Jueces 7:16-25: ¿En qué consiste el testimonio?

Judges 7:16‑25
“Y repartiendo los trescientos hombres en tres compañías, poniendo trompetas en manos de todos ellos, y cántaros vacíos con teas encendidas dentro de los cántaros, les dijo: miradme a mí, y haced como yo hiciere”. Este pasaje contesta a la pregunta que encabeza esta nueva sección. Después de haber oído de la boca del Salvador: “Miradme a Mí, y sed salvos” (Isaías 45:2222Look unto me, and be ye saved, all the ends of the earth: for I am God, and there is none else. (Isaiah 45:22)), los Suyos oímos la voz del Maestro que dice: miradme a Mí y haced como Yo hiciere; “Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hiciereis” (Juan 13:1717If ye know these things, happy are ye if ye do them. (John 13:17)). Gedeón ha entregado tres objetos a los suyos, los que representan los tres elementos del testimonio de Dios en la lucha contra nuestros enemigos: la carne, el mundo y Satanás: la primera está crucificada (Romanos 6:66Knowing this, that our old man is crucified with him, that the body of sin might be destroyed, that henceforth we should not serve sin. (Romans 6:6)): el segundo está vencido (Juan 16:3333These things I have spoken unto you, that in me ye might have peace. In the world ye shall have tribulation: but be of good cheer; I have overcome the world. (John 16:33)), y el tercero es juzgado (Juan 13:3131Therefore, when he was gone out, Jesus said, Now is the Son of man glorified, and God is glorified in him. (John 13:31)). Y cuando debemos enfrentar sus ejércitos, confiando en la victoria de Cristo en la cruz, hacemos como el capitán de Israel: nos prosternamos ante nuestro Dios que nos hace más que vencedores.
Con amplios detalles hallamos en Números 11 el significado del primer elemento del testimonio: las trompetas. De plata, metal que figura el precio pagado para la redención, era la voz de Dios para dar a Su pueblo redimido, primeramente la señal de reunión, luego la señal de marcha, en tercer lugar, la del combate: y en fin, en una cuarta ocasión la señal de las festividades o cultos. Lo que eran estas trompetas para Israel, es para nosotros de una manera mucho más preciosa y real, la Palabra de Dios. Es la voz divina que dirige y ordena nuestra reunión en torno al Señor: que nos muestra el camino y nos enseña a combatir: es ella también la que debe conducir el culto divino que como hijos de Dios rendimos al Padre. ¡Cuán olvidadas están estas prescripciones en la cristiandad actual! Pareciera a la mayor parte de los hijos de Dios que el llevar el Evangelio a los inconversos, constituye todo el cristianismo. Es una gran parte, por cierto, pero ¿no lo será también la reunión de los hijos de Dios alrededor del Señor? Gedeón lo entendía así: él comienza con Dios, toca la trompeta, es portador de una voz divina para congregar a Israel disperso a causa de su desobediencia.
Hermanos, ¿no nos atrae la congregación en torno al Señor? Tomemos la Palabra, hagamos oír su voz; y si hay cristianos que lo ignoran todavía, mostrémosles que el motivo de la cruz de Cristo no es solamente salvar al pecador, sino también congregar en uno a los hijos de Dios derramados (Juan 11:5252And not for that nation only, but that also he should gather together in one the children of God that were scattered abroad. (John 11:52)). Mostrémosles que nuestro alejamiento de la Palabra de Dios es el origen de las divisiones entre los creyentes: que es precisamente la reunión de los hijos de Dios afuera del mundo religioso que constituye el mayor obstáculo al poder de Satanás: recordémosles que el Señor oró al Padre que seamos una cosa, “para que el mundo crea que Tú Me enviaste” (Juan 17:2121That they all may be one; as thou, Father, art in me, and I in thee, that they also may be one in us: that the world may believe that thou hast sent me. (John 17:21)). Trabajando con este fin, tendremos la seguridad de colaborar a una obra buena y deliciosa: “Mirad cuán bueno y delicioso es habitar los hermanos igualmente en uno” (Salmo 133:11<<A Song of degrees of David.>> Behold, how good and how pleasant it is for brethren to dwell together in unity! (Psalm 133:1)).
Cuarenta veces Israel había movido su campamento en el desierto: y cada vez debía haber tocado la trompeta para dar la señal de marcha. La última había sido tocada frente al río Jordán, cuando podían ya divisar el país de la promesa. El andar cristiano no puede tener otra regla que la Palabra de Dios: las divergencias entre los hijos de Dios no provienen sino del abandono de sus enseñanzas. Pero, “la trompeta de Dios” tocará por última vez también: Su voz, “la voz de mando” se hará oír: los muertos en Cristo resucitarán primero, luego los que vivimos a esta voz conocida subiremos al encuentro del Señor en el aire: y la Iglesia estará por siempre con Él en la gloria (1 Tesalonicenses 4:1616For the Lord himself shall descend from heaven with a shout, with the voice of the archangel, and with the trump of God: and the dead in Christ shall rise first: (1 Thessalonians 4:16)).
En fin, el toque de trompeta llamaba al combate. Aquí llegamos a la escena que nos ocupa. El testimonio de Dios no consiste tan sólo en la reunión de los hijos de Dios o dirigirlos en su caminar en este mundo: el combate es igualmente inseparable de una posición franca y abierta contra el enemigo. Nos hallamos en lucha sin compromiso posible contra la incredulidad, el racionalismo, las falsas doctrinas, etc. La lucha tiene dos motivos: ponernos en posesión de nuestras bendiciones celestiales como lo sabemos por la Epístola a los Efesios, y librar al pueblo de Dios cautivo del mundo por su infidelidad, aspecto de la lucha presentado en la segunda Epístola a Timoteo.
Por último se tocaban las trompetas con motivo de celebrar las festividades de Israel. Hecho que no hacemos más que mencionar aquí, queriendo recordar su importancia y subrayar que sólo la Palabra de Dios tiene la autoridad competente para definir, ordenar y conducir el culto que el pueblo celestial, redimido, ofrece al Padre en Espíritu y en verdad. Ni la voluntad, ni la capacidad humana, ni una organización prevista tienen lugar en tales momentos.
Después de las trompetas, los cántaros vacíos constituyen un segundo elemento en el testimonio; sin duda había contenido las vituallas que el pueblo había traído para los combatientes. Vacíos ahora, no tenían ningún valor: pero, enseñado de Dios, Gedeón los supo utilizar. ¿Para qué podían servir? Un pasaje del Nuevo Testamento hace alusión directa a la escena que nos ocupa: lo hallamos en la segunda Epístola a los Corintios. El apóstol describe allí el testimonio de los creyentes en este mundo: “Tenemos este tesoro en vasos de barro para que la alteza del poder sea de Dios y no de nosotros” (2 Corintios 4:7-187But we have this treasure in earthen vessels, that the excellency of the power may be of God, and not of us. 8We are troubled on every side, yet not distressed; we are perplexed, but not in despair; 9Persecuted, but not forsaken; cast down, but not destroyed; 10Always bearing about in the body the dying of the Lord Jesus, that the life also of Jesus might be made manifest in our body. 11For we which live are alway delivered unto death for Jesus' sake, that the life also of Jesus might be made manifest in our mortal flesh. 12So then death worketh in us, but life in you. 13We having the same spirit of faith, according as it is written, I believed, and therefore have I spoken; we also believe, and therefore speak; 14Knowing that he which raised up the Lord Jesus shall raise up us also by Jesus, and shall present us with you. 15For all things are for your sakes, that the abundant grace might through the thanksgiving of many redound to the glory of God. 16For which cause we faint not; but though our outward man perish, yet the inward man is renewed day by day. 17For our light affliction, which is but for a moment, worketh for us a far more exceeding and eternal weight of glory; 18While we look not at the things which are seen, but at the things which are not seen: for the things which are seen are temporal; but the things which are not seen are eternal. (2 Corinthians 4:7‑18)). ¿Un vaso de barro? Tal era el aspecto exterior, el cuerpo mortal, del gran apóstol de los gentiles. Pues estos cántaros vacíos representan lo que era Gedeón y sus guerreros en cuanto a su valor personal, cántaros vacíos que deberían quebrar. En el campamento de Madián aprendió que no valía nada, pues él y sus trescientos hombres deberán realizar esta lección individual y prácticamente, a través de las peripecias de la lucha que va a comenzar.
Después de haber contenido los víveres que los combatientes hubieron de comer, los cántaros ahora contenían las teas: pues la Palabra de Dios como alimento de nuestras almas produce el esplendor de la luz divina: “Es él que resplandeció en nuestros corazones en la faz de Jesucristo”. La luz es pues el tercer y supremo elemento de Dios en nuestro testimonio. Si las trompetas representan la Palabra de Dios anunciada al mundo, y los cántaros la personalidad mortal del creyente, las teas no son sino la luz de Cristo en nosotros. Los dos primeros elementos colaboran para producir el tercero: las trompetas suenan, los cántaros se rompen, y las teas resplandecen: antes resplandecían adentro de los cántaros, ahora brillan afuera.
Cuanto más nos asemejemos a estos vasos de barro rotos, tanto mejor podremos dar testimonio del poder de Dios: “Porque Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es Él quien resplandeció en nuestros corazones para iluminación del conocimiento de Dios en la faz de Jesucristo”. Después de haber sido abatido en tierra en el camino a Damasco, Pablo siguió rompiendo el vaso: “Hiero mi cuerpo y lo pongo en servidumbre ... siempre estamos entregados a muerte por Jesús, atribulados, en apuros, perseguidos ... para que la vida de Jesús sea manifestada en nuestro cuerpo mortal” (2 Corintios 4:77But we have this treasure in earthen vessels, that the excellency of the power may be of God, and not of us. (2 Corinthians 4:7)). Cuando el ciego de nacimiento hizo desaparecer en las aguas de Siloé el barro que Jesús había untado sobre sus ojos, éstos se abrieron a la luz, y luego pudo dar testimonio de Quién era la luz del mundo.
Notemos que no está dicho en nuestro texto: la vida de “Cristo”, sino la vida de “Jesús”: pues la vida que hemos de manifestar en este mundo es la vida de Aquel Hombre santo, puro, quien fue todo amor y toda verdad, pero quien era la luz del mundo. No existe un solo cristiano que no pueda ser el portador de estos tres elementos del testimonio de Dios. ¿Por qué no lo son todos? Porque no usan de estos elementos de acuerdo con la voluntad de Dios: se debe tocar la trompeta, quebrar el vaso, luego la luz no se ha de poner bajo un almud o bajo una cama: de lo contrario, Dios tendrá que romper el almud o quitar la cama. ¿Poseemos todo lo que nuestro “yo” desea en este mundo? ¿Nos aman y respetan los hijos de estas tinieblas? Entonces no hemos aprendido lo que significan estas palabras: “atribulados, en apuros, perseguidos”, ni estas otras: “bienaventurados los que lloran, bienaventurados los que padecen persecución, bienaventurados sois cuando os vituperaren y persiguieren por Mi nombre”.
Ocupando cada uno su lugar, rodeando todo el campamento enemigo, Gedeón y sus compañeros no tienen ningún temor: tocan las bocinas, alzan sus teas “y dieron grita: ¡la espada de Jehová y de Gedeón!” (versículo 20). Acción osada y peligrosa, lejos los unos de los otros, en la oscuridad, ni se mencionan sus armas sino solo la espada de Jehová y la de Gedeón: pero siguen tocando la trompeta sin moverse del lugar asignado, alzadas sus teas. Cuando, repentinamente el campamento enemigo está puesto en fuga: huyen, la espada de cada uno volviendo contra su compañero. Nadie persigue al enemigo sino sólo el poder de Dios: basta la luz de las teas, el sonido de las trompetas y quedarse junto a Gedeón sin moverse de su lugar. Nosotros haremos la misma experiencia: Cristo es “la luz del mundo”, Su Palabra, permaneciéndole fiel, bastará para poner en fuga a un enemigo vencido ya en la cruz.
Ahora bien, el testimonio de estos trescientos hombres llama a los demás a la lucha: “Y juntándose los de Israel, de Neftalí, de Aser y de todo Manasés, siguieron a los Madianitas: Gedeón también envió mensajeros a todo el monte de Efraim diciendo: descended al encuentro de los Madianitas y tomadles las aguas ... Y juntos todos los hombres de Efraim tomaron las aguas de Beth-bara y el Jordán” (versículos 23-24). Quizás cuando se toque la “última trompeta”, la hora en que Jesús vendrá a buscar a los Suyos, encuentre no sólo trescientos hombres, sino un pueblo numeroso que lucha y permanece firme para Él.