Mateo Capítulo 9

Matthew 9  •  6 min. read  •  grade level: 14
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Jehová Presente En Israel Con Prueba De Su Derecho a Perdonar Pecadores En Gracia
En el capítulo 9, mientras que actúa en el carácter y según el poder de Jehová (como leemos en el Salmo 103), “Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias”; lo que se presenta es la gracia real en sí misma hacia y para ellos, en la cual Él vino. Presenta el carácter de Su ministerio, así como el capítulo previo presenta la dignidad de Su Persona y el significado de lo que Él era. Se presenta a Sí mismo a Israel como su verdadero Redentor y Libertador; y, para demostrar que Su título (al cual ya se oponía la incredulidad) era esta bendición para Israel y para perdonar todas sus iniquidades que levantaron una barrera entre ellos y su Dios, Él cumple la segunda parte del versículo y sana la dolencia. ¡Hermoso y precioso testimonio de bondad hacia Israel, y al mismo tiempo, la demostración de Su gloria que estuvo en medio de Su pueblo! En el mismo espíritu, así como Él había perdonado y sanado, llama al publicano y entra en su casa, pues Él no había venido a llamar a justos, sino a pecadores.
El Progreso De La Oposición; El Rechazo De La Obra Y De La Persona Del Señor
Pero entramos ahora en otra porción de la enseñanza de este Evangelio: la del progreso de la oposición de los no creyentes, de los sabios y, en particular, de los religiosos; y la del rechazo de la obra y la Persona del Señor.
La idea, el retrato de lo que sucedió, nos ha sido presentada ya en el caso del endemoniado gadareno—el poder de Dios presente para la completa liberación de Su pueblo, del mundo, si Le recibían—poder que los demonios confesaron ser aquel que en un futuro los juzgaría y los echaría fuera, el cual se mostraba en bendición para toda la gente del lugar, pero que fue rechazado porque no deseaban que tal poder habitara entre ellos. No aceptarían la presencia de Dios.
El Rechazo De La Intervención De Dios En La Tierra
La narración de los detalles y el carácter de este rechazo comienza ahora. Observen que Mateo 8:1-27 presenta la manifestación del poder del Señor—siendo este poder verdaderamente el de Jehová en la tierra. A partir del versículo 28 son presentadas, la recepción que este poder tuvo en el mundo, y la influencia que gobernaba al mundo, ya sea como poder, o moralmente en los corazones de los hombres.
Llegamos aquí al progreso histórico del rechazo de esta intervención de Dios en la tierra.
La multitud glorifica a Dios, que había dado tal potestad a un hombre. Jesús acepta este lugar. Él era hombre: la multitud vio que Él era un hombre, y reconoció el poder de Dios, pero no supo cómo combinar las dos ideas en Su Persona.
Dios Manifestado En Gracia a Pecadores
La gracia que desprecia las pretensiones de justicia del hombre, es ahora presentada.
Mateo, el publicano, es llamado; pues Dios mira el corazón, y la gracia llama a los vasos escogidos.
El Señor manifiesta los pensamientos de Dios sobre este asunto, y Su propia misión. Él vino a llamar a pecadores; Él iba a tener misericordia. Era Dios en gracia, y no el hombre con su supuesta justicia basada en sus méritos.
Nuevos Principios Y Nuevo Poder
Él indica dos motivos que hacen imposible reconciliar Su curso con las demandas de los Fariseos. ¿Cómo podían ayunar los discípulos cuando el Esposo estaba allí? Cuando el Mesías se hubiese marchado, ellos bien podrían hacerlo así. Además, es imposible introducir los nuevos principios y el nuevo poder de Su misión en las viejas formas Farisaicas.
Vida Dada a Los Muertos, Prueba De Que Jehová Está Allí En Gracia
De esta forma, tenemos la gracia a los pecadores, pero (siendo la gracia rechazada) ahora viene, inmediatamente, una prueba mayor de que el Mesías-Jehová estaba allí, y allí en gracia. Al recibir la súplica de que resucitase a una niña de su lecho de muerte, Él obedece la petición. Mientras Él va, una pobre mujer, la cual había empleado sin éxito todos los medios de curación, es sanada al instante tocando con fe el borde de Sus vestiduras.
Cristo El Poder Para El Israel Muerto Y Para La Fe Individual; La Maldad De Los Fariseos
Esta historia nos proporciona las dos grandes divisiones de la gracia que fue manifestada en Jesús. Cristo vino para despertar al Israel muerto; Él hará lo mismo en el futuro en el sentido pleno de la palabra. Mientras tanto, cualquiera que se asía de Él con fe, en medio de la multitud que le acompañaba, era sanado, por muy desesperado que fuera el caso. Esto, que sucedió en Israel cuando Jesús estaba allí, es cierto, en principio, acerca de nosotros también. La gracia en Jesús es un poder que levanta de los muertos, y que sana. Así Él abrió los ojos de aquellos en Israel que le reconocieron como Hijo de David, y que creyeron que Su poder podía suplir sus necesidades. Él echó fuera demonios también, y devolvió el habla al mudo. Pero habiendo realizado estos hechos de poder en Israel, de modo que el pueblo, en cuanto al hecho, los reconociera con admiración, los Fariseos, la parte más religiosa de la nación, atribuyen este poder al príncipe de los demonios. Tal es el efecto de la presencia del Señor en los líderes del pueblo, celosos de Su gloria manifestada así entre ellos, sobre quienes ellos ejercían su influencia. Pero esto, en modo alguno interrumpe a Jesús en Su carrera de beneficencia. Él todavía puede dar testimonio entre el pueblo. A pesar de los Fariseos, Su paciente bondad todavía encuentra lugar. Él continúa predicando y sanando. Tiene compasión del pueblo, quienes eran como ovejas que no tienen pastor, abandonados, moralmente, a su propia guía. Él ve que la mies es mucha, mas los obreros pocos. Es decir, Él ve todavía cada puerta abierta para dirigirse al pueblo y pasa por alto la maldad de los Fariseos.
La Paciencia Y La Bondad De La Gracia
Resumamos lo que encontramos en el capítulo, la gracia desarrollada en Israel. En primer lugar, la gracia sanando y perdonando, como en el Salmo 103. Luego, la gracia que viene a llamar a los pecadores, no a los justos; el esposo estaba allí, y no podía la gracia en poder ser puesta en vasos judíos ni Farisaicos; era nueva incluso en cuanto a Juan el Bautista. Realmente Él viene a dar vida a los muertos, no a sanar, sino que quienquiera que entonces Le tocara con fe—porque existían los tales—eran sanados en el camino. Él abre los ojos para que vean, como Hijo de David, y abre la boca muda de aquel a quien el demonio poseía. Todo es rechazado con blasfemia por los Fariseos y su justicia propia. Pero la gracia ve la multitud aún como careciendo de pastor; y mientras el portero mantiene la puerta abierta, Él no cesa de buscar y ministrar a las ovejas.