La puerta

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Éxodo 27:16-17; 38:18-19
Delante del tabernáculo, en el centro del atrio, dando al oriente, estaba la puerta. Ahora, el oriente en las Escrituras está relacionado con la aurora. Al campo de Judá le fue mandado poner sus tiendas al lado del oriente, "al levante" (Números 2:3). Así los rayos del sol levantándose caían primeramente sobre la puerta, revelando sus colores y enseñando el camino para que se acercara el pueblo a Dios. No había entrada por detrás o por los costados: el que entraba tenía que hacerlo en plena luz.
Los hombres naturalmente aman las tinieblas debido a sus malas obras. La luz manifiesta lo que somos por naturaleza, y para que seamos salvos. Dios señala la puerta que es Cristo, en plena luz. Nadie puede evadirla, mucho menos cubrir o esconder su estado pecaminoso. Cristo es la puerta al cielo; "nadie viene al Padre sino por mí" (Juan 14:6). Él dice: "Yo soy la puerta: el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pasto" (Juan 10:9).
La puerta, pues, era la única manera de obtener acceso a Dios. ¿Por qué había solamente una? Porque Dios no había provisto más, y nadie tenía derecho de discutir con Él lo que ordenara e hiciera. ¿Por qué estaba al oriente? Por la sencilla razón de que Él lo había ordenado así. Todo era obra suya; todo fue provisto por Él, y Él como Soberano tenía el derecho de hacer como quisiera. ¡Cuán necesario es entender esto! El gran pecado de la iglesia profesante es negar lo que Dios ordena. "Sea Dios verdadero, mas todo hombre mentiroso" (Romanos 3:4).
Cuántas veces se oyen las siguientes palabras de sus bocas, —"Si el hombre es sincero, no importa lo que crea, de seguro irá al cielo." Esto es el credo popular, y es una mentira enorme, querido lector. Esta fábula falsa tan agradable a la carne del hombre natural, es predicada desde muchas tribunas, y aceptada por el pueblo con los brazos abiertos. Los que predican que "los caminos para entrar en el cielo son muchos y diversos," puedan ser hombres populares, y caritativos, pero "son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo" (Mateo 15:14).
Cierra tus oídos a todos los confusos sonidos de la tierra, a todos los sofismas de los hombres, y escucha, pues, a la voz de Jesús: "Yo soy la puerta: el que por mí entrare, SERÁ SALVO." No hay duda ni incertidumbre de ello. Miles han entrado y han sido salvos, y a ti te llaman a entrar.
"¿Es tu fe muy débil en la oscuridad?
¿Son tus fuerzas pocas contra la maldad?
Abre bien la puerta de tu corazón,
Y entrará el Salvador."
Sí, la recepción de la salvación no es cosa difícil: no es la obra de meses, ni de años, se hace en un momento. ¡Qué maravilloso es este cambio! De las tinieblas a la luz—de muerte a vida—de Satanás a Dios. Ya no eres enemigo, más bien eres hijo. Te hallas dentro de la CORTINA de lino, y permaneces firme en la gracia, y la justicia está a tu lado.