Número 12: Venida y reino de Cristo (Apocalipsis 6-19), Romanos 5, La mesa del Señor, La devoción viva
Table of Contents
La venida y reino de nuestro Señor Jesucristo: La apostasía (Parte 12)
E.H. Chater
(continuado del número anterior)
Vamos ahora a ver más allá a una descripción de juicios y eventos que tendrán lugar en esta crisis terrible de la historia del mundo, como se da detalladamente en los capítulos centrales del libro de Apocalipsis.
Este libro admirable, la profecía de la Iglesia, tan poco apreciado o comprendido por muchos de los hijos de Dios; tan tristemente descuidado no obstante las bendiciones especiales prometidas en el capítulo 1:3 y 22:7; nos dice del gran esfuerzo del dragón, Satanás, a resistir al poder y autoridad de Dios y el derecho de Su Hijo en esta escena.
En los capítulos 4 y 5, como ya hemos visto, los santos son vistos en el cielo en su estado glorificado alrededor del trono de Dios, y luego el Cordero quebrando el sello del libro de los consejos y juicios de Dios, etc.
Aun cuando es evidente que los santos que son representados por los ancianos están en el cielo antes de que el rollo del juicio se abra, sin embargo el escritor cabalmente acepta un pensamiento ampliamente recibido, que también hay un cumplimiento prolongado y sombrío de los sellos, las trompetas y las redomas, durante el intervalo presente, siendo aun futuro el cumplimiento definido. “Los eventos venideros arrojan sus sombras antes”.
El capítulo 6 empieza sus detalles de estos:
Cuatro sellos. Varios juicios providenciales.
El primero.— Un gran conquistador, venciendo sin derramamiento de sangre.
El segundo.— La paz quitada del mundo y una temible matanza.
El tercero.— Gran escasez; el hambre a menudo sigue a la guerra.
El cuarto.— Cuatro juicios duros sobre la cuarta parte de la tierra romana, parecidos a los de Ezequiel 14:21, que vinieron sobre Jerusalén.
El quinto.— La visión de las almas de los mártires muertos por su testimonio. Claman por venganza, que demuestra su carácter judaico, y se les dice que esperen a otros que también serán muertos durante la última mitad de la semana.
El sexto.— Terrible convulsión de autoridades y poderes, de tal manera que los hombres pensarán prematuramente que el gran día de la ira del Cordero ha venido.
Compárese Mateo 24:6-10, el principio de dolores. Los primeros seis sellos probablemente se cumplirán antes de la última mitad de la semana.
El capítulo 7 es un intervalo en los procederes de Dios, demostrando Su preservación de un número medido de las doce tribus de Israel, y también de una gran multitud de gentiles por medio de la gran tribulación, para una bendición milenaria sobre la tierra.
Capítulo 8.— El abrir del séptimo sello; silencio en el cielo por media hora. Siete ángeles con siete trompetas. Se ve a Cristo con ropaje angélico. Las primeras cuatro trompetas suenan. Juicios temibles, cayendo principalmente en la prosperidad, el comercio, el poder establecido, etc., en la parte occidental del Imperio Romano, el cual probablemente quiere significar por la tercera parte, mencionado varias veces.
Capítulo 9.— Los juicios de trompeta quinto y sexto, o el primer y el segundo ay.
Primero.— Engaños satánicos sobre los judíos, los sellados siendo preservados, probablemente conectado con el anticristo.
Segundo.— Un ejército inmenso de hombres a caballo, de la dirección del Éufrates, venciendo y destruyendo a los gentiles, juzgados por su idolatría y otros pecados. Probablemente el poder del Asirio, la vara de la ira de Dios (Isaías 10). La tercera parte de los hombres muertos (versículo 18).
Capítulo 10.— Jehová, en ropaje angélico, indicando lo cercano del tiempo en que se cierre el “misterio de Dios” (Su paciencia con los hombres; soportando el mal en el mundo en lugar de infligir el juicio inmediato, permitiendo a los justos sufrir entre tanto), y la sujeción de todas las naciones a Sí Mismo.
Capítulo 11.— La preservación de los adoradores judaicos. Dos profetas, o testigos, testificando del derecho de Dios sobre la tierra, durante la última mitad de la semana, y muertos al final por la bestia.
La séptima trompeta, o el tercer ay. Anuncio del establecimiento del reino de Cristo, introducido por Su juicio personal de los vivos, y cerrando con el juicio de los muertos. El día del Señor (versículos 15-18). El versículo 19 comienza detalles nuevos.
Capítulo 12.— Visión del nacimiento de un hombre niño, Cristo, que es arrebatado para Dios. Guerra en el cielo, Satanás, visto como el dragón es arrojado de su esfera actual a la tierra, teniendo grande ira, y hace guerra con el residuo fiel de judíos durante la última mitad de la semana.
Capítulo 13.— El surgimiento de las dos bestias.
La primera, el Imperio Romano, revivido y recibiendo poder del dragón por la última mitad de la semana.
La segunda, la bestia anticristiana, o el anticristo. Mímica directa de Cristo. Ejercita todo el poder de la primera, obrando milagros engañosos.
Capítulo 14.— Siete visiones.
Primero.— El remanente judaico asociado con el Cordero, las primicias para la bendición milenaria. Diferente de los 144.000 del capítulo 7. Allí es de todas las doce tribus; aquí solamente de dos (versículos 1-5).
Segundo.— Anuncio del evangelio eterno; esto es, el mensaje que había sido declarado desde el principio. Llamamiento a los hombres a temer a Dios y a buscar el establecimiento del reino de Cristo, y a cesar de la idolatría y del anticristo, etc. (versículos 6-7).
Tercero.— Anuncio de la caída de Babilonia; esto es, la Babilonia espiritual, la religión corrupta (versículo 8).
Cuarto.— Amenaza del tormento y juicio eternos a cualquiera que adorase a la Bestia y su imagen, o reciba su marca abierta o secretamente (versículos 9-12).
Quinto.— Bendición sobre aquellos que mueran en el Señor de ahí en adelante (versículo 13).
Sexto.— El Hijo del hombre segando la tierra, dividiendo las naciones (versículos 14-16).
Séptimo.— El recogimiento de la vid de la tierra, y el pisar del lagar de la ira de Dios. Juicio sobre Israel en la apostasía manifiesta bajo el anticristo, etc. (versículos 17-20).
Capítulo 15.— La visión de siete ángeles con las últimas siete plagas, en las cuales va de lleno la ira de Dios (versículo 1).
Visión del remanente de mártires, que han estado en gran tribulación, victoriosos y triunfantes (versículos 2-4).
Preparación de los siete ángeles para ejecutar el juicio.
Capítulo 16.— El derramamiento de las siete redomas o copas llenas de la ira de Dios. Compárense las plagas en Egipto (Éxodo 7-12).
Las primeras cuatro caen sobre los mismos objetos como las primeras cuatro trompetas, pero no limitadas, como ellas, a la tercera parte. Nótese la repetida mención de los “HOMBRES”.
La quinta.— El juicio terrible sobre el Imperio Romano.
La sexta.— Secamiento del río Éufrates y la reunión de los reyes de todo el mundo por la agencia satánica a Armagedón, preparatorio para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso.
La séptima.— En el aire. Terribles convulsiones de la civilización Europea, etc., etc. Babilonia traída a la memoria. Gran tempestad de granizo; terrible ira de Dios.
Estos terribles juicios hicieron que los hombres blasfemaran el nombre de Dios (versículos 9,11,21).
Capítulo 17.— Visión de una mujer elegantemente vestida, sentada sobre una bestia bermeja, y en su frente un nombre escrito, “Misterio, Babilonia la Grande, la Madre de las Fornicaciones y de las Abominaciones de la Tierra”. Figura de la corrupción eclesiástica. Roma el centro, sostenido por el poder civil, la bestia (o cabeza del Imperio Romano revivido) y diez cuernos (diez reyes) hasta la hora de su juicio, y luego destruida por ellos. Es la unión falsa de la Iglesia y el Estado.
Capítulo 18.— Destrucción de Babilonia, vista aquí bajo la figura de una ciudad poderosa, enriquecida por el comercio ilícito con los reyes y mercaderes, etc., de la tierra, recibiendo juicio de Dios.
Capítulo 19.— Cinco visiones.
Primera.— Mucha gente en el cielo alabando a Dios por Su juicio sobre el falso e impío sistema religioso del mundo, etc.
Segunda.— La boda del Cordero. La Esposa, la esposa del Cordero, la Iglesia de Dios. Los amigos llamados a la cena de boda, probablemente los santos del Antiguo Testamento.
Tercera.— El cielo abierto, y la visión de Cristo preparado para ejecutar juicio en la bestia, y los reyes de la tierra formados a la cabeza del poder militar de la Europa occidental en contra de Él. Los ejércitos siguiendo su séquito, los santos celestiales (capítulo 17:14).
Cuarta.— Las aves llamadas a la gran cena de Dios.
Quinta.— El juicio presto sobre la bestia y el falso profeta (o anticristo). Los ejércitos muertos.
Podremos notar el contenido de los capítulos que restan más allá.
(para continuarse, mediante la voluntad de Dios)
El inculto muchacho Karen
Hace muchos años una señora estaba sentada en la galería de su casa Birmana procurando descifrar los caracteres casi ilegibles de un libro de hoja de palma que estaba en todo su aspereza ante ella. Cuando la señora estaba inclinada hacia su libro, fue repentinamente interrumpida por una figura extraña que saltó por la abertura del cerco que servía como puerta de patio, y, apresurándose hacia ella con gran anhelo preguntó: “¿Vive aquí Jesucristo?”.
Era un muchacho de cosa de doce años, su áspero y negro cabello rodeado de mugre y erizado en toda dirección como púas de puerco espín; una tela muy sucia de algodón rodeaba su persona. “¿Vive Jesucristo aquí?”, preguntó él apresurándose sin ser invitado a la galería, y derribándose a los pies de la señora.
“¿Para qué quieres a Jesucristo?”, preguntó la señora. “Yo quiero verle y confesarle algo a Él”. “¿Por qué? ¿qué has hecho para que quieras confesar?”. “¿Vive Él aquí?”, preguntó con gran sinceridad. “Quiero saber eso. ¿Hecho? Va, yo digo mentiras, robo, hago todo lo malo, tengo miedo ir al infierno, quiero ver a Jesucristo porque oí a alguien decir que Él puede salvarnos de ir a ese lugar. Oh, dígame dónde puedo encontrar a Jesucristo”.
“Yo quiero dejar de hacer lo malo, pero no puedo; los malos pensamientos están en mí y los malos hechos salen. ¿Qué haré?”
¿Has tú, lector, como este pobre muchacho Karen, descubierto el mal en tu propio corazón y sentido la carga terrible del pecado que te dejará fuera del Cielo a menos que sea quitada por la obra consumada de Cristo? En respuesta a esta pregunta, la señora contestó:
“Nada; pero ven a Cristo, niño querido, como el resto de nosotros. Tú no puedes ver a Jesús ahora” (fue interrumpida ella por un presto y agudo clamor de desesperación), “pero yo soy su humilde seguidora, y Él me ha comisionado a decir a todos aquellos que deseen escapar del infierno cómo lo hagan”. La mirada de desesperación se tornó en una de esperanza.
“¡Dígame, oh, dígame! Solamente pídale a su Maestro, Jesús, que me salve y seré su esclavo por vida. No me diga que me vaya, yo quiero ser salvo —salvo del infierno”.
Cuán contenta estaba esa señora de poder señalar al querido muchacho al Salvador, de desplegar esa hermosa historia del amor de Dios para los pecadores y de hablarle de la obra del Calvario, en la base en que aun un pobre e inculto muchacho Karen podía ser salvo.
Querido lector, el evangelio tal vez es bien conocido para ti, pero si tus pecados nunca te han turbado, como el muchacho Karen, piensa en ellos AHORA. Sé sincero.
“Los que temprano ME buscan ME hallarán”, pero piensa en ese día cuando ya no habrá ningún dulce evangelio que predicar, y cuando Él que ahora se ofrece como Salvador será el Juez de ese día.
“Entonces me llamarán, y no responderé; Buscarme han de mañana, y no me hallarán” (Proverbios 1:28).
Romanos 5:1-5
(continuado del número anterior)
Conectando, entonces, este versículo —en verdad los primeros once versos— con el último versículo en el capítulo 4, tenemos tres cosas que son aseguradas. Siendo justificados, considerados justos, ante Dios, tenemos, en cuanto a todos nuestros pecados, paz con Dios, sin embargo reconociendo Su santidad y Su justicia; y esto, no por alguna cosa que nosotros hubiésemos hecho, sino por medio de nuestro Señor Jesucristo; la paz resultando del bendito conocimiento por la fe de que todos nuestros pecados han sido expiados por la sangre de Jesús, de manera que Dios no puede tener ningún cargo de culpa en contra nuestra. Tenemos paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. En cuanto a lo pasado, todo ha sido limpiado.
Luego, en segundo lugar: “Por el cual también tenemos entrada por la fe a ESTA gracia en la cual estamos firmes”. Entramos por la fe al favor cabal y despejado de Dios. Esta gracia implica el favor gratuito revelado en la redención que tenemos, siendo justificados libremente. Este es nuestro lugar feliz de morar. Allí estamos firmes. ¡Qué paz actual tan admirable! No necesitamos decir que no se puede disfrutar de ella si andamos de una manera descuidada, o si permitimos el pecado en alguna forma.
Y en tercer lugar, en cuanto al futuro, nos “regocijamos en la esperanza de la gloria de Dios”. No esperamos ser justificados, o tener paz —esto lo tenemos— pero esperamos, con regocijo, la gloria de Dios. ¿No es un gozo a nuestros corazones saber que pronto estaremos en la escena donde todo es para la gloria de Dios, todo adaptado a Él; todo puro por dentro y por fuera? Sí, una pureza sin pecado adecuada a Él, cuando Él que nos ha redimido haya venido y nos haya tomado para Sí mismo. ¿Puede alguna cosa dar a nuestros corazones un gozo como esto, estar con Él, y ser como Él?
Versículos 3-5.— “Y no sólo esto”, no solamente tenemos paz con Dios, acceso presente al favor gratuito de Dios, y la esperanza anhelante de Su gloria, pero esto nos capacita a gloriarnos en las tribulaciones presentes también. “Sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; PORQUE EL AMOR DE DIOS está derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo QUE NOS ES DADO”.
Debemos notar un equívoco muy común en cuanto a estos versículos. A menudo se leen como queriendo significar lo contrario exactamente de lo que dicen, como si debiésemos tener esta experiencia para que el amor de Dios pueda ser derramado en nuestros corazones; y si oramos mucho, y somos muy diligentes en la paciencia, experiencia y esperanza, que entonces debemos esperar que el Espíritu Santo nos sea dado. Ningunas palabras pueden decir cuan enteramente equívoco es todo esto. El Espíritu Santo nos es dado porque Jesús ha cumplido la obra de redención; y Él siendo ya glorificado, somos sellados por el Espíritu, y el amor de Dios es derramado sobre nuestros corazones. Así, al suponer que el Espíritu Santo nos es dado por algún esfuerzo, o experiencia, o devociones de nuestra parte, es hacer a un lado la obra perfecta de Cristo. No, es al contrario; toda esta bendita y paciente experiencia es porque el amor de Dios es derramado sobre nuestros corazones por el Espíritu Santo, el cual nos es dado.
Ahora vamos a suponer que Ud. es invitado a comer con su majestad la reina, y ella le enseña a Ud. toda la atención posible y bondad; y en vez de gozar de esa bondad, Ud. propone a los que están presentes que va a orar sinceramente para poder tener una reina y una reina que le enseñe bondad; ¿qué pensaría ella? ¿Qué pensaría cualquiera de tal conducta? Las personas ciegas y sordas sólo pueden equivocarse así. No hay duda de que los que conocen a esa reina mejor son más leales; y aquellos que saben que el amor de Dios es derramado en SUS corazones por medio del Espíritu Santo, el cual les es dado, van a amar más a Dios y a tener esta bendita experiencia por eso mismo.
¿Qué diremos de los ciegos y sordos que no ven este amor de Dios hacia nosotros, o que sea derramado sobre nuestros corazones; sino, cambiando esta preciosa Escritura a legalidad, piensan y dicen que Dios nos ama nada más mientras nosotros le amemos a Él? ¡Entre más amemos a Dios, más Él nos ama! Este pensamiento es la raíz de una gran cantidad de esfuerzos falsos de santidad en los hombres. Muchos estarían alarmados al verlo a las claras. ¿Qué diría Ud. acerca de esforzarse a hacer la carne santa, para que Dios la ame? ¿Qué no están miles haciendo así? ¿No es esto lo mismo que Ud. ha estado haciendo? ¿No hemos dicho prácticamente que el antiguo “Yo” debe ser santo, para que Dios me pueda amar? Verdaderamente la carne debe subyugarse, pero no aun eso, para que Dios me ame, sino porque Él ya me ha amado. Ahora vamos a considerar como nos he amado Él, y en qué estado estábamos cuando Él nos amó.
(para continuarse, Dios mediante)
La mesa del Señor
E. Dennett
Mi Querido————:
La mesa del Señor es a menudo una de las cuestiones más perplejas para el hijo de Dios. No solamente hay muchas mesas, fundadas en diferentes bases, alrededor de él a cada lado, pero también, cuando comienza a investigar en el tema, encuentra casi tantas teorías como mesas concernientes al significado de la cena a la cual es invitado a participar. Su único remedio entonces, si desea evitar error y ser obediente a su Señor, debe ser no dar oído a las voces confusas de los teólogos y dar oído solamente a las enseñanzas claras y distintas de la palabra de Dios. Esta es la enseñanza a la cual deseo dirigirlo en esta carta.
Como debemos de esperar, no hay nada que falte tocante a este tema en las Escrituras. Así en 1 Corintios 10 nos explica el carácter de la mesa, y el capítulo 11 nos da el carácter de la cena, y la manera en la cual debe ser tomada.
Primero, vamos a considerar el asunto de la mesa. “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Porque un pan, es que muchos somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel un pan” (1 Corintios 10:16-17). Esta Escritura evidentemente nos enseña dos cosas; primero, que la pieza o “el pan” en la mesa es un símbolo del cuerpo de Cristo (“Porque un pan, es que muchos somos un cuerpo”; véase también 1 Corintios 12:13); y en segundo lugar, que participamos de él como miembros de ese cuerpo (“pues todos participamos de aquel un pan”). Como tenemos comunión con la sangre de Cristo por el vino, así también del cuerpo de Cristo por el pan, cuando participamos de acuerdo con los pensamientos de Dios. La mesa es la expresión de la unidad del cuerpo de Cristo; y consecuentemente sólo los miembros de ese cuerpo pueden propiamente reunirse alrededor de ella. La “iglesia” de Inglaterra, bastante extraño, concuerda con este principio; porque no admite ninguno a su mesa que no haya sido bautizado; y declara que cada uno que es bautizado es hecho “un miembro de Cristo”, etc. El error, Ud. puede ver, está en atribuir al bautismo (como el medio) lo cual únicamente puede efectuarse por el Espíritu de Dios. Cito este caso para enseñarle que este principio afirmado, lejos de ser peculiar, es ampliamente aceptado.
Ahora, es por este principio que Ud. puede decidir cuál de todas las mesas a su derredor es la del Señor. Pruebe toda mesa denominacional por esto, ¿y qué es el resultado? Ud. puede percibir luego que ningún sistema sectario puede tener la mesa del Señor, porque la base en el cual está fundado, en todos los casos, es mucho más limitada que la del cuerpo del Señor. Admitiendo, o más bien consintiendo por el momento, que todos sus seguidores pueden ser miembros del cuerpo de Cristo, todavía podemos decir, ¿qué no hay otros miembros de este cuerpo fuera de esta denominación? Si los hay, entonces tal mesa, puesta sincera, piadosa y escrupulosamente, no es la mesa del Señor. Si contestasen: “Pero nosotros tenemos voluntad de recibir a todos los otros miembros del cuerpo de Cristo”, yo tendría que contestar, “Esto no afecta la pregunta de ningún modo; porque la base tomada determina el carácter de la mesa puesta sobre ella; y la base tomada en cada denominación es de tal carácter que muchos piadosos cristianos no pudieran tener comunión con ella”. El disidente, por ejemplo, es puesto fuera, por causa de la conciencia de la mesa de la “iglesia” anglicana, y el anglicano es asimismo excluido de las mesas de los disidentes; y así ni en uno ni otro puede la mesa del Señor ser descubierta, porque la base tomada es otra que la del cuerpo de Cristo.
Una vez más, pruebe muchas de las mesas no sectarias por este principio. Ud. tal vez me dirá que conoce un lugar donde todo denominacionalismo es desconocido, y donde se enseña que los cristianos y ningunos sino los cristianos deben de estar unidos. Muy bien, pero tengo unas cuantas preguntas que hacer todavía. Debo de inquirir, ¿Están los creyentes en dicho lugar reunidos sencillamente al nombre de Cristo? Hay libertad en el Espíritu para ministrar por medio del que Él quiera? ¿Hay el ejercicio de la disciplina piadosa? etc. Porque el Señor no puede sancionar nada que no esté de acuerdo con las Escrituras —algo que no esté de acuerdo con el carácter de Su propio nombre—. Si estas preguntas pueden ser contestadas afirmativamente, entonces Ud. puede tal vez concluir que ha hallado la mesa del Señor; pero si no, no importa que tan favorable parezca al principio, Ud. va a tener que rechazarlo igualmente con los sistemas denominacionales alrededor.
Si agregamos unos cuantos de los característicos de la mesa del Señor podrá ayudarle para evitar una equivocación.
(1) La mesa debe ser puesta fuera de todo sistema denominacional, de otra manera, como hemos dicho, no pudiera incluir todos los miembros del cuerpo de Cristo.
(2) Los santos deben de ser reunidos en el primer día de la semana alrededor de la mesa. Así leemos: “Y el primer día de la semana, juntos los discípulos a partir el pan” (Hechos 20:7), una prueba innegable de que ésta era su costumbre. Vea también Juan 20, como nuestro bendito Salvador, en dos ocasiones después de Su resurrección, escogió el primer día de la semana para presentarse en medio de Sus discípulos (versículos 19,26), así consagrando (si esta palabra se puede usar) este día para que se reuniesen para recordar Su muerte.
(3) El propósito de la reunión debe de ser partir el pan. Yo digo esto, porque en muchas partes hay una mesa semanal, pero todo en subordinación con otras cosas, como predicar, etc.
(4) Todo en conexión con la mesa —devoción, ministerio y disciplina— debe de estar de acuerdo con, y sujeto a, la palabra de Dios. Si hay un solo reglamento humano, adoptado de cualquier base, el carácter de la mesa es destruido. Porque es la mesa del Señor; y sólo Su autoridad puede ser reconocida por Sus santos congregados.
¿Debería de añadir más? Pero hay un peligro o dos que estoy dispuesto a indicar. La primera es la indiferencia. Fue solamente el otro día que le pregunté a una creyente que si estaba en la mesa del Señor. Comprendiendo mi significado, ella contestó, “Me es suficiente saber que Cristo es mi Salvador, y yo no deseo preocuparme por preguntas como esas”. ¿Podría algo ser más triste? Como si no fuera de importancia descubrir la mente del Señor; porque ciertamente si ha indicado Su voluntad sobre esta pregunta, debería de ser nuestro gozo descubrirla, y estar en obediencia a ella. Otro contestó en diferente manera. Dijo así: “Yo no soy llamado a juzgar a mis hermanos en la fe, y deseo tener compañerismo con todos”. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 2 y 3). Así nosotros somos llamados a juzgar los caminos de nuestros compañeros en la fe —en verdad, de las “iglesias”— medir todo por la Palabra y rehusar todo lo que no sanciona o lo que condena. La indiferencia es el espíritu del Laodicense concerniente a lo cual el Señor dice, “Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3:16). El otro peligro es el de asociación. Por ejemplo, cuántas veces un creyente nuevo es llevado inconscientemente a lo que es contrario a la mente del Señor por medio de amistades, de parientes, o de asociaciones espirituales. Él es guiado por la opinión de sus amigos, etc., en vez de la palabra de Dios; o puede ser que, habiendo sido convertido o habiendo recibido bendición en un lugar particular, naturalmente desea continuar donde recibió la bendición. Pero la pregunta en todo caso debe de ser, “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hechos 9:6). De otra manera, con el debido deseo de acuerdo con la palabra de Dios, de recordarlo a Él en Su muerte, él podría ser encontrado haciéndolo de una manera desagradable a Él.
Amonestándole en contra de estos peligros, déjeme recordarle que es mucho mejor esperarse que participar de la mesa del Señor en desobediencia. Antes de buscar ser admitido a la mesa, escudriñe las Escrituras, mirando al Señor como guía; “y si tu ojo fuere simple, también todo tu cuerpo será resplandeciente” (Lucas 11:34). Reservo la pregunta de la cena para otra carta.
Créamelo, querido———-,
Suyo cariñosamente en Cristo, E. Dennett.
Devoción viva
Pocos cristianos comprenden que esfera tan honorable les está abierta a ellos de una devoción viva a Cristo. Tenemos un ejemplo de esto en Pablo: él estaba listo para morir por el nombre de Jesús. Él no tenía nada más que ganar o que esperar aquí. Deseamos tener más de esta sincera devoción de corazón para el Señor. Queremos subir más arriba de la atmósfera pesada en la cual viven la mayor parte de los cristianos. Nuestro testimonio no debe limitarse a las temporadas de adoración unida; sino por todo el mundo, y entre las multitudes de pobres moribundos pecadores al derredor, debemos procurar testificar de Jesús tanto por medio de nuestras palabras como por nuestras maneras.
¡Cuán felices debemos ser como cristianos! Nada nos puede hacer infelices si tenemos un ojo sencillo para Cristo, invocando al Señor de un corazón puro. Es la falta de esto lo que causa mucha de la depresión nerviosa y abatimiento del espíritu que encontramos en muchos cristianos. Si Cristo fuese el objeto principal de nuestro corazón, Su gloria la única cosa que tuviésemos en vista, ni siquiera estaríamos pensando ni preocupándonos por nosotros mismos. Deseamos nada más entregarnos a nosotros mismos al Señor. Isaías 6 ilustra esto. Primero, el profeta dice: “Ay de mí”, etc.; cuando fue purgado, sigue la palabra: “Heme aquí, envíame a mí”. Estos principios se llevan a cabo en el libro de Isaías; siendo el testimonio primeramente a la inmundicia de Israel, y luego, en los últimos días, aparecen como mensajeros dispuestos hacia otros de la gracia de Dios.
Ojalá que podamos conocer el privilegio de una devoción viva a Cristo. Es un honor ser usados por Él. Al mismo tiempo, debemos recordar que se necesita la dirección tanto como una devoción de corazón. Como en un ferrocarril, el vapor es el poder propulsor, pero sin los rieles, los carros correrían entre los campos o en alguna otra cosa; así, la palabra se necesita para guiar nuestro celo por el Señor.
Luz provista cuando se necesite
El tren se deslizaba hacia adelante con la luz del sol brillante cuando el hombre del tren vino y las luces resplandecieron. Los pasajeros estaban pensando por qué se hacía esto a medio día, pero mientras hablaban ellos de esto, el tren se sumergió en un largo túnel. Entonces todos comprendieron por qué las lámparas habían sido encendidas allá en la luz del sol.
Esto de proveer la luz de antemano nos recuerda que la palabra de Dios atesorada en nuestros corazones alumbrará nuestro camino cuando nuestra senda repentinamente dé vuelta a un trance oscuro.
Aquel que en los días de sol no haya hecho las Promesas Divinas suyas no tiene consuelos que lo sostengan cuando venga la dificultad. Pero el que ha meditado en la Palabra Santa y colocado en su memoria sus preciosas verdades y aseguranzas, cuando sea llamado a pasar por medio de la aflicción, tiene luz en su morada.
Notas misceláneas: Número 12
Extracto: Lo que es grande AHORA no es genuino; lo que es genuino AHORA no es grande. Lucas 16:15: “Porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación”.
*****
Extracto: El que está más cerca de Cristo le servirá mejor, y no hay servicio para Él sin ello.
*****
¡ALMA MIA! DIOS TE LLAMA
¡Alma mía! Dios te llama,
¡Oh, no dejes de acudir!
Con Su poderosa mano
El camino te ha de abrir.
Él ha roto la cadena,
Ya de Egipto salvo estás;
Libertado de la pena,
Con tu Dios caminarás.
El desierto está delante;
Triste, seca soledad;
Mas de la celeste fuente
Beberás en libertad.
Luz divina te rodea,
Y tus pasos guiará;
Tras la noche y la pelea,
Hay la paz que durará.
¿Son de Egipto los placeres
Para ti sólo ilusión?
El Señor, de Sus tesoros,
Saciará tu corazón.
El desierto enseñaráte
Cuán benigno tu Dios es;
Poderoso en Su paciencia,
Él te guiará los pies.
A Canaán peregrinando,
Tus fatigas te traerán
De la gloria bendiciones,
Que del Padre te hablarán.
Si el camino fuese largo,
Sostendráte Su virtud;
Como el águila renueva
Fuerzas de su juventud.
Cuando, al fin de tus desvelos,
Entres en tu posesión,
Y ese amor allí celebres
En la celestial mansión.
Quien allá te habrá guiado,
Conocido te ha de ser;
De su amor bien comprobado,
Vas la gloria pronto a ver.
*****
Extracto: Ud. podrá ser llamado a pasar por una prueba más grande de principios de cualesquiera que ya haya pasado antes. Supongamos que está en una prisión, sin nadie que le ame, que le consuele, solo enteramente. Pero si es asl, hay la vida eterna. Yo tengo que caminar sobre la tierra como uno que la posee, y si es así, ¿me debe de importar cuales sean mis circunstancias? Tristeza, y nada sino tristeza, podrá haber por un tiempo; pero si tengo la vida eterna, pronto estaré arriba y sobre todo ello.
*****
Extracto: Debe ser siempre el gran gozo de nuestro corazón congregarnos al derredor de la mesa de nuestro amoroso Señor y recordarle en la manera que Él señaló, para recordar Su muerte hasta que Él venga. Es verdaderamente admirable pensar que Él busque un lugar de recuerdo en corazones como los nuestros.
*****
Extracto: Todo aquello que presenta a Cristo en Su propia excelencia es dulce y aceptable a Dios. Aun la expresión o exhibición más débil de Él, en la vida o en la adoración de un santo, es olor de dulce aroma en lo cual Dios se agrada mucho.
*****
PALABRAS de EDIFICACIÓN, EXHORTACIÓN y CONSOLACIÓN no llevaron ningún precio de suscripción y se mandaron por correo, porte pagado, a todos los creyentes en nuestro Señor Jesucristo que las pidieron, según el Señor proveía. Su único objetivo se expresa en este versículo de la Sagrada Escritura: “Mas vosotros, oh amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe” (Judas 20). Editor Responsable: Allan Farson; Oficinas de Impresión: Domingo Diez 77, Cuernavaca, Mor., México.