta que entendamos lo que es nuestro lugar en este mundo como creyentes. Primeramente, exige una separación del mundo, en segundo lugar, tomar nuestro lugar fuera del real. El resultado será odio en el primer caso, y vituperio en el segundo. Si es así, nos identificamos con nuestro bendito Señor. Por eso en Hebreos 13, está escrito: “Llevando Su vituperio.” ¡Dios quiera que no tengamos vergüenza del uno, tampoco el deseo de escapar del otro, mas bien que fuésemos “tenidos por dignos de padecer afrenta por el Nombre” (Hch. 5:41).