Josué 5

Joshua 5
La circuncisión
En el capítulo primero hemos hallado los principios morales requeridos para tomar posesión del país de la promesa; en el segundo vimos que, cuando se trata del cielo, Dios traspasa los límites israelitas —Su pueblo según la carne— para introducir allí aquellos que están fundados sobre el principio de la fe, los gentiles en la persona de Rahab y los suyos. Los capítulos tercero y cuarto nos revelaron el camino para entrar en Canaán, y el quinto a su vez nos entregará el secreto para obtener la victoria.
Desde luego, esta porción del libro de Josué comienza mencionando a los enemigos: “Y cuando todos los reyes de los Amorreos que estaban en la otra parte del Jordán al occidente, y todos los reyes de los Cananeos que estaban cerca de la mar, oyeron cómo Jehová había secado las aguas del Jordán delante de los hijos de Israel hasta que hubieron pasado, desfalleció su corazón y no hubo más espíritu en ellos delante de los hijos de Israel”.
Todos los reyes de Canaán desfilan así debajo de nuestros ojos, pero, la potencia de Satanás en que confiaban ha sido ya quebrantada en el río de la muerte: “Como oyeron que Jehová había secado las aguas del río, desfalleció su corazón”. Ahora bien, es exactamente lo que tenemos al principio del libro de los Hechos de los Apóstoles: la muerte había sido vencida, el Señor había acabado con el poder de Satanás, sin embargo, a pesar de haber crucificado al Señor, los reyes del mundo, los príncipes y sacerdotes de Israel con la misma ciudad de Jerusalem temblaban frente al poder de la proclamación de la victoria de Jesús. Basta escuchar a Pablo disertar sobre la justicia, la continencia y el juicio venidero para que el gobernador Félix sea espantado.
Pero a pesar del miedo que domina al enemigo, éste es todavía demasiado poderoso para Israel; Dios debe poner en condición a Su débil pueblo para hacerle marchar en el camino de la victoria. ¿Por qué medio? Por la circuncisión. Extraño, dirá alguien. En efecto, ni bien se acaba de mencionar a todos los enemigos, lejanos o cercanos, el relato sigue así: “En aquel tiempo Jehová dijo a Josué: hazte cuchillos afilados y vuelve a circuncidar la segunda vez a los hijos de Israel”. ¡Preparación singular para ser llevados a la victoria! Pero es así: Dios empieza por despojar a Su pueblo de todas las armas, los recursos que éste podría hallar en sí mismo; estos no lo podrían llevar sino a una derrota completa. La capacidad humana, el poder de la “carne”, no sirven para alcanzar los bienes celestiales; además Dios no los quiere, los juzga y los pone de lado: esto es lo que representa la circuncisión. Este tema nos obliga a extendernos un poco.
La circuncisión espiritual que es el despojamiento del “cuerpo de la carne” en Cristo, es un hecho cumplido a favor de todo creyente como lo es la “liberación” en las aguas del Jordán, que realice o no su alcance. La enseñanza apostólica sobre “la circuncisión de Cristo” que es la nuestra, es clara y de una belleza sin igual; ante todo presenta a Cristo: “porque en Él” —escribe el apóstol— “habita toda la plenitud de la deidad corporalmente”. Todo está en Cristo, deidad y humanidad, nada le falta; pero un poco más adelante somos nosotros los que tenemos todo en Él, nada nos falta: “en Él estáis cumplidos” (Colosenses 2:9-119For in him dwelleth all the fulness of the Godhead bodily. 10And ye are complete in him, which is the head of all principality and power: 11In whom also ye are circumcised with the circumcision made without hands, in putting off the body of the sins of the flesh by the circumcision of Christ: (Colossians 2:9‑11)). Él es nuestra perfección. Ahora llega la circuncisión: “En el cual también sois circuncidados (o despojados), de circuncisión no hecha con manos, con el despojamiento del cuerpo de la carne, en la circuncisión de Cristo”. No solamente no hay nada que agregar a aquellos que están en Cristo, pero tampoco nada que quitarles; todo está ya quitado: han sido despojados de su personalidad adámica.
Cristo, el segundo Adam no puede estar junto con el primero; sois despojados de él, es un hecho cumplido en la cruz una vez para siempre. Un poco más adelante, en el versículo 12, vemos que ese despojamiento es un acto que se torna personal, realizado en cada uno: “Sois sepultados juntamente con Él en el bautismo”. Este pasaje abarca la circuncisión de Cristo en sus dos aspectos: el hecho cumplido una vez en la cruz, y su símbolo (el bautismo) en nuestra personalidad. He aquí pues dos hechos bien establecidos. Pero, agrega el versículo leído: “En el cual también resucitasteis con Él, por la fe de la operación de Dios que le levantó de los muertos”. He aquí la circuncisión de Cristo en toda su extensión, y corresponde a las dos importantes verdades representadas ya por el Jordán: la muerte y la resurrección con Cristo. Ante Dios somos completamente despojados de nuestra personalidad adámica, y cumplidos en Cristo resucitado; todo esto nos está presentado aquí por motivo de la lucha que va a empezar.
Para que no haya confusión posible entre la circuncisión israelita, y la de Cristo, es decir la nuestra, Pablo establece claramente el contraste que hay entre ambas, deduciendo a la vez otras consideraciones: “Porque nosotros somos la circuncisión, los que rendimos culto por el Espíritu de Dios”. En efecto, si “la carne” no puede tomar posesión de los bienes celestiales, tampoco puede rendir culto al Padre en Espíritu y en verdad; para gozar este privilegio es menester haber terminado con el viejo hombre y recibir el Espíritu Santo. Luego, el apóstol agrega otra particularidad a la circuncisión de Cristo: “Nos gloriamos en Cristo Jesús”.
La carne, aún la religiosa, no se gloría en otra cosa sino en sí misma: en ordenanzas, en los mandamientos, en enseñanzas humanas, en todo lo que puede tener una apariencia de sabiduría y de sacrificio, hasta en duro trato del cuerpo, pero todo ello para la satisfacción del “yo religioso” (Colosenses 2:21-2321(Touch not; taste not; handle not; 22Which all are to perish with the using;) after the commandments and doctrines of men? 23Which things have indeed a show of wisdom in will worship, and humility, and neglecting of the body; not in any honor to the satisfying of the flesh. (Colossians 2:21‑23)). ¿Por qué insistir tanto sobre estas verdades? preguntará el lector. ¡Ah, leyendo la carta a los Gálatas, veréis que la circuncisión, o sea el judaísmo, fue una de las primeras armas con que combatió Satanás contra la iglesia para hacerla abandonar su carácter y posición celestial; demasiado logró la victoria, hasta en la actualidad.
He aquí pues la verdadera circuncisión, la de Cristo, de modo que de aquí en adelante no pudiéramos tener ninguna confianza en la carne; y todo esto es de sumo valor ya que el avance en la lucha, tanto para los ejércitos de Israel otrora, como para el pueblo cristiano actual, depende de su realidad. Es imprescindible que el estigma de la muerte del hombre en Adam sea marcado en forma indeleble sobre los combatientes. Observemos una vez para siempre amados lectores, que no se trata aquí de procurar terminar con nuestra personalidad adámica; esto es un hecho cumplido ya ante Dios por la cruz, y que la fe se apodera; pero que se torna en una realidad práctica a medida que nuestra conciencia comprueba su eficacia.
Un ejemplo que ilustra la aplicación de esta verdad en nosotros nos es ofrecido por el profeta Isaías, cuando en presencia de Jehová exclama: “¡Ay de mí que soy muerto, que siendo hombre inmundo de labios, han visto mis ojos al rey Jehová de los ejércitos! Y voló hacia mí uno de los serafines teniendo en su mano un carbón encendido tomado del altar con una tenaza; y tocando con él sobre mi boca dijo: he aquí que esto tocó tus labios y es quitada tu culpa y limpio tu pecado”. Si bastaba para la justicia de Dios que el fuego judicial del altar haya agotado sobre su víctima ofrecida por el pecado hasta el último átomo de su poder, era necesario también que la potencia purificadora representada por el carbón encendido fuese aplicada sobre los labios inmundos del profeta; así Isaías estaba en contacto personal y directo con este mismo fuego comprobando su eficacia, y quizás hasta su dolor. Luego a la pregunta de Jehová: “¿Quién irá por nosotros?”, la contestación no se hace esperar: el profeta que acaba de hacer la experiencia del “enjuiciamiento de sí mismo”, contesta: “heme aquí, envíame a mí”. Está listo para ir a luchar (Isaías 6:1-81In the year that king Uzziah died I saw also the Lord sitting upon a throne, high and lifted up, and his train filled the temple. 2Above it stood the seraphims: each one had six wings; with twain he covered his face, and with twain he covered his feet, and with twain he did fly. 3And one cried unto another, and said, Holy, holy, holy, is the Lord of hosts: the whole earth is full of his glory. 4And the posts of the door moved at the voice of him that cried, and the house was filled with smoke. 5Then said I, Woe is me! for I am undone; because I am a man of unclean lips, and I dwell in the midst of a people of unclean lips: for mine eyes have seen the King, the Lord of hosts. 6Then flew one of the seraphims unto me, having a live coal in his hand, which he had taken with the tongs from off the altar: 7And he laid it upon my mouth, and said, Lo, this hath touched thy lips; and thine iniquity is taken away, and thy sin purged. 8Also I heard the voice of the Lord, saying, Whom shall I send, and who will go for us? Then said I, Here am I; send me. (Isaiah 6:1‑8)).
Gilgal
“Y Jehová dijo a Josué: hoy he quitado de vosotros el oprobio de Egipto; por lo cual el nombre de aquel lugar fue llamado Gilgal, hasta hoy” (versículo 9). ¿No lo había quitado antes, al pasar Israel el Mar Rojo? Allí el pueblo fue librado de la esclavitud de Satanás; pero la esclavitud de la carne: sus murmuraciones, sus rebeliones, fue el fardo que llevó Israel a través del desierto; Dios lo llama el oprobio de Egipto; y es sólo en este lugar, en Gilgal (hebreo: galar, esto es: rodar) que por primera vez el yugo de la carne les fue quitado; con razón la Palabra nos da el detalle siguiente: “Y cuando acabaron de circuncidar a toda la gente, se quedaron en el mismo lugar en el campamento, hasta que sanaron” (versículo 8). ¡Qué libertad!
Es aquí, pues, en donde halla lugar esta segunda e importante verdad: la circuncisión de Cristo considerada bajo su aspecto esencialmente práctico, el que vimos ya. La circuncisión de Cristo es a veces considerada bajo una forma meramente doctrinal, pero se precisa un lugar donde tiene su realización práctica, y es Gilgal. Además, será el centro de congregación del ejército de Jehová antes de marchar hacia la victoria: será también el lugar de reunión después y el punto de partida para ir hacia nuevas conquistas. Si no realizamos lo que significa Gilgal, es decir nuestra muerte con Cristo, el poder del viejo hombre recuperará lo que ha perdido y jamás una victoria podrá seguir a otra: Dios quiere luchadores libres del mundo, de sí mismo y de toda otra atadura: “Descargándonos de todo peso y del pecado que estrechamente nos rodea, corramos con paciencia la carrera que ha sido puesta delante de nosotros” (Hebreos 12:11Wherefore seeing we also are compassed about with so great a cloud of witnesses, let us lay aside every weight, and the sin which doth so easily beset us, and let us run with patience the race that is set before us, (Hebrews 12:1)). Tal es nuestro Gilgal; para lograr tal propósito, son imprescindibles los afilados cuchillos de Josué: la Palabra de Dios, la que es “más penetrante que toda espada de dos filos y que alcanza hasta partir el alma y aún el espíritu y coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:1212For the word of God is quick, and powerful, and sharper than any twoedged sword, piercing even to the dividing asunder of soul and spirit, and of the joints and marrow, and is a discerner of the thoughts and intents of the heart. (Hebrews 4:12)).
Otra ilustración nos ayudará a comprender la importancia de nuestro Gilgal: eran los días en que Israel tenía como capitán de sus ejércitos a un hombre muy distinto de Josué: era Saúl, precisamente el rey según la carne porque era ésta la que había pedido rey a Jehová. Llega el día cuando Filisteos e Israelitas deben enfrentarse en la batalla: ningún recurso está del lado de Israel, hasta cuando un hombre se presenta ante el rey: David. Al parecer de Saúl (que es el de la carne), David no puede ir a enfrentarse contra el enemigo, porque es joven y no tiene armas. Luego Saúl viste a David con sus ropas, pone sobre su cabeza un casco, le arma de coraza; y ciñe David su espada sobre su armadura ... pero no puede andar. “Y dijo David a Saúl; yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué; y David echó de sí aquellas cosas” (1 Samuel 17:33-3933And Saul said to David, Thou art not able to go against this Philistine to fight with him: for thou art but a youth, and he a man of war from his youth. 34And David said unto Saul, Thy servant kept his father's sheep, and there came a lion, and a bear, and took a lamb out of the flock: 35And I went out after him, and smote him, and delivered it out of his mouth: and when he arose against me, I caught him by his beard, and smote him, and slew him. 36Thy servant slew both the lion and the bear: and this uncircumcised Philistine shall be as one of them, seeing he hath defied the armies of the living God. 37David said moreover, The Lord that delivered me out of the paw of the lion, and out of the paw of the bear, he will deliver me out of the hand of this Philistine. And Saul said unto David, Go, and the Lord be with thee. 38And Saul armed David with his armor, and he put an helmet of brass upon his head; also he armed him with a coat of mail. 39And David girded his sword upon his armor, and he assayed to go; for he had not proved it. And David said unto Saul, I cannot go with these; for I have not proved them. And David put them off him. (1 Samuel 17:33‑39)).
¡Qué ejemplo para el cristiano de hoy! nunca haber practicado las armas carnales ... echar de sí estas cosas, luego tomar el cayado, escoger cinco piedras lisas del arroyo ... las armas del pastor, y así marcharse seguro de la salida del encuentro. Aquí hallamos todavía otra lección; la carne tiene sus armas, la quiere proporcionar también; pero jamás todas ellas podrán llevar al hombre de fe a la victoria: “Vistámonos las armas de luz, en palabras de verdad, en potencia de Dios, en armas de justicia a diestro y a siniestro ... no fui con excelencia de palabras o sabiduría, anunciándoos el testimonio de Dios, y mi palabra y mi predicación no fueron con palabras persuasivas de sabiduría”. Estas palabras humanas carecen de la vida y del poder de Dios.
El alimento de Canaán
El despojamiento de la carne por el juicio realizado en la cruz (la circuncisión), y la práctica diaria de su juicio (Gilgal), son las primeras e indispensables condiciones para ir a la batalla, pero hay otros recursos tan indispensables como éstos: antes de levantarse para combatir, Israel debe sentarse a la mesa de Dios para comer: “Y los hijos de Israel asentaron campo en Gilgal, y celebraron la Pascua a los catorce días del mes, por la tarde, en los llanos de Jericó; y al otro día de la Pascua comieron del fruto de la tierra (el “trigo viejo” del país), panes sin levadura, y el mismo día, espigas nuevas tostadas” (versículos 10-12).
Para hacer frente a las fatigas de la guerra, era necesario estar alimentados: las fuerzas positivas están allí. Pero ¿alimentados de qué? De Cristo: el maná, el cordero pascual, los frutos de la tierra, los panes sin levadura, las espigas nuevas tostadas; la mesa de Dios ofrece alimento abundante como variado; y todo aquello nos habla de Cristo bajo distintos aspectos. ¡Cuán bendito es el entrar en el combate con corazones alimentados de Él! Es la fuente del poder. Existen varios motivos por los cuales el alimentarnos es indispensable: para mantener nuestra comunión con el Señor, para alabar al Padre en el culto ... pero aquí, es con motivo de marchar a la lucha. Si es con un corazón vacío que se avanza contra el enemigo, no se puede esperar sino una derrota; y además, Satanás podrá ofrecerle un objeto para su codicia como lo veremos luego.
Si se es nutrido de Cristo, hasta el combate no infunde ningún temor; la victoria es ganada por aquellos que son “criados en las palabras de la fe y de la buena doctrina”. No esperemos pues mañana para nutrirnos porque podríamos estar llamados a enfrentarnos con el enemigo ahora mismo; además si queremos contender con tesón (Judas 33Beloved, when I gave all diligence to write unto you of the common salvation, it was needful for me to write unto you, and exhort you that ye should earnestly contend for the faith which was once delivered unto the saints. (Jude 3)), hemos de estar llenos de la Palabra de Cristo y del Espíritu Santo; por otra parte, sabemos que la corona no está prometida sino a los que “contendieron legítimamente”, es decir, según las leyes de la guerra, impartidas por el Jefe.
Amados lectores, nuestro alimento no es una religión, y menos todavía la comida que el mundo podría ofrecer al nuevo hombre, ésta le es indigesta. Nuestro alimento es la persona de Cristo. Nos está presentada aquí bajo aspectos distintos; el fruto o trigo viejo del país, el maná y la Pascua que se componía del cordero, de panes sin levadura y hierbas amargas. Entremos en algunos detalles: esta Pascua celebrada en Canaán en los llanos de Jericó, era la misma fiesta que el pueblo celebrara en Egipto, cuarenta años antes; y sin embargo, ¡cuán diferente es la una de la otra! Allá, Israel era un pueblo teniendo conciencia de su culpabilidad, acosado por el enemigo, protegido por la sangre del cordero, pronto a huir entre las tinieblas de la noche, del juicio que le cierne. En Canaán, Israel es un pueblo que ha alcanzado la meta: la tierra prometida, libre del oprobio de Egipto; un pueblo resucitado vencedor de las aguas de la muerte, y que viene a sentarse junto a la mesa de Dios, en el punto de su partida, en el fundamento mismo de todas sus bendiciones; alrededor del cordero.
Para nosotros los cristianos, la Pascua celebrada en Canaán (porque hay una que se celebró en el desierto justo un año después de la salida de Egipto —Números 9:1-131And the Lord spake unto Moses in the wilderness of Sinai, in the first month of the second year after they were come out of the land of Egypt, saying, 2Let the children of Israel also keep the passover at his appointed season. 3In the fourteenth day of this month, at even, ye shall keep it in his appointed season: according to all the rites of it, and according to all the ceremonies thereof, shall ye keep it. 4And Moses spake unto the children of Israel, that they should keep the passover. 5And they kept the passover on the fourteenth day of the first month at even in the wilderness of Sinai: according to all that the Lord commanded Moses, so did the children of Israel. 6And there were certain men, who were defiled by the dead body of a man, that they could not keep the passover on that day: and they came before Moses and before Aaron on that day: 7And those men said unto him, We are defiled by the dead body of a man: wherefore are we kept back, that we may not offer an offering of the Lord in his appointed season among the children of Israel? 8And Moses said unto them, Stand still, and I will hear what the Lord will command concerning you. 9And the Lord spake unto Moses, saying, 10Speak unto the children of Israel, saying, If any man of you or of your posterity shall be unclean by reason of a dead body, or be in a journey afar off, yet he shall keep the passover unto the Lord. 11The fourteenth day of the second month at even they shall keep it, and eat it with unleavened bread and bitter herbs. 12They shall leave none of it unto the morning, nor break any bone of it: according to all the ordinances of the passover they shall keep it. 13But the man that is clean, and is not in a journey, and forbeareth to keep the passover, even the same soul shall be cut off from among his people: because he brought not the offering of the Lord in his appointed season, that man shall bear his sin. (Numbers 9:1‑13)—, y que nos brinda enseñanzas prácticas de mucho valor), corresponde a lo que es la Cena del Señor cuando la realizamos conscientes de nuestra posición celestial; y, notemos que en su sentido espiritual es un alimento permanente. Aún en el cielo nuestra Cena no cesará, pero, no será más el recuerdo de la muerte del Señor celebrado en Su ausencia, tampoco necesitaremos elementos materiales (el pan y el vino): veremos en medio del trono al Cordero mismo, como inmolado: el centro visible de la nueva creación fundada en la obra de la cruz: el punto de apoyo en que estriba toda bendición, el Cordero, objeto de la alabanza de millares y millares en un culto universal.
Pero hay otro manjar de la mesa celestial: “Y el otro día de la Pascua comieron del fruto de la tierra (el trigo viejo del país), panes sin levadura y espigas nuevas tostadas”. Dios brinda a Su pueblo lo que nunca hubieran podido conocer ni en Egipto ni en el desierto: los frutos de la tierra prometida, es decir para nosotros los cristianos: un Cristo celestial, el Hijo que hacía las delicias del Padre desde la eternidad, antes que se hiciere hombre; pero nos lo ofrece como Hombre, quien en esa humanidad inmaculada (figurada en los panes sin levadura), sufrió el fuego del juicio de Dios, cual las espigas tostadas lo simbolizan: un Cristo que ha entrado en la gloria por la resurrección, donde como Hombre está a la diestra de Dios.
Ahora bien, ese Hombre está allí para nosotros, no solamente cual nuestro abogado para con el Padre o nuestro representante ante Dios, mas, en Su persona Él ha introducido a una humanidad nueva en la gloria, en el tercer cielo: “Conozco a un hombre en Cristo”, exclama el apóstol, “(si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé), que fue arrebatado hasta el tercer cielo ... donde oyó palabras inefables”. Las “espigas tostadas” eran también del agrado de Pablo; sus palabras lo comprueban: “A fin de conocerle” —escribe a los Filipenses— “y la virtud de Su resurrección, y la participación de Sus padecimientos, en conformidad de Su muerte”. Esta comida le comunicaba las fuerzas necesarias para proseguir hacia adelante, si en alguna manera alcanzara la resurrección de entre los muertos.
El hombre en Cristo ha entrado en el pleno goce de las beatitudes celestiales. Alzo mis ojos, considero a ese Hombre y digo: he aquí mi lugar, estoy en Él, poseyendo Su propia vida, la vida eterna: la vida del Hombre resucitado de entre los muertos. Estoy unido a Él, gozando de esta infinita bendición por el Espíritu Santo, quien es a la vez, el poder que me hizo entrar allí. ¡Adorable Salvador! para mí descendiste hasta la muerte, subiste, y me introdujiste allí en Tu persona antes de llevarme contigo, semejante a Ti, por la eternidad. ¡Qué gozo y qué potencia nos comunica contemplar a un tal Cristo! “Nosotros todos mirando a cara descubierta la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria, en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:1818But we all, with open face beholding as in a glass the glory of the Lord, are changed into the same image from glory to glory, even as by the Spirit of the Lord. (2 Corinthians 3:18)). Hallamos en este versículo, el resultado del poder alimenticio del “fruto del país” y de “las espigas tostadas”; el alma alimentada de un Cristo celestial, formada sobre el mismo molde, es capaz de reproducir los rasgos de tal objeto.
Esta es nuestra porción como también lo fue la del mártir Esteban, un hombre lleno del Espíritu Santo como resultado de la obra perfecta de Cristo; quien, en su carácter normal, en medio de circunstancias las más propicias para hacerle perder este carácter, responde plenamente al objeto por el cual Dios lo puso en tales circunstancias. Por su parte, Esteban no ofrece ninguna resistencia carnal que el Espíritu debiera vencer. Este puede, con plena libertad y poder, formar la imagen de Cristo en él: los rasgos del Hombre glorioso en el cielo se tornan así los del hombre perfecto en la tierra; y al sufrir una muerte horrible, se le oye repetir las palabras del Modelo: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”.
He aquí un ejemplo que nos muestra lo que significa ser transformado de gloria en gloria en la misma imagen; no es nada de místico ni el producto vago de la imaginación humana. Es la reproducción, en gracia, de los rasgos de Cristo que se contemplan en él, reflejándolos en nuestra vida diaria, en nuestros actos, en nuestras palabras; por el amor, la intercesión, la paciencia, la dependencia ... como lo fueron en el Modelo perfecto aquí abajo. Para lograr tal éxito, tanto el maná que encontramos en el Evangelio, como el cordero y las espigas tostadas constituyen la comida indispensable. ¿Pueden ver, nuestros hermanos, como otros vieron en Esteban, en Moisés, en Pablo, los rayos de la gloria de Jesús en nuestro testimonio? Basta contemplarle y hablar con Él, para lograr tal propósito; no perdamos de vista nuestro Modelo y así, sin que lo sepamos, manifestaremos Sus características a nuestro alrededor.
“Y el maná cesó el día siguiente, desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra”. Era el alimento apropiado para el desierto, figura de un Cristo descendido del cielo, viviendo y sufriendo en las circunstancias penosas de nuestra vida terrenal: “Siendo tentado en todo, según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Al inverso de Israel, nosotros los cristianos somos privilegiados al gozar de Cristo como lo presenta el maná y los frutos de Canaán a la vez. Es en los Evangelios que le contemplamos atravesando todas las circunstancias de esta humanidad doliente; derramando bienes, sanando, Sus palabras, Sus enseñanzas y Sus ejemplos nos brindan confianza, fe, dependencia, perseverancia, paciencia, comida que nos sostiene a través de nuestras luchas para seguirle.
Sin embargo, notemos que el maná no es un alimento permanente: la fe, la esperanza, la paciencia, no se necesitarán más cuando el viaje habrá terminado. Sin duda el maná es precioso; ofrece un recuerdo eterno: el Hombre, Cristo Jesús que ha padecido aquí, lleva indelebles señales de Su cruz; permanecen para siempre ante Dios, guardados en un urna de oro, figura de un cuerpo glorificado, y será la porción especial, “el maná escondido” premio y recompensa para el vencedor (Hebreos 9:44Which had the golden censer, and the ark of the covenant overlaid round about with gold, wherein was the golden pot that had manna, and Aaron's rod that budded, and the tables of the covenant; (Hebrews 9:4); Apocalipsis 2:1717He that hath an ear, let him hear what the Spirit saith unto the churches; To him that overcometh will I give to eat of the hidden manna, and will give him a white stone, and in the stone a new name written, which no man knoweth saving he that receiveth it. (Revelation 2:17)). ¡Qué sabor y dulzura tendrá el recuerdo, a cubierto del dolor, de lo pasado; con razón podemos cantar:
En la célica morada de las cumbres del Edén,
Donde cada voz ensalza al Autor de todo bien,
El pesar olvidaremos y la triste cerrazón,
Tantas luchas del espíritu con el débil corazón.
Sí, allí será gratísimo en el proceder pensar
Del Pastor fiel y benéfico que nos ayudó a llegar.
No podemos dejar este tema sin recordar la expresión empleada: “La mesa de Dios”. En efecto, amados lectores, si Cristo es nuestro alimento, lo fue en primer lugar el de Dios. Él nos regaló Su propia comida: ¿sobre quién el Padre pudo poner Sus miradas y Su corazón aquí en este mundo, sino en ese Hijo amado, en el cual tuvo Su complacencia? Era Su gozo, el objeto mismo de Su amor. La vida entera de Cristo; Su dependencia hacia Dios, Su obediencia, Su entrega, todo satisfizo el corazón del Padre: el despliegue de Su poder, sanando, resucitando y predicando; todo era perfecto.
Además, si Cristo ha hecho las delicias del Padre y lo ha glorificado en la tierra (Juan 17:11These words spake Jesus, and lifted up his eyes to heaven, and said, Father, the hour is come; glorify thy Son, that thy Son also may glorify thee: (John 17:1)), es también en la cruz que como Hijo del hombre ha glorificado a Dios (Juan 13:3131Therefore, when he was gone out, Jesus said, Now is the Son of man glorified, and God is glorified in him. (John 13:31)). Antes de descender a esta tierra, el Hijo estaba en el seno del Padre, Sus delicias, en el secreto de la Trinidad: “A Dios nadie le vio jamás” —declara el Evangelio— “mas el unigénito Hijo que está en el seno del Padre”, el que hacía Sus delicias de día en día, regocijándose siempre delante de Él y estando a Su lado, “Él lo declaró” (Juan 1:1818No man hath seen God at any time; the only begotten Son, which is in the bosom of the Father, he hath declared him. (John 1:18); Proverbios 8:3030Then I was by him, as one brought up with him: and I was daily his delight, rejoicing always before him; (Proverbs 8:30)). Actualmente, en la gloria, el Hijo hace las delicias del Padre en todos los resultados de Su obra; es la “Vid verdadera”, y si el Padre es el Labrador que la cuida, también participa de Sus frutos. Esto es, pues, la “mesa de Dios”, a la que estamos convidados para disfrutar sus bienes, con el fin, en el caso que nos ocupa, de ser fortalecidos, para gozar nuestra comunión con el Señor y ofrendar al Padre el culto que le agrada. Pero, también para la lucha que debemos sostener, motivo de nuestro libro.
El Jefe del ejército de Jehová
El combate va a comenzar, pero, el General del ejército no se presentó aún. Se revela en el último momento, pero en el momento necesario; he aquí el detalle de Su manifestación: “Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en la mano. Josué entonces fue a él y le dijo: ¿eres tú de los nuestros o de nuestros enemigos?” (versículo 13). La fe puede contar con el Jefe en el instante preciso, cuando los combatientes están listos, y que se está cerca del obstáculo; cerca de Jericó. Los preparativos tuvieron lugar: la circuncisión, Gilgal, la comida celestial, pero la potencia, el plan, la formación en orden, el momento de lanzarse al combate, todo esto y mucho más aún es de la incumbencia del Jefe del ejército. El combatiente que no estuvo en Gilgal, no puede seguir los movimientos del ejército de Israel; introduce sus propias combinaciones, se lanza a la lucha tarde o temprano, combate en una falsa dirección, fuera de la dependencia del Jefe; luego cae y está vencido, no puede registrar sino derrotas.
Notemos cómo el Ángel de Jehová, el representante mismo de Dios bajo un carácter misterioso y angelical, de quien el Antiguo Testamento nos habla a menudo, se adapta de una manera maravillosa, llena de gracia, a todas las circunstancias de Su pueblo. Se manifestó a Israel en el Mar Rojo cual Libertador; en las penosas jornadas del desierto fue el Viajero divino que acompañó a Su pueblo a menudo cansado; en Canaán, el Ángel de Jehová se revela como el Conquistador, Jefe del ejército; y cuando el reino será establecido, morará en paz en medio de Su pueblo; y se podrá llamar el lugar: Jehová-Samma, esto es: Jehová está aquí (Ezequiel 48:3535It was round about eighteen thousand measures: and the name of the city from that day shall be, The Lord is there. (Ezekiel 48:35)). ¡Admirable condescendencia es la Suya, pero cuánta seguridad brinda Su presencia a nuestras almas! El Jefe del ejército tiene la espada desenvainada en Su mano; es ella la que dará certeros golpes; y el pueblo no necesita de otra.
Tres veces el Ángel de Jehová aparece con la espada desnuda en Su mano para intervenir en la historia de Israel: la primera vez preserva al pueblo de los peligros que lo amenazan, cuando Satanás en la persona de Balaam salió para maldecir a Israel: le barre el camino. La segunda vez, la espada de Jehová va a combatir con Sus ejércitos, para darles la victoria. Y la tercera vez, ¡ah! la espada aparece para restar al pueblo de David, el rey culpable que quiere vanagloriarse del gran número de su pueblo (Números 22:2323And the ass saw the angel of the Lord standing in the way, and his sword drawn in his hand: and the ass turned aside out of the way, and went into the field: and Balaam smote the ass, to turn her into the way. (Numbers 22:23); 1 Crónicas 21:1616And David lifted up his eyes, and saw the angel of the Lord stand between the earth and the heaven, having a drawn sword in his hand stretched out over Jerusalem. Then David and the elders of Israel, who were clothed in sackcloth, fell upon their faces. (1 Chronicles 21:16)).
Nosotros también, amados lectores; nuestras experiencias se verifican a menudo de estas tres maneras; ¡cuántas veces, sin que lo supiéramos aún, nuestro Intercesor hizo frente al Acusador, quien nos pedía para zarandearnos como a trigo! La espada del Abogado puso en fuga al que nos quería maldecir. ¡Cuántas veces el Señor nos asocia en gracia a la lucha contra las potencias enemigas, dándonos la victoria para luego obtener nuevas bendiciones! Pero ¡ah! Él se revela también como teniendo Su espada desnuda contra la ciudad de Dios culpable, debiendo pelear contra el mal que se halla en ella; así se manifiesta a la iglesia en Pérgamo: “El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto: Yo conozco tus obras”. Aquel que es cual “fuego consumidor” y que castiga a los Suyos, los humilla para volver otra vez Su espada en la vaina y restaurarlos al fin.
Además, y es consolador a la vez, saber que es en gracia que el Señor obra a nuestro favor; mientras, para el hombre que, como Balaam, ha entregado a Satanás, el acusador de los santos, el don de profeta que había recibido de Dios, es terrible encontrar al Ángel de Jehová con la espada desnuda en Sus manos: “Ahora te mataría” dice el ángel a Balaam (Números 22:3333And the ass saw me, and turned from me these three times: unless she had turned from me, surely now also I had slain thee, and saved her alive. (Numbers 22:33)). Pero ¡ah! cuántos verdaderos cristianos en nuestros días de ruina, siguen poco, o mucho, el camino de Balaam en una hostilidad abierta contra el pueblo de Dios, disfrazados con el manto de profeta. Son estos hombres los que introdujeron la idolatría en la Iglesia, de la cual nunca se pudo limpiar: “Tú tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación (Apocalipsis 2:14,2014But I have a few things against thee, because thou hast there them that hold the doctrine of Balaam, who taught Balac to cast a stumblingblock before the children of Israel, to eat things sacrificed unto idols, and to commit fornication. (Revelation 2:14)
20Notwithstanding I have a few things against thee, because thou sufferest that woman Jezebel, which calleth herself a prophetess, to teach and to seduce my servants to commit fornication, and to eat things sacrificed unto idols. (Revelation 2:20)
).
“Y Josué yéndose hacia el Ángel de Jehová le dijo: ¿eres Tú de los nuestros o de nuestros enemigos?” Es imposible permanecer neutral; lo deberíamos saber nosotros, nuestro Jefe lo ha dicho en días de lucha: “El que no es conmigo, contra Mí es, y el que conmigo no recoge, derrama”. ¿Cuál es la actitud que Josué asumió inmediatamente frente al personaje que se le aparece? “Postrándose sobre su rostro en tierra le adoró”. ¡Qué notable encuentro entre estos dos Jefes: el primero es el Ángel de Jehová, quien de costumbre permanece invisible; el otro es un hombre, débil en sí mismo pero sobre quien los ejércitos de Israel tienen puestos los ojos, y cuya responsabilidad es enorme. Josué cae en tierra y adora: tal es la posición del hombre ante Dios: en presencia del Ángel de Jehová o en la de Jesús, el humano tiene que adorar.
La diferencia que hay es que en el Nuevo Testamento, Dios se ha hecho Hombre, pero sin restar nada a Su dignidad, y cuando una de Sus criaturas cae a Sus pies, que sea un jefe de ejércitos o un repugnante leproso; Jesús —Jehová Salvador— recibe Su adoración. “¿Qué dice mi Señor a Su siervo?” pregunta Josué; la orden es notable y extraña a la vez: “Quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar donde estás es santo”. La obediencia es inmediata: “Y Josué lo hizo así”; cumple la orden tal como un soldado frente a su superior. No es el amor, ni la caridad, ni la misericordia que son reivindicadas aquí; sino la santidad; y sin la santidad, no se puede ir a la lucha. Josué ha cumplido una orden sin quizás darse cuenta de su alcance práctico; es lo que veremos más adelante.
No es la primera vez que oímos al Ángel de Jehová impartir esta clase de orden: al manifestarse a Moisés en la zarza ardiente con motivo de salvar a Israel, la primera palabra divina es la misma: “Quita los zapatos de tus pies porque el lugar en que tú estás es tierra santa” (Éxodo 3:55And he said, Draw not nigh hither: put off thy shoes from off thy feet, for the place whereon thou standest is holy ground. (Exodus 3:5)). La presencia de Dios santifica el lugar donde se manifiesta, y el ser humano que allí se acerca debe abandonar todo cuanto comunica con otro lugar manchado por el mal. Notemos que si Dios es santo, reivindicando este carácter en la obra redentora, no es menos santo cuando se trata de marchar a la conquista de la tierra prometida. ¡Qué ejemplo aleccionador nos presenta la Palabra de Dios! ¡Con qué santidad práctica (nuestro andar) deberíamos acercarnos a la cruz, allí donde nuestra salvación ha sido enteramente solucionada a gloria de Dios, y donde Su santidad, como en ningún otro lugar, ha sido plenamente reivindicada! Acerquémonos con reverencia.
Con razón ordena el Señor: “pruébese cada uno a sí mismo ... si nos juzgáramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; pero cuando somos juzgados, castigados somos por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo” (1 Corintios 11:28-3128But let a man examine himself, and so let him eat of that bread, and drink of that cup. 29For he that eateth and drinketh unworthily, eateth and drinketh damnation to himself, not discerning the Lord's body. 30For this cause many are weak and sickly among you, and many sleep. 31For if we would judge ourselves, we should not be judged. (1 Corinthians 11:28‑31)). Igual santidad y separación del mal exige nuestro divino “Capitán” en la lucha contra el enemigo; permanecer con un mal no juzgado en nuestro corazón nos priva de la presencia de Dios, y nos expone al juicio del Señor, entregándonos indefensos en las manos de nuestros enemigos. La clase de calzados que hemos de llevar están indicados en la lista de la indumentaria del soldado: “Calzados los pies con el apresto del Evangelio de paz”, y marchando así, se podrá exclamar siempre: “¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian las buenas nuevas!” (Romanos 10:1515And how shall they preach, except they be sent? as it is written, How beautiful are the feet of them that preach the gospel of peace, and bring glad tidings of good things! (Romans 10:15)). El andar de los que llevan estas buenas nuevas debe estar siempre en acuerdo con el mensaje que deben entregar.