A despecho de todas las bendiciones recobradas y de los cuarenta años de paz fruto del despertar pasado, Israel no tarda en volver las espaldas a su Dios; y por cuarta vez leemos: “Y los hijos de Israel hicieron lo malo en ojos de Jehová” (versículo 1). Como consecuencia de esta nueva infidelidad, Dios entrega a Su pueblo en mano de los Madianitas, quienes lo hacen pasar por todas las fases de las penurias materiales: las que para nosotros representan miserias espirituales.
Bajo el poderoso Jabín Israel carecía de armas: “No se veía escudo o lanzas” (Jueces 5:88They chose new gods; then was war in the gates: was there a shield or spear seen among forty thousand in Israel? (Judges 5:8)): bajo el yugo de Madián padece de hambre: son dos consecuencias que sufre siempre el hijo de Dios cuando busca su suerte en el mundo. Este se apodera del creyente, le quita sus armas, “armas de luz” (Romanos 13:1212The night is far spent, the day is at hand: let us therefore cast off the works of darkness, and let us put on the armor of light. (Romans 13:12)): “armas de justicia a diestra y siniestra” (2 Corintios 6:77By the word of truth, by the power of God, by the armor of righteousness on the right hand and on the left, (2 Corinthians 6:7)); pero le quita también sus víveres, pues jamás el mundo ha nutrido a un hijo de Dios: todo lo que le puede ofrecer son sus algarrobas. Desgraciadamente, el hijo de Dios puede alimentar su “viejo hombre” con las cosas que el mundo le ofrece, pero entonces su nueva naturaleza sufrirá hambre y sed. Y siempre será así cuando en su necedad ha abandonado el meollo y la grosura de la casa de Dios, por mieses que no son más que espejismo del desierto; esta fue la amarga experiencia de Israel.
“Y la mano de Madián prevaleció contra Israel ... Pues como los de Israel habían sembrado, subían los Madianitas, y Amalecitas, y los orientales ... y asentando campo contra ellos destruían los frutos de la tierra, no dejaban qué comer en Israel, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos, y venían con sus tiendas en grande multitud como langostas” (versículo 5). Más aún, Israel debe abandonar ciudades, aldeas y casas para vivir miserablemente en cuevas y cavernas que tuvieron que cavar en los montes y en las peñas. “Era pues Israel en gran manera empobrecido por los Madianitas” (versículo 6): toda la prosperidad recuperada en tiempo de Débora se ha desvanecido: la libertad, los caminos, las ciudades abiertas, todo se acabó. No sólo esto, Satanás ha logrado también despojar a Dios de los sacrificios y las primicias de los frutos que Su pueblo le debe llevar a Su altar. El hijo de Dios hambriento no podrá nunca ofrecer sacrificios espirituales a Dios; y si algo le presenta, será siempre pobre, si no perniquebrado, ciego o enfermo: tales eran los sacrificios que Israel ofrecía en tiempos de Malaquías (Malaquías 1:88And if ye offer the blind for sacrifice, is it not evil? and if ye offer the lame and sick, is it not evil? offer it now unto thy governor; will he be pleased with thee, or accept thy person? saith the Lord of hosts. (Malachi 1:8)).
“Y los hijos de Israel clamaron a Jehová”. Pero Dios no contesta inmediatamente como Israel espera: debe alcanzar la conciencia de Su pobre pueblo extraviado, de una manera más profunda que el pasado. Veamos cómo actúa para lograr este resultado: “Jehová envió un varón profeta a los hijos de Israel” —su nombre no es mencionado, no tiene importancia porque este hombre es simplemente el portador de la Palabra de Dios que debe volver al pueblo en Su presencia— “Yo os hice salir de Egipto, y os saqué de la casa de servidumbre, Yo os libré de mano de los egipcios, y de mano de todos los que os afligieron, a los cuales eché de delante de vosotros y os di su tierra: y os dije: yo soy Jehová vuestro Dios: no temáis a los dioses de los Amorreos en cuya tierra habitáis ... mas no habéis obedecido a Mi voz” (versículos 8-10).
Lleno de gracia y de ternura Dios les recuerda todo lo que Él ha hecho por ellos: cómo les dio salida, liberación, victoria, cómo les había entregado el país prometido: y después de haber desplegado delante de ellos el recuerdo de todos los efectos de Su bondad y Su misma persona, diciéndoles: Yo soy vuestro Dios, agrega una sola palabra: “Mas no habéis obedecido a Mi voz”.
El profeta desaparece repentinamente, dejándolos bajo el peso de su responsabilidad en presencia de la bondad del Dios que han ofendido. ¡Cuánto más elocuente es este silencio que todos los reproches que les hubiera podido hacer, para alcanzar su conciencia! Dios no les revela cómo podrán ser salvados de los enemigos que los oprimen, pero les abre el camino para volver a Él, los deja allí con su conciencia cargada, en silencio y sin fuerza en presencia del enemigo. Deben seguir sufriendo la consecuencia de su infidelidad, porque Dios espera un profundo arrepentimiento que debe seguir al sentimiento del pecado que han cometido. En otras oportunidades es el anuncio directo del juicio, y no lo que la gracia ha hecho, lo que toca la conciencia del pecador y que lo hace volver hacia Dios; pero lo que Él busca lograr es el arrepentimiento para luego obrar por Su gracia.