Jueces 3:12-30: Aod, esto es "que alaba"

Judges 3:12‑30
“Y murió Otoniel ... Y tornaron los hijos de Israel a hacer lo malo ante los ojos de Jehová”. Nuevo alejamiento: el Dios que había fortalecido a Su siervo contra el enemigo, fortalece esta vez a Eglón rey de Moab, para castigar a Su pueblo infiel. Del otro lado del Jordán los enemigos se congregan numerosos: Eglón junta consigo a los hijos de Amón y de Amalec, el que otrora por el poder de la intercesión de Moisés y la energía de Josué, había sido vencido. Después de haber herido a Israel y pasado el Jordán, se apoderaron de la ciudad de las palmas, Jericó, ya no bajo su carácter de ciudad maldita (Josué 6:2626And Joshua adjured them at that time, saying, Cursed be the man before the Lord, that riseth up and buildeth this city Jericho: he shall lay the foundation thereof in his firstborn, and in his youngest son shall he set up the gates of it. (Joshua 6:26)), sino bajo los rasgos que simbolizan las palmas, es decir la paz y la victoria para Israel.
El pueblo de Dios parece muy endurecido: necesita dieciocho años de esclavitud, más del doble que la vez anterior, la mitad de una generación bajo el yugo de Eglón, para llevarle a clamar a Dios. “¿No sabéis que a quien os prestáis vosotros por siervos para obedecer, sois hechos siervos de aquel a quien obedecéis, o del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?” (Romanos 6:1616Know ye not, that to whom ye yield yourselves servants to obey, his servants ye are to whom ye obey; whether of sin unto death, or of obedience unto righteousness? (Romans 6:16)).
Por parte de Dios, la contestación no se hace esperar: un salvador, Aod, es suscitado. En su ceguera, Israel emplea para “enviar un presente a Eglón rey de Moab” (versículo 15), el mismo instrumento que Dios empleará en su ayuda: sella así su servilismo al mundo, buscando hacérselo propicio. ¡Cuántos dones espirituales, en nuestros días, son instrumentos dóciles en manos de los cristianos para mantenerse bajo la dominación del mundo! ¡Cuán equivocado está Israel al querer congraciarse al tirano mediante una mayor humillación a su poder! Pero Aod es fiel, aprovechará la ocasión; se hace un puñal de dos filos, éste es su primer acto y su único recurso. El cristiano no necesita otra cosa sino la Palabra de Dios, la única arma viva y eficaz, más penetrante que toda espada de dos filos (Hebreos 4:1212For the word of God is quick, and powerful, and sharper than any twoedged sword, piercing even to the dividing asunder of soul and spirit, and of the joints and marrow, and is a discerner of the thoughts and intents of the heart. (Hebrews 4:12)). “Tomad ... la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios”, urge el apóstol: es viva porque es manejada por el Espíritu de Dios: es la misma que sale de la boca del Señor para echar por tierra todo lo que no es según su verdad (Apocalipsis 2:1212And to the angel of the church in Pergamos write; These things saith he which hath the sharp sword with two edges; (Revelation 2:12)).
La espada de Aod es corta, apenas un codo de largo, pero proporcionada a su necesidad: la espada de Goliat que vino a ser después la de David, era más larga: proporcionada para su oficio, no le hubiera servido. Las medidas son distintas, pero el arma produce el mismo resultado: el puñal de Aod es apropiado para penetrar secretamente en las entrañas del enemigo de Dios, la de David es adecuada para cortar la cabeza al gigante: los golpes aciertan distintos puntos vitales, pero el arma es según Dios, y cumple su obra salvadora.
Pero antes de emplear su arma contra el enemigo exterior, el libertador de Israel la ciñe debajo de sus vestidos, a su lado derecho: la lleva con él, sin que nadie la vea, hasta el momento de valerse de ella en público. A menudo se lleva la Palabra de Dios de una manera exterior, se la cita mucho, pero sin utilizarla para sí mismo. Ahora bien esta arma tiene dos objetivos aquí: Aod, cerrado de la mano derecha, es decir zurdo, comienza por aplicar su puñal a su lado débil, lo pone sobre su lado derecho: si lo llevase como todo el mundo no le serviría de nada, su arma debe corresponder primeramente a su estado personal, y no puede utilizarla imitando a los demás. Además otra clase de arma no le hubiese servido a Aod, como la espada y la armadura de Saúl no podían sino entorpecer el libre andar de David el pastor: las armas de la carne no sirven para el Espíritu.
Estas deben ser experiencias personales del cristiano: ¿hemos aplicado la Palabra de Dios a nuestro modo de vivir, a nuestra conciencia, a nuestro corazón? ¿Hemos experimentado su poder allí donde sabemos que somos débiles? El fracaso en el resultado de nuestra lucha será cosa segura si no hemos aplicado el arma a nuestra personalidad. Un ojo que arrancar, un brazo o un pie que cortar, la crucifixión que realizar, para luego lanzarnos a la batalla: tal era el secreto de las victorias del apóstol Pablo. Esta es otra aplicación de Gilgal a nuestra vida espiritual.
Después de haber ofrecido el presente a Eglón, Aod que se había ido ya se volvió desde los ídolos que estaban en Gilgal (versículo 19). ¿Ídolos en Gilgal, el lugar de la circuncisión, donde otrora Israel hallaba el secreto de sus victorias? Ese lugar se había transformado en un foco de idolatría, como la cruz lo ha sido en la cristiandad: es desde allí que como Aod, muchos cristianos se convierten para hallar su verdadero significado. Aod tenía una palabra secreta para Eglón, una palabra de Dios: “Tengo una palabra secreta para ti, oh rey” (versículo 19): y en ese momento le mete todo el puñal en el vientre. Esta es la Palabra de Dios para el enemigo. Aod no obtiene una victoria pública por el momento, el combate ha sido librado en secreto, un combate solitario pero cuyos efectos no tardarán en aparecer. Este fue el caso del Señor con Satanás en el desierto: allí todo sucedió en la soledad de aquel lugar; la Palabra de Dios, el arma con que venció, sin tener Él ningún lado débil, como nosotros, alcanzó al enemigo.
El rey de Moab es muerto, pero Aod no retira el arma de sus entrañas. La Palabra de Dios está en nuestras entrañas, nos ha traído la vida, pero ha traído también la muerte para “el viejo hombre”: y el puñal debe permanecer siempre en sus entrañas. Si lo retiráramos de allí, pronto volverá a moverse. Aod ha huido, debe cosechar los frutos de su primera lucha ganada en el secreto, pero antes de abandonar el palacio no olvidó un detalle muy importante para él: “Cerró tras sí las puertas y las aseguró con el cerrojo” (versículo 23); esto le dará el tiempo necesario para seguir adelante. Cuando los siervos de Eglón corran los cerrojos verán a su señor caído en tierra, muerto, con el puñal en sus entrañas. Cuando las tentaciones del enemigo pudieren acechar al creyente, encontrarán al “viejo hombre” muerto al pecado, con el puñal de la Palabra de Dios que le dio muerte (Romanos 6:1111Likewise reckon ye also yourselves to be dead indeed unto sin, but alive unto God through Jesus Christ our Lord. (Romans 6:11)).
La segunda etapa de la lucha va a empezar: Aod toca la trompeta, la demora de los siervos de Eglón le ha favorecido. Junta al pueblo de Dios: “Seguidme” —les dice— “porque Jehová ha entregado a vuestros enemigos los Moabitas en vuestras manos: y descendieron en pos de él” (versículo 28). Jesús, vencedor de Satanás en el desierto, en la cruz y luego en la tumba, tocó la trompeta de la resurrección: se trataba de hacer participar a los demás de los resultados de la lucha ganada. Y si queremos nosotros gozar la victoria, sigamos al Vencedor y haremos más que vencer. Cuando el instrumento de la salvación ha obrado bajo la dependencia divina con la energía y la rapidez de la fe, el enemigo llega tarde: “Y descendieron en pos de él y tomaron los vados del Jordán a Moab, y no dejaron pasar a ninguno” (versículo 28). Yendo en pos del vencedor, dos resultados logran sus tropas: recuperan el territorio usurpado por el enemigo y cortan a éste la retirada y comunicación con su tierra por medio de los vados arrebatados. El río Jordán es para Israel lo que es la muerte para el creyente, pero vencida: “Todo es vuestro” —escribe Pablo a los corintios— “sea vida ... sea muerte”. En Gilgal estaban las doce piedras sacadas del lecho del río que testificaban que Israel había sido vencedor de sus aguas y que les pertenecían. La victoria de Aod es la de Israel, como la del Señor es nuestra: “A Dios gracias que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo”. Tanto al finalizar el capítulo siete a los Romanos como el capítulo quince a los Corintios, el apóstol da un grito de victoria sobre la muerte vencida: los que responden precisamente a la figura que tenemos aquí.
Tal deberían ser los resultados del combate cristiano en el tiempo actual: si éste no tiene por efecto hacernos romper abiertamente con el mundo, colocar la muerte de Cristo entre sus principios y los nuestros, recuperar lo que la “carne” (Moab, Amón y Amalec) nos habían arrebatado, el combate ha sido vano y no responde a la intención de Dios. Si no vigilamos “los vados del Jordán”, es decir los lugares donde el agua es poco profunda, el enemigo los aprovechará siempre para infiltrarse en nuestro corazón. Cuanto más profunda y real sea nuestra separación con los principios mundanos, más duradera será la paz: “Y reposó la tierra ochenta años” (versículo 30).