Levítico 21-22

Leviticus 21‑22
 
Santidad especialmente convirtiéndose en los sacerdotes apartados para Jehová
El capítulo 21 presenta especialmente lo que se convierte en los sacerdotes como apartados para Jehová: esta cercanía más íntima suponía una conducta correspondiente a ella. Todos en su estado deben ser aptos para la presencia de Dios. Así es con nosotros.
Capítulo 22. Si había, por debilidad o negligencia, algo impropio de esta cercanía, debían mantenerse a distancia. En consecuencia, había cosas de las que los sacerdotes, y los de sus familias en separación sacerdotal, solo podían comer. Es lo mismo con nosotros: hay cosas del alimento espiritual de Cristo, ofrecidas a Dios, de las cuales sólo podemos alimentarnos, en la medida en que el corazón está realmente separado de Él, por el poder del Espíritu. Las ofrendas mismas deben ser puras, y tales como convertirse en los ojos de Dios a quienes se presentan, y una apreciación correcta de Su majestad y de nuestra relación con Él. Todo esto, de hecho, se encuentra en Cristo. No se permite la dureza de la naturaleza, sino la santidad. En lo que está conectado con nuestra propia alegría ante Dios, la santidad debe mantenerse en lo que se ofrece.
Santificación práctica en obediencia a la Palabra de Jehová
En el capítulo 20, donde se les prohíbe seguir las costumbres brutales y supersticiosas de la idolatría (a las que Satanás había degradado al hombre) y se les advierte contra toda impureza, que de hecho siempre fue inseparable de ella, y para la cual la influencia del diablo dio licencia, tenemos esta simple y hermosa exposición del principio que debía gobernarlos: “Por tanto, santifíquense, y sed santos, porque yo soy Jehová vuestro Dios. Y guardaréis mis estatutos, y los haréis: Yo soy Jehová que os santifica”. Están ligados a la santidad y a santificarse prácticamente, porque están en la casa, y el Maestro de ella es santo. La santificación supuso que estaban en una relación reconocida con Dios, quien tendrá a los internos de su casa limpios de acuerdo con su propia limpieza.
Pero entonces Su Palabra iba a ser la regla. Debían obedecerle en Sus instrucciones, porque era Él quien los estaba separando para Él. Esta es una palabra muy instructiva en cuanto al estándar de todos nuestros pensamientos con respecto a eso. Si hay alguno en mi casa, lo haré limpiar, porque están allí; los de afuera no son de mi incumbencia.1 Entonces fue Jehová quien los separó para eso. Hay instrucciones interesantes con respecto a lo que comían los sacerdotes, que encontraremos nuevamente en el siguiente libro, y consideraremos cuando lleguemos a ello.
(1. No hablo aquí de responsabilidad o misericordia.)