Muerte

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Hebreos 11:4
Por hermosa que fuera la primera creación, proveyendo a todo para las necesidades del hombre y para su dicha, había la posibilidad de que éste lo perdiera todo por la desobediencia. Dios permitió que el hombre fuera probado. Perdió entonces su paraíso, probablemente poco después de haberlo recibido. La causa inmediata de su caída fue muy semejante a la de su tentador: "No permaneció en la verdad." Satanás entró para arruinar la creación que Dios había hecho para el hombre. Toda la paz, gozo, reposo y apacibilidad, la capacidad para gozar del bien, quedaron afectados por el pecado. El poder que se ve en manos de Satanás bien puede llevarnos a sentir nuestra impotencia. Él tiene el poder de la muerte y del sepulcro. Desde aquel entonces son millones, miles de millones más bien, los que yacen muertos, caídos bajo el poder de Satanás. Además de esto, "el mundo entero está bajo el maligno." La muerte arrojó su sombra sobre toda la creación, dejando la maldición sobre la tierra. Del hombre se dice: "y murió [...] y murió [...] y murió." Hoy en día dos personas pasan a la eternidad cada segundo. ¡Qué terrible pensamiento! ¿Qué haré yo? ¿Cómo puedo escapar a ello?
Hay una compañía que escapará a la muerte, a la muerte física real, aquellos que son de Cristo en Su venida. Todos aquellos que han muerto en Cristo serán resucitados para ser arrebatados con los vivientes recién mencionados. Cuando un hombre engendra hijos, propaga en este mundo una raza semejante a su cabeza caída ... perdidos. Todos son perdidos hasta que no sean salvos. ¡Perdidos! Este es tu caso si estás fuera de Cristo. La única expectativa que tienes es la muerte, y, recuerda, "después de la muerte, el juicio."
No sólo dejó el pecado al hombre atado a la muerte en lo físico, sino también un proscrito moral, habiendo quedado su mente en enemistad contra Dios, sin un solo pensamiento excepto lo malo; moralmente pervertido. Si ha de haber bendición, tiene que haber un nuevo nacimiento; también cada pensamiento tiene que ser llevado a la obediencia de Jesucristo.
La única liberación de la muerte, moral o física, es mediante la muerta vicaria de otro. Esto es lo que llevó a cabo Jesús por aquellos que confían en Él. Es cierto que todos los que hayan confiado en Cristo, y que estén vivos en el momento de Su venida, no pasarán por la muerte física. Todos los que sean de Cristo, pero en sus tumbas, resucitarán, y los vivos se unirán a ellos. Todos serán cambiados y recibirán un cuerpo semejante a Su cuerpo de gloria. Esta será la liberación final y definitiva, cuando ya no nos veremos lastrados por nuestros cuerpos de barro, de la vieja naturaleza, sino que moraremos en un edificio de Dios, eterno en los cielos, inmarcesible.
Desde que el pecado entró en el mundo, este mundo se ha ido transformando en una inmensa tumba (Nadie sino Dios sabe cuántos yacen ahora muertos). Vendrá el momento en que la muerte y la tumba serán destruidos, idos para siempre; pero aquellos que se hallen entonces allí en aquel momento serán lanzados al lago de fuego, para sufrir, física y mentalmente, el juicio del fuego eterno (Ap. 20:11-15). Los que vivan en la tierra cuando la muerte sea destruida seguirán viviendo eternamente sobre la nueva tierra, compartiendo goces comunes con los que estén en el cielo (Mt. 25:46; Ap. 21:1-8). ¿Acaso estas verdades no tienen voz para nosotros? ¿Eres salvo? ¿Está asegurado, tu destino? La muerte no te llevará más cercano a resolver la incógnita, sino que lo que hará será fijar irremisiblemente tu destino. No hay segundas oportunidades. "Si el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol cayere, allí quedará" (Ec. 11:3).
¡Para siempre! ¡Eternamente!
Considéralo, oh alma mía;
El fuego sigue ardiendo
Mientras las eras sin fin su curso siguen.
¿Está asegurado el reposo y esperando,
O está la conciencia de plaga atacada?
¿Ha quedado ya cada cuenta saldada
Antes de que tu espíritu su vuelo emprenda?
Sólo confiando en la obra acabada de Cristo, Su muerte por nosotros en la cruz, podrás permanecer seguro, sin que perturbaciones de un juicio eterno inquieten tu alma.
Lo primero que se ha de saber es cómo satisfacer a un Dios santo a fin de no tener que hallarse de pie ante el Gran Trono Blanco. Sólo aquellos que se encuentran muertos, moral y espiritualmente, se verán allí. El resto ya estarán gozando de su herencia eterna. La Pascua es una figura muy apropiada de cómo Dios puede recibir satisfacción. Cada casa en la que se había recogido la sangre del cordero en un lebrillo y se había aplicado con hisopo al dintel y a los postes de la puerta se vio libre del juicio. "Nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificado por nosotros." Cuando Dios vio a Jesús muriendo en la cruz y la sangre derramada, pasó por encima de todos los que creen Su Palabra. "Sin derramamiento de sangre no se hace remisión" (Heb. 9:2222And almost all things are by the law purged with blood; and without shedding of blood is no remission. (Hebrews 9:22)).
"Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella." Esto ha sido expuesto en nuestro tema de la muerte, que se debe hacer un sacrificio a Dios en nuestro puesto, o nosotros quedaremos bajo juicio. Este sacrificio tiene que ser perfecto, porque Dios no puede aceptar nada excepto una ofrenda perfecta.
Aunque estaban a cubierto del juicio de Egipto mediante la sangre, con todo el poder del pecado seguía estando allí, Faraón y sus ejércitos. La victoria en el Mar Rojo pone ante nosotros la muerte de Cristo. Aquí se trataba del poder del pecado. Cuando Cristo murió, no es sólo que la sangre satisfizo las demandas de un Dios santo, sino que además Su muerte afrontó de una vez por todas el poder combinado de Satanás y de la muerte. Esto es la liberación a través de la muerte, la muerte de Cristo.
La Palabra de Dios nos dice que Cristo gustó la muerte por todos. (Heb. 2:99But we see Jesus, who was made a little lower than the angels for the suffering of death, crowned with glory and honor; that he by the grace of God should taste death for every man. (Hebrews 2:9)). Hemos hablado del hombre individual, pero Cristo también redimió la creación entera (Ro. 14:9). Los cielos y la tierra serán conmovidos y cambiados. Él reconciliará cielo y tierra a Sí mismo de manera que puedan ser habitados para siempre jamás en un estado que no pueda ver corrupción.
Si alguien fuera a dejar su actual morada y poner sus pies sobre otro planeta, verificaría, como ya lo sabe, que la recepción sería totalmente inhospitalaria. Dios nunca preparó los cielos actuales para el hombre. El nuevo cielo no será para carne y sangre; la vida en el espíritu será allí la norma. La admisión a estos reinos etéreos demanda una preparación celestial. Para el creyente la muerte de Cristo rompe toda relación con Adán y la tierra. La resurrección introduce al creyente en la nueva creación, y queda así preparado para los nuevos cielos. Allí gozará para siempre sin interrupción de un lugar en el que todas las cosas son nuevas, en un cuerpo incorruptible. La mente del hombre no puede entrar en esto; sólo la fe en la Palabra de Dios puede vivir esto hasta que la fe se vuelva en vista.
Entre tanto el hombre con todos sus planes llamará en vano a la puerta del cielo, sólo para perderlo todo y al final caer en las tinieblas de afuera con el diablo y sus ángeles, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Esto recibe el nombre de las regiones infernales, que nunca serán reconciliadas. "Dejaos del hombre, cuyo aliento está en su nariz."
La introducción del cristianismo en el día de Pentecostés no sólo proveyó al hombre con la liberación de la culpa, sino que le abrió el cielo como su destino, siempre que se reconozca como pecador y ponga su confianza en el Señor Jesús como su Salvador. Esta oferta sobre la base de la simple fe en la Palabra de Dios es escarnecida por el hombre religioso; pero éste sigue intentando asaltar el cielo por fuerza. Esto conducirá a la final apostasía, tanto religiosa como política y social (Jud. 6), al unirse la bestia y el falso profeta con los diez reyes, para atacar al Cordero cuando Él venga desde un cielo abierto para establecer Su reino sobre la tierra (Ap. 19:19).
¡Qué espectro ... LA MUERTE! Sólo los que trabajan con los enfermos y moribundos, o con muertos, endureciendo sus sentimientos y pensamientos, escapan en una medida a la realidad de la muerte. El mundo está intentando en vano, mediante los placeres, las drogas embotadoras del sentido, y el alcohol, huir de su terrible realidad. ¿Por qué? A causa de aquel silencioso vigilante, la conciencia, que nunca deja de hacer sonar constantemente en el oído: "Después de la muerte, el juicio." ¿Acaso la educación podrá aliviar la culpa? ¿Qué hay de tus pecados? Tu razón te deja en el ateísmo, en el agnosticismo, o en la incredulidad, escondites temporales. "Dios demanda lo pasado." Al lanzarse el hombre a la aventura, a la investigación y a la filantropía, en lo más íntimo de su ser ello es sólo para ahogar la terrible realidad de la muerte y de sus frutos. "Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubren después" (1 Ti. 5:2424Some men's sins are open beforehand, going before to judgment; and some men they follow after. (1 Timothy 5:24)). "El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia" (Pr. 28:13). El avestruz puede esconder su cabeza en la arena, pero ello no le esconderá de sus enemigos. Ni tampoco la negación de un hecho cambiará sus consecuencias. Tal manera de pensar sólo constituye una demostración de las palabras del Salmo 53: "Dice el necio en su corazón: No hay Dios." Por cuanto el camino es estrecho, la Escritura dice: "Y pocos son los que lo hallan." ¡Cuánto más serio, entonces, para aquellos que se han acercado a él será apartarse de nuevo a sus pecados, rechazando a Cristo!
Es el creyente y el creyente solamente quien puede cantar mientras pasa al mundo invisible. Las oscuras tradiciones de las religiones humanas no dan ninguna esperanza cierta, ni paz ni gozo, ante la perspectiva de la muerte. La palabra que llena el corazón del creyente de paz es: "[...] partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor" (Fil. 1:23). ¿Acaso cambiaríais la certidumbre de una fe viva por la incertidumbre de los razonamientos humanos basados sobre nada más que en una mente corrompida? Estás en la encrucijada entre la vida y la muerte. "Escogeos hoy a quien sirváis" (Jos. 24:1515And if it seem evil unto you to serve the Lord, choose you this day whom ye will serve; whether the gods which your fathers served that were on the other side of the flood, or the gods of the Amorites, in whose land ye dwell: but as for me and my house, we will serve the Lord. (Joshua 24:15)).
A una encrucijada un día llegué,
Mi decisión ahora confieso;
Un camino a la vida me lleva,
El otro ... a la muerte segunda.
Si un creyente llega al momento de la muerte, tiene la promesa de una resurrección de vida e incorruptibilidad corporal. ¿Qué es lo que puede esperar un inconverso? Un lugar en el que "el gusano nunca muere y donde el fuego nunca se apaga." Será arrojado al lago de fuego, en cuerpo, alma y espíritu. ¡Así es la muerte y sus consecuencias!
Dios ha dado provisión para el hombre, de manera que no tenga que perderse. "El que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente" (Ap. 22:17). Todos están ahora perdidos, excepto aquellos que se han identificado con Cristo en Su muerte (Ro. 10:9).
En Hebreos 9:16 se afirma: "Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador." "Cristo murió por nuestros pecados." Nuestra herencia quedó asegurada mediante la muerte de Cristo.
Amigo, ¿cuál es tu expectativa? ¿Es muerte, o vida? ¿Estás seguro de tu destino, o te encuentras en un vasto mar sin mapa y sin puerto seguro?
Acepta hoy a Cristo y asegura tu DESTINO eterno con Cristo, en la casa del Padre, con un cuerpo incorruptible y una nueva vida en un nuevo lugar, donde todas las cosas son de Dios y donde Él nos ha reconciliado a Sí mismo según Su propia voluntad, consejos, y propósitos en Cristo en el cielo.