Lucas Capítulo 24

Luke 24  •  12 min. read  •  grade level: 14
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La Resurrección Y Sus Muchas Pruebas
Vienen las mujeres, hallan removida la piedra, y hallan que el sepulcro ya no contiene el cuerpo de Aquel a quien habían amado. Estando ellas perplejas por esto, ven a dos ángeles cerca de ellas, quienes preguntan por qué vinieron a buscar entre los muertos al que vive, y les recuerdan las claras palabras que Jesús les había hablado en Galilea. Se van y cuentan todas estas cosas a todos los discípulos, los cuales no pueden creer lo que ellas dicen; pero Pedro corre al sepulcro, ve todo en orden, y se marcha, maravillándose de lo que había sucedido allí. En todo esto no había fe en las palabras de Jesús, ni en lo que las Escrituras habían dicho. En el camino a Emaús, el Señor relaciona las escrituras con todo lo que le había sucedido, mostrando a sus mentes donde rondaba aún el pensamiento de un reino terrenal, que según estas escrituras, los consejos revelados de Dios, el Cristo tenía que sufrir y entrar en Su gloria, un Cristo rechazado y celestial. Él despierta esa ardiente atención que siente el corazón cada vez que es tocado. Luego se revela a Sí mismo al partir el pan—la señal de Su muerte: no que esto fuera la eucaristía, sino que este acto particular estaba relacionado con ese acontecimiento. Entonces sus ojos fueron abiertos, y Él desaparece. Era el verdadero Jesús; pero en resurrección. Aquí, Él explicó todo lo que las escrituras habían hablado, y se presentó en vida con el símbolo de Su muerte. Los dos discípulos vuelven a Jerusalén.
El Señor ya se había mostrado a Simón—una aparición de la que no tenemos detalles. Pablo también la menciona como siendo esta aparición la primera, con respecto a los apóstoles. Mientras los dos discípulos hablaban de lo que les había sucedido, Jesús se puso en medio de ellos. Pero sus mentes no se habían adecuado aún a esta verdad, y Su presencia les alarma. No pueden comprender la idea de la resurrección del cuerpo. El Señor usa la confusión de ellos (muy natural, humanamente hablando), para nuestra bendición, dándoles las pruebas más razonables de que era Él resucitado; pero Él, cuerpo y alma, lo mismo que antes de Su muerte. Los invita a tocarle, y come delante de ellos. Era realmente Él mismo.
La Base De La Fe Verdadera
Quedaba una cosa importante—la base de la fe verdadera: las palabras de Cristo y el testimonio de las escrituras. Esto es lo que Él pone ante ellos. Pero aún eran necesarias dos cosas. Primero, necesitaban capacidad para entender la Palabra. Por consiguiente, Él les abre el entendimiento para que puedan comprender las Escrituras, y los establece como testigos que no sólo pueden decir: ‘Es así, porque lo hemos visto’, sino ‘Así fue necesario que haya sido, porque así lo ha dicho Dios en Su Palabra’; y el testimonio de Cristo mismo fue cumplido en Su resurrección.
La Gracia Debía Ser Predicada a Todas Las Naciones
Pero ahora la gracia debía ser predicada—Jesús rechazado por los judíos, inmolado y resucitado para la salvación de las almas, habiendo hecho la paz, y habiendo otorgado vida conforme al poder de la resurrección, habiendo sido cumplida la obra que limpiaba del pecado y garantizaba el perdón con este otorgamiento. La gracia debía ser predicada en todas las naciones, es decir, arrepentimiento y perdón a los pecadores; empezando en ese lugar (Jerusalén), con el cual, verdaderamente, la paciente gracia de Dios todavía reconocía un vínculo, a través de la intercesión de Jesús, pero que solamente podía ser alcanzado por la gracia soberana, y en donde el pecado más gravoso hacía más necesario el perdón, mediante un testimonio el cual, viniendo del cielo, tuvo que tratar con Jerusalén de la forma que trató con todos. Comenzando en Jerusalén, ellos tenían que predicar el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones. El judío, un hijo de ira, como los demás, tiene que entrar en el mismo terreno. El testimonio poseía una fuente más alta, aunque fuera dicho “al judío primeramente.”
Los Discípulos Iban a Ser Investidos De Poder Para Su Misión
Pero, en segundo lugar, se necesitaba algo más, por consiguiente, para el cumplimiento de esta misión, es decir, se necesitaba poder. Tenían que esperar en Jerusalén hasta que fueran investidos de poder desde lo alto. Jesús enviaría el Espíritu Santo que había prometido, de quien los profetas también habían hablado.
La Ascensión Del Señor Al Cielo Caracterizada Por Bendición Y Gran Gozo
Mientras bendecía a Sus discípulos—el cielo y la gracia celestial caracterizando Su relación con ellos—Jesús se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo, y ellos volvieron a Jerusalén con gran gozo.
Los Grandes Principios Fundamentales De Las Doctrinas Y Las Pruebas De La Resurrección
Se habrá observado que la narrativa de Lucas es muy general aquí, y contiene los grandes principios sobre los que se fundamentan las doctrinas y las pruebas de la resurrección; la incredulidad del corazón natural se describe detalladamente en los relatos más simples y conmovedores; el apego de los discípulos a sus propias esperanzas del reino, y la dificultad con que la doctrina de la Palabra tomó posesión de sus corazones, aunque, en proporción a la comprensión de ellos, sus corazones se abrieron a ella con gozo; la Persona de Jesús resucitado, aún un hombre, Aquel lleno de gracia que ellos conocieron; la doctrina de la Palabra; el otorgamiento de la comprensión de la Palabra; el poder del Espíritu Santo dado—todo lo que pertenecía a la verdad y al orden eterno de las cosas manifestadas.
Betania Como El Punto De Contacto Y Conexión Entre Jesús Y Los Discípulos
No obstante, Jerusalén todavía era reconocida como el primer objeto de la gracia en la tierra, conforme a las dispensaciones de Dios para con ella; sin embargo, ella no fue, aún como lugar, el punto de contacto y conexión entre Jesús y Sus discípulos. Él no los bendice desde Jerusalén, aunque, en los tratos de Dios con la tierra, tenían que esperar allí el don del Espíritu Santo; para ellos mismos y sus relaciones con Él, los saca fuera hasta Betania. Desde allí había salido para presentarse como Rey a Jerusalén. Fue allí donde la resurrección de Lázaro tuvo lugar; fue allí que la familia, la cual representa el carácter del remanente—unida a Su Persona, ahora rechazada, con mejores esperanzas—recibió a Jesús de la manera más asombrosa. Fue allí a donde se retiró cuando Su testimonio a los judíos finalizó, para que Su corazón pudiese reposar por unos pocos momentos entre aquellos que Él había amado, y quienes, por gracia, le amaban a Él. Fue allí donde estableció el vínculo (en lo que a las circunstancias se refiere) entre el remanente unido a Su Persona y el cielo. Y desde allí, Él asciende.
Jerusalén no es más que el punto de partida público del ministerio de ellos, así como había sido la última escena de Su testimonio. Para ellos, eran Betania y el cielo los que se conectaban en la Persona de Jesús. Desde allí habría de salir el testimonio para alcanzar a la misma Jerusalén. Esto es tanto más sorprendente cuando lo comparamos con Mateo. Allí Él va a Galilea, el lugar de asociación con el remanente judío, y no hay ninguna ascensión, y la misión es exclusivamente a las naciones. Se trataba de llevar a las naciones, aquello que en ese entonces estaba limitado a los judíos, y que estaba prohibido llevar más allá de ese límite.
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NOTA DEL AUTOR: En el texto yo he seguido estrictamente el pasaje; añado algunos sucesos aquí, relacionando este Evangelio con los otros.
Las Dos Partes Distintas En Los Sufrimientos De Cristo
Hay dos partes distintas en los sufrimientos de Cristo: en primer lugar, aquello que Él sufrió por los intentos de Satanás—como hombre en conflicto con el poder del enemigo que tiene dominio sobre la muerte, pero con el sentido de qué era lo de Dios en perspectiva—y esto, en comunión con Su Padre, presentando Sus peticiones a Él; y en segundo lugar, aquello que Él padeció para cumplir la expiación por el pecado, cuando verdaderamente llevó nuestros pecados, y cuando fue hecho pecado por nosotros, y al beber la copa que la voluntad de Su Padre le había dado a beber.
Las Tentaciones Del Señor En El Desierto; Sus Sufrimientos En Getsemaní Y En La Cruz
Cuando hablemos sobre el Evangelio de Juan, entraré más en el carácter de las tentaciones; pero ahora quisiera hacer notar aquí que, al comienzo de Su vida pública, el tentador trató de desviar a Jesús poniendo ante Él lo atractivo de todo aquello que, como privilegio, le pertenecía a Él, todo lo que podía ser agradable a Cristo como hombre, cosas ante las cuales Su voluntad propia podría obrar. El enemigo fue derrotado mediante la perfecta obediencia de Cristo. Él hubiera querido que Cristo, siendo Hijo, hubiese salido de la posición que Él había tomado como siervo. Pero bendito sea Dios, él fracasó. Cristo, mediante la simple obediencia, ató al hombre fuerte en lo que a esta vida se refiere, y luego, al regresar en el poder del Espíritu a Galilea, saqueó sus bienes. Quitar el pecado y llevar nuestros pecados, era otra cuestión. Satanás, entonces, se apartó de Él por un tiempo. En Getsemaní, él regresa, valiéndose del temor que produce la muerte para angustiar el corazón del Señor. Y era necesario que Él gustase la muerte; y la muerte no sólo era el poder de Satanás, sino el juicio de Dios sobre el hombre, si es que el hombre tenía que ser librado de este juicio, ya que ésta era la porción del hombre; y Él solo, por haber descendido a la muerte, pudo romper sus cadenas. Él se había hecho hombre para que el hombre pudiera ser liberado e, incluso, glorificado. La angustia de Su alma fue completa. “Tristísima está mi alma, hasta la muerte.” (Mateo 26:38—Versión Moderna). Así estaba Su alma, estaba de la manera en que el alma de un hombre debería estar en presencia de la muerte, cuando Satanás extiende todo su poder en ella, con la copa del juicio de Dios todavía sin ser vaciada en ella: sólo Él fue perfecto en ella; esto era una parte de Su perfección sometida a prueba en todo lo que era posible para el hombre. Pero con lágrimas y súplicas, Él hace Su petición a Aquel que tenía poder para salvarle de la muerte. Por el momento, Su agonía aumenta: al presentársela a Dios, se volvía más aguda. Este es el caso en nuestros pequeños conflictos. Pero así, la cosa está zanjada ante Dios, conforme a la perfección. Su alma entra en ella con Dios; Él ora más fervientemente. Es ahora evidente que esta copa—que Él pone ante los ojos de Su Padre cuando Satanás se la presenta como siendo el poder de la muerte en Su alma—debe ser bebida. Como obediencia a Su Padre, Él la toma en paz. Beberla no es otra cosa que perfecta obediencia, en vez de ser el poder de Satanás. Pero deber ser bebida en realidad; y Jesús sobre la cruz, el Salvador de nuestras almas, entra en la segunda fase de Sus sufrimientos. Él se somete a morir a través del juicio de Dios, lo cual es la separación del alma de la luz de Su rostro. Todo aquello que un alma que no gozaba de nada más que de la comunión con Dios podía sufrir al verse privada de ella, el Señor lo sufrió conforme a la perfecta medida de la comunión que fue interrumpida. No obstante, Él dio gloria a Dios: “Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel.” (Salmo 22:3). La copa—pues yo paso por alto los ultrajes e insultos de los hombres: los podemos perdonar—la copa fue bebida. ¿Quién puede contar los horrores de ese sufrimiento? Los verdaderos dolores de la muerte, entendida como Dios la entendía, sentidos—conforme al valor de Su presencia—divinamente, como por un hombre que dependía de esa presencia como hombre. Pero todo es cumplido; y lo que Dios requería con respecto al pecado está hecho—agotado, y Él es glorificado en cuanto a ello: de modo que a Él sólo le queda bendecir a quienquiera que viene a Él por medio de Cristo, quien está vivo y estuvo muerto, y que vive para siempre como hombre, para siempre ante Dios.
Cristo Hecho Pecado; Abandonado Por Dios
Los sufrimientos de Cristo en Su cuerpo (reales como lo fueron), los insultos y las imprecaciones de los hombres, no fueron más que el prólogo de Sus aflicciones, las cuales, privándole como hombre de toda consolación, le dejaron, a Él mismo hecho pecado, completamente en el lugar de juicio, a Sus sufrimientos en relación con el juicio del pecado, cuando el Dios que hubiera sido Su pleno consuelo fue, al abandonarle, la fuente de dolor que dejó todo lo demás sin ser sentido y olvidado.
Juan