Mateo Capítulo 4

Matthew 4  •  17 min. read  •  grade level: 15
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Llevado Por El Espíritu Para Ser Tentado Por El Diablo
Habiendo tomado así en gracia Su posición como hombre en la tierra, Él comienza en este capítulo Su carrera terrenal, siendo llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. El hombre justo y santo, el Hijo de Dios, gozando de los privilegios apropiados para Uno como Él, debe experimentar la prueba de aquellas maquinaciones por las cuales el primer Adán cayó. Es Su condición espiritual la que es probada. No se trata ahora de un hombre inocente en el goce de todas las bendiciones naturales de Dios y que es puesto a prueba en medio de esas bendiciones que deberían haberle hecho recordar a Dios. Cristo, cerca de Dios como Su amado Hijo, pero en medio de la prueba, poseyendo el conocimiento del bien y del mal, y, en cuanto a las circunstancias externas, habiendo descendido en medio del estado caído del hombre, Su fidelidad a esta posición deberá ser plenamente probada con respecto a Su perfecta obediencia. Para mantener esta posición, Él no debe aceptar ninguna otra voluntad que no sea la de Su Padre, y cumplirla o soportarla, cualesquiera sean las consecuencias para Él. Deberá cumplirla en medio de todas las dificultades, de las privaciones, del aislamiento, del desierto, donde se halla el poder de Satanás, que podría tentarle a seguir un camino más fácil que aquel que sería solamente para la gloria de Su Padre. Debe renunciar a todos los derechos que pertenecían a Su propia Persona, excepto que Él los reciba de Dios y sometiéndose a Él con una confianza perfecta.
El enemigo hizo todo lo posible para inducirle a hacer uso de Sus privilegios, “Si eres Hijo de Dios”, para Su propio alivio, aparte del mandato de Dios, y para evitar los sufrimientos que podían acompañar la realización de Su voluntad. Pero esto era para llevarle a hacer Su propia voluntad, no la voluntad de Dios.
Con El Enemigo En El Desierto
Jesús, disfrutando en Su propia Persona y en Su propia relación con Dios el pleno favor de Dios como Hijo de Dios, la luz de Su rostro, va al desierto por cuarenta días para entrar en conflicto con el enemigo. Él no se apartó del hombre, de toda relación con el hombre y las cosas del hombre (como Moisés y Elías) para poder estar con Dios. Estando ya plenamente con Dios, Él es separado de los hombres por el poder del Espíritu Santo, para estar a solas en Su conflicto con el enemigo. En el caso de Moisés, fue sacar al hombre de su condición natural para estar con Dios. En el caso de Jesús, esto es así para estar con el enemigo: estar con Dios era Su posición natural.
Obediencia Simple Y Absoluta, Viviendo Por Las Palabras De Dios
El enemigo Le tienta, en primer lugar, proponiéndole satisfacer Su necesidad corporal, y, en lugar de esperar en Dios, usar según Su propia voluntad y en Su propio nombre, el poder que Le había sido conferido. Pero si Israel había sido alimentado en el desierto con el maná de Dios, el Hijo de Dios, no obstante Su gran poder, actuaría conforme a aquello que Israel debió haber aprendido a través de aquel medio, a saber, que “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” El Hombre, el judío obediente, el Hijo de Dios, esperaba en esta palabra, y no haría nada sin ella. Él no vino para hacer Su voluntad, sino la voluntad de Aquel que le envió. Este es el principio que caracteriza al Espíritu de Cristo en los Salmos. Ninguna liberación es aceptada si no es con la intervención de Dios a su propio buen tiempo. Esto es perfecta paciencia, a fin de ser perfecto y completo en toda la voluntad de Dios. No podía haber codicia de pecado en Cristo; pero estar hambriento no era pecado, sino una necesidad humana, y ¿qué hay de malo en comer cuando se está hambriento? No era la voluntad de Dios que se hiciese, y esa voluntad era por medio de la palabra que Él había venido a hacer. La sugerencia de Satanás fue: “Si Hijo eres de Dios, manda ... ” (Mateo 4:3—Versión Moderna); pero Él había tomado el lugar de un siervo, y este lugar no era un lugar de mando; él procuró hacerle salir del lugar de servicio y obediencia perfectos, fuera del lugar de un siervo.
La Palabra Escrita Y El Carácter De La Obediencia De Cristo
Y observen aquí el lugar que tiene la Palabra escrita, y el carácter de la obediencia de Cristo. Este carácter no es simplemente que la voluntad de Dios es una regla; es el único motivo para actuar. Con frecuencia tenemos una voluntad detenida por la Palabra. No así Cristo. La voluntad de Su Padre era Su motivo; Él no actuó meramente según ella, sino porque ella era, la voluntad de Dios. Nos deleitamos ver a un niño que correría a hacer aquello que le agrada, detenerse y hacer alegremente la voluntad de sus padres cuando es llamado a hacerla. Pero Cristo nunca obedeció de esta manera, nunca buscó Su propia voluntad, sino que fue detenido por la de Su Padre. Y nosotros somos santificados por la obediencia a Cristo. Noten, más específicamente, que la Palabra escrita es aquello por medio de lo cual Él vive y por medio de lo cual Él vence. Todos dependían aquí de la victoria de Cristo, así como todos lo hicieron de la caída de Adán. Pero para Cristo, un texto, usado correctamente desde luego, es suficiente. No busca otro: eso es obediencia. Esto le basta a Satanás; él no tiene respuesta. Sus asechanzas son así derrotadas.
El primer principio de la conquista es la simple y absoluta obediencia, viviendo de las palabras que salen de la boca de Dios. Lo que sigue es perfecta confianza en el camino de obediencia.
Confianza Perfecta En El Camino De Obediencia
En segundo lugar, entonces, el enemigo lo pone en un pináculo del templo, para inducirle a aplicarse a Sí mismo las promesas hechas al Mesías, sin permanecer en los caminos de Dios. Indudablemente el hombre fiel puede contar con la ayuda de Dios mientras anda en Sus caminos. El enemigo haría que el Hijo del Hombre tentara a Dios (en lugar de confiar en Él mientras anda en Sus caminos) para ver si se podía confiar en Él. Esto habría sido una falta de confianza en Dios, no obediencia; u orgullo, presumiendo en sus privilegios en lugar de contar con Dios en obediencia. Tomando Su lugar con Israel en la condición en que se hallaban cuando carecían de rey en la tierra, y, citando las instrucciones dadas a ellos en ese libro para guiarlos en el piadoso camino que allí se enseñaba, Él usa para Su guía esa parte de la Palabra que contiene el requerimiento divino sobre este asunto: “No tentarás al Señor tu Dios”; un pasaje citado a menudo como si prohibiera el exceso de confianza en Dios; mientras que significa no desconfiar, y probar si Él es fiel. Ellos tentaron a Dios, diciendo, ¿está realmente Dios entre nosotros? Y esto es lo que Satanás hubiera querido que hiciera el Señor.
La Herencia Terrenal Ofrecida Al Hijo Del Hombre Por Satanás En Abierta Hostilidad Hacia Dios
En tercer lugar, el enemigo, fracasando en engañar ese corazón obediente, incluso escondiéndose en el uso de la Palabra de Dios, se muestra en su verdadero carácter, tentando al Señor a evitar los sufrimientos que le aguardaban, mostrándole la herencia del Hijo del Hombre en la tierra, aquello que iba a ser Suyo cuando lo hubiera alcanzado a través de todos aquellos caminos, laboriosos pero necesarios para la gloria del Padre, que el Padre había trazado para Él. Todo iba a ser ahora Suyo, si reconocía a Satanás adorándole como el dios de este siglo. Esto es, de hecho, lo que los reyes de la tierra habían hecho por solamente una parte de estas cosas; ¡cuan a menudo han sido hechas por causa de triviales vanidades! pero Él iba a tener la totalidad. Pero si Jesús iba a heredar la gloria terrenal (así como toda otra gloria), el objeto de Su corazón era Dios mismo, Su Padre, para glorificarle. Cualquiera que fuese el valor de la dádiva, Su corazón la apreciaba como la dádiva proveniente del Dador. Además, Él estaba en la posición de hombre probado y de un fiel israelita; y cualquiera que fuese la prueba de la paciencia a la cual el pecado del pueblo le había llevado, prueba tan grande como nunca había habido, Él no serviría a nadie más que a Su Dios exclusivamente.
La Actitud Del Creyente Hacia Satanás
Pero si el diablo lleva la tentación y el pecado a sus extremos, y demuestra ser el adversario (Satanás), el creyente tiene el derecho de echarle fuera. Si viene como tentador, el creyente debería responderle mediante la fidelidad de la Palabra, la cual es la guía perfecta del hombre, conforme a la voluntad de Dios. No necesita entenderlo todo. La palabra es la palabra de Aquel que entiende todo, y siguiendo eso, caminamos según una sabiduría que conoce todo, y en un camino formado por esa sabiduría, y que, por consiguiente, implica una confianza absoluta en Dios. Las primeras dos tentaciones eran las asechanzas del enemigo; la tercera, abierta hostilidad hacia Dios. Si él viene como el adversario declarado de Dios, el creyente tiene el derecho de negarse a tener nada que ver con él: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros.” (Santiago 4:7). Él sabe que ha encontrado a Cristo, no la carne. ¡Que los creyentes puedan resistir si Satanás los tienta por medio del mundo, recordando que es de esta forma como Satanás domina al hombre caído!
La Salvaguarda Del Creyente
La salvaguarda del creyente, moralmente (esto es, en cuanto al estado de su corazón), es un ojo sencillo. Si yo busco solamente la gloria de Dios, aquello que no presenta otro motivo que mi propio engrandecimiento, o mi propia satisfacción, ya sea en el cuerpo o en la mente, no tendrá ningún dominio sobre mí; y se manifestará a la luz de la Palabra, que guía al ojo sencillo, como contrario a la mente de Dios. Esta no es la soberbia que rechaza la tentación por el motivo de ser bueno; es la obediencia, que da humildemente a Dios Su lugar, y, por consiguiente, también a Su Palabra. “Por la palabra de tus labios Yo me he guardado de las sendas de los violentos.” (Salmo 17:4), de aquel que hacía su propia voluntad y la consideraba su guía. Si el corazón busca a Dios exclusivamente, la trampa más sutil queda al descubierto, porque el enemigo nunca nos tienta a buscar a Dios exclusivamente. Pero esto supone un corazón puro, y que no haya intereses propios. Esto fue exhibido en Jesús.
Nuestra salvaguarda contra la tentación es la Palabra, usada por el discernimiento de un corazón perfectamente puro, que vive en la presencia de Dios, y descubre los pensamientos de Dios en Su Palabra, y, por consiguiente, que conoce su aplicación a las circunstancias presentadas. Es la Palabra la que nos guarda el alma de las asechanzas del enemigo.
Por consiguiente, observen también que es en este espíritu de sencilla y humilde obediencia donde radica el poder; pues donde este existe, Satanás no puede hacer nada. Dios está allí, y, conforme a ello, el enemigo es conquistado.
Las Tres Tentaciones Y Los Tres Caracteres Del Señor
Me parece que estas tres tentaciones son dirigidas al Señor en los tres caracteres de Hombre, de Mesías, y de Hijo del Hombre.
Él no tenía deseos pecaminosos como el hombre caído, pero estaba hambriento. El tentador le persuadiría a satisfacer esta necesidad sin Dios.
Las promesas en los Salmos le pertenecían a Él como siendo hechas al Mesías.
Y todos los reinos del mundo eran Suyos como el Hijo del Hombre.
Él siempre respondía como un fiel israelita, personalmente responsable ante Dios, haciendo uso del libro de Deuteronomio, que trata sobre este asunto (a saber, la obediencia de Israel, en relación con la posesión de la tierra, y los privilegios que pertenecían al pueblo en relación con esta obediencia; y esto, aparte de la organización que los constituía un cuerpo colectivo ante Dios).
Satanás le deja, y los ángeles vienen para ejercer su ministerio para con el Mesías, el Hijo del Hombre victorioso a través de la obediencia. Sobre lo que Satanás le habría hecho hacer para probar a Dios, Él pasó por ello plenamente. Los ángeles son espíritus ministradores para nosotros también.
Satanás Enfrentado Y Atado Para El Hombre
Pero cuán profundamente interesante es ver al bendito Salvador, al Hijo de Dios descendido desde el cielo, y tomar—el Verbo hecho carne—Su lugar en la tierra entre los pobres piadosos, y, habiendo tomado ese lugar, reconocido por el Padre como Su Hijo, habiéndose abierto los cielos y abiertos a Él como Hombre, y ver el Espíritu Santo descendiendo y viniendo sobre Él como hombre aunque sin medida, y formando así el modelo de nuestro lugar, aunque aún no estábamos en este lugar; y la Trinidad entera, como he dicho, es primero plenamente revelada cuando Él es asociado así con el hombre; y entonces, siendo nosotros esclavos de Satanás, verle yendo, en este carácter y relación, a encontrarse con Satanás por nosotros, atar al hombre fuerte, y dar también al hombre, a través de Él, este lugar: sólo que, para nosotros, era necesaria la redención para traernos donde Él está.
El Ministerio Del Señor Fuera De Jerusalén, Cumpliendo La Profecía
Siendo Juan arrojado en prisión, el Señor se dirige a Galilea. Este movimiento, el cual determinó la escena de Su ministerio fuera de Jerusalén y Judea, tenía gran importancia con respecto a los judíos. El pueblo (hasta este momento centrado en Jerusalén, envanecido en la posesión de las promesas, de los sacrificios, y del templo, y en ser la tribu real), perdió la presencia del Mesías, el Hijo de David. Él fue, para la manifestación de Su persona, para el testimonio de la intervención de Dios en Israel, a los pobres y despreciados del rebaño; porque el remanente y los pobres del rebaño se hallan ya, en Mateo 3 y Mateo 4, distinguidos claramente de los principales del pueblo. De esta manera, Él se convirtió en el verdadero linaje, en vez de ser un renuevo de lo que había sido plantado en otra parte; aunque este efecto no fue totalmente manifestado aún. El momento corresponde a Juan 4.
Podemos comentar aquí que, en el Evangelio de Juan, los judíos son siempre distinguidos de la multitud, llamada ‘el pueblo’ en los Evangelios. El lenguaje, o más bien la pronunciación, era totalmente diferente. Ellos no hablaban Caldeo en Galilea.
Al mismo tiempo, esta manifestación del Hijo de David en Galilea fue el cumplimiento de una profecía en Isaías. La fuerza de aquella profecía es esta: aunque el cautiverio Romano era mucho más terrible que la invasión de los Asirios, cuando estos subieron contra Israel, no obstante, había esta circunstancia que lo alteraba todo, a saber, la presencia del Mesías, la Luz verdadera, en la tierra.
La Historia Del Señor Pasada Por Alto Aquí Hasta La Muerte De Juan El Bautista
Observamos que el Espíritu de Dios omite aquí toda la historia de Jesús hasta el comienzo de Su ministerio después de la muerte de Juan el Bautista. Le da a Jesús Su posición apropiada en medio de Israel—Emanuel, el Hijo de Dios, el Amado de Dios, reconocido como Su Hijo, el Fiel en Israel, aunque expuesto a todas las tentaciones de Satanás; y luego, inmediatamente después, Su posición profética anunciada por medio de Isaías y el reino proclamado como cercano.
Luego, entonces, Él reúne a Su alrededor a aquellos que definitivamente iban a seguirle en Su ministerio y en Sus tentaciones; y, a Su llamado, iban a vincular su porción y su herencia con la Suya, abandonando todo lo demás.
El hombre fuerte estaba atado, a fin de que Jesús pudiera despojar sus bienes, y proclamar el reino con pruebas de ese poder que era capaz de establecerlo.
La Proclamación Del Reino En Poder; Su Carácter, Su Naturaleza Y Sus Súbditos
Dos cosas son, entonces, presentadas en la narrativa del Evangelio. Primero, el poder que acompaña la proclamación del reino. En dos o tres versículos, sin otro detalle, el hecho es anunciado. Se asiste a la proclamación del reino con actos de poder que atraen la atención de todo el país, a todo lo largo del antiguo territorio de Israel. Jesús aparece ante ellos investido de este poder. Segundo, en los capítulos 5 al 7, el carácter del reino es anunciado en el sermón del Monte, así como el de las personas que deberían tener parte en él (siendo revelado, además, el nombre del Padre). Es decir, el Señor había anunciado el reino venidero, y con el poder presente de la bondad, habiendo vencido al adversario; y luego muestra cuales eran los verdaderos caracteres según los cuales este reino sería establecido, y quiénes podría entrar, y de qué manera. En este sermón no se habla de la redención, sino del carácter y la naturaleza del reino, y de quiénes podían entrar. Esto muestra claramente la posición moral que este sermón sostiene en la enseñanza del Señor.
La Posición Del Señor En Israel; Los Principios De Su Reino
Es evidente que, en toda esta parte del Evangelio, el tema de la enseñanza del Espíritu es la posición del Señor, y no los detalles de Su vida. Los detalles vienen después, a fin de exhibir plenamente lo que Él era en medio de Israel, Sus relaciones con ese pueblo, y Su camino en el poder del Espíritu que condujo a la ruptura entre el Hijo de David y el pueblo que debió haberle recibido. Estando la atención de todo el país puesta en Su hechos poderosos, el Señor establece ante Sus discípulos—pero a oídos del pueblo—los principios de Su reino.