Las doce piedras en Gilgal
Tal es la significación del río Jordán para nosotros; y antes de entrar en una serie de experiencias nuevas (eran ya pasadas la del desierto de Sinaí, la experiencia del viejo hombre; la del Jordán, el conocimiento adquirido por la fe que fuimos transportados de nuestra asociación adámica a una nueva posición en un Cristo muerto y resucitado), Dios quiere que tengamos constantemente bajo nuestros ojos, el memorial de la victoria que se acaba de obtener: “Tomaos de aquí, del medio del Jordán” —ordena Jehová a Josué— “del lugar donde están firmes los pies de los sacerdotes, doce piedras, las cuales pasaréis con vosotros y las asentaréis en el alojamiento donde habéis de tener la noche” (versículo 3); y este lugar fue Gilgal. ¿Qué significan estas doce piedras? Representan las doce tribus de Israel, rescatadas de la muerte por medio del arca que había penetrado allí, en el lugar mismo de donde fueron arrancadas; además el arca había detenido el curso de las impetuosas aguas para que Israel franqueara el río. Tal es el doble aspecto de la obra de Cristo a nuestro favor: arrancados de la muerte, la franqueamos también, “llevados sobre alas de águilas” para penetrar en nuestra Canaán celestial. Estas piedras fueron alzadas cual un monumento a la entrada de la tierra prometida, en Gilgal, lugar donde el pueblo tendrá que volver siempre, para ser una señal destinada a recordar a las generaciones futuras el paso del río Jordán: “Estas piedras serán por memoria a los hijos de Israel para siempre”.
Como Israel otrora, somos los trofeos de la victoria obtenida sobre la muerte: Cristo ha descendido en ella, y como estas piedras, fuimos arrancados de allí y traídos a una vida nueva en Su propia resurrección: “Nos dio vida juntamente con Cristo, y nos resucitó juntamente con Él”. En Él hemos franqueado la muerte: “Y asimismo nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús” (Efesios 1:19; 2:5-619And what is the exceeding greatness of his power to us-ward who believe, according to the working of his mighty power, (Ephesians 1:19)
5Even when we were dead in sins, hath quickened us together with Christ, (by grace ye are saved;) 6And hath raised us up together, and made us sit together in heavenly places in Christ Jesus: (Ephesians 2:5‑6)). Hay más: si las piedras de Gilgal a la entrada de Canaán constituían un memorial para Israel, para nosotros ese monumento es Cristo: “El Primogénito de entre los muertos”, resucitado y entrado en el cielo, pero el Primogénito entre muchos hermanos: no está solo, estamos unidos a Él, como las doce tribus de Israel formaban un solo monumento en Gilgal. “Un pan es que muchos somos un cuerpo”. “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos” (Hebreos 2:1111For both he that sanctifieth and they who are sanctified are all of one: for which cause he is not ashamed to call them brethren, (Hebrews 2:11)).
Ahora bien, Dios quiere que este memorial produzca un efecto moral correspondiente; en efecto, el creyente resucitado con Cristo lleva sobre sí mismo el carácter imborrable de Su muerte como el de Su resurrección, es lo que significa este texto: “Sepultados con Él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con Él” (Colosenses 2:1212Buried with him in baptism, wherein also ye are risen with him through the faith of the operation of God, who hath raised him from the dead. (Colossians 2:12)), y si Su muerte es mi lugar, ¿puedo vivir todavía en las cosas que he abandonado a Cristo, con las que por gracia Él cargó y que dejó en el fondo del Jordán? “Porque el haber muerto, al pecado murió; mas el vivir a Dios vive ... así también vosotros pensad que de cierto estáis muertos al pecado, mas vivos a Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”. He aquí pues el efecto moral que debemos realizar en nuestra vida al contemplar el memorial de la muerte y resurrección del Señor.
Si el Jordán significa nuestra muerte y resurrección con Cristo, las doce piedras en Gilgal presentan su memorial visto en Cristo, fuera de la muerte y entrado en la gloria, pero se necesita el poder del Espíritu de Dios para su realización práctica, diaria, aquí abajo. Todo el pueblo había pasado las aguas del río pero quizás muchos de ellos eran indiferentes —como lo son tal vez hoy día muchos cristianos— para inquirir el significado del monumento de Gilgal, de estas doce piedras que decían con voz clara a Israel: “Pensad que de cierto estáis muertos al pecado, mas vivos a Dios en Cristo Jesús Señor nuestro”. Allí encontramos los dos lados de la vida del cristiano: un lado negativo: muerto al mundo, y el otro, el positivo: vivos a Dios. Quedemos siempre de este lado, como “piedras vivas”, donde “todo lo que es verdadero, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza”, forma la vida normal del cristiano, y brinda los frutos para Dios, quien también los ha producido (Filipenses 4:88Finally, brethren, whatsoever things are true, whatsoever things are honest, whatsoever things are just, whatsoever things are pure, whatsoever things are lovely, whatsoever things are of good report; if there be any virtue, and if there be any praise, think on these things. (Philippians 4:8)).
Las doce piedras en el fondo del Jordán
Si las doce piedras en Gilgal hablaban a la conciencia de Israel, otro monumento alzado en medio del Jordán hablaba seriamente a su corazón: “Josué también levantó doce piedras en medio del Jordán, en el lugar donde estuvieron los pies de los sacerdotes que llevaban el arca del pacto; y han estado allí hasta hoy” (versículo 9). Estas piedras, ¿qué ojos podían verlas ya que las aguas corrían por sobre todas sus riberas? Ellas no podían ser conocidas más que por la fe, y tampoco ser el símbolo de una vida resurrecta, victoriosa de la muerte; estas piedras eran esencialmente el monumento de la muerte. Las de Gilgal, en Canaán, son las de Cristo en el cielo; las que están en el fondo del Jordán son las de un Cristo descendido en la muerte; bien lo sabemos: “Y eso de subir, ¿qué quiere decir sino que descendió también a las partes más inferiores de la tierra? El que descendió es el mismo que ascendió muy por encima de todos los cielos, para que lo llene todo” (Efesios 4:99(Now that he ascended, what is it but that he also descended first into the lower parts of the earth? (Ephesians 4:9)).
En efecto, cuando pienso en las piedras en el fondo del Jordán, mi corazón está en comunión con Cristo en la muerte; vuelvo a la ribera del río, me siento allí frente a esas aguas profundas y digo: he aquí mi lugar; es allí donde estaba, es allí donde Él entró por mí, allí me libró de mi “viejo hombre”, lo dejó con Su vida en el fondo de la muerte; las aguas me han sepultado en Su persona bendita, y le oigo como si Él desde allí hablara: “Estoy hundido en cieno profundo y no hallo dónde asentar el pie, he entrado en honduras de agua, la corriente Me ha anegado” (Salmo 69:22I sink in deep mire, where there is no standing: I am come into deep waters, where the floods overflow me. (Psalm 69:2)).
¿Qué Te ha obligado, oh Salvador amado, a tomar este lugar? Tú jamás tenías que haberlo ocupado, mas Tu amor por mí Te ha hecho descender allí; sólo Tú, habiendo dejado Tu vida, tenías el derecho de volverla a tomar, pero no la quisiste volver a tomar sin mí. Ningún otro motivo a no ser el de la gloria de Dios, que yo había deshonrado, hubiera podido hacerte bajar en la muerte. Y no solamente has detenido victoriosamente las aguas del juicio de Dios por mí, librando solo el combate hasta que todo lo que Jehová había mandado fuese consumado, y que todo Tu pueblo hubiese pasado (versículo 10), mas estas mismas aguas han pasado sobre Ti, en ellas veo lo que la muerte fue para Tu alma santa, el juicio de Dios que yo había merecido. “Un abismo llama a otro a la voz de Tus canales”; —clamaste— “todas Tus ondas y Tus olas han pasado sobre Mí” (Salmo 42:77Deep calleth unto deep at the noise of thy waterspouts: all thy waves and thy billows are gone over me. (Psalm 42:7)). Aquí vuelvo a encontrar el recuerdo del amargor, que sólo Tú probaste, de esta copa que Tú solo podías apurar por mí. El monumento permanece hasta hoy, como la cruz queda cual testigo eterno de un amor que aprendí a conocer en el Gólgotha, donde mi corazón, ahora, puede contestar a la voz de Tu clamor: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué Me has desamparado?”.
En el marco de este cuadro, reparad todavía lo que nos dice el versículo 18: “Y aconteció que cuando los sacerdotes portadores del arca del pacto de Jehová subieron de en medio del Jordán, y las plantas de los pies de los sacerdotes hubieron salido a tierra seca, volviéronse las aguas del Jordán a su lugar, y corrieron como antes, llenando completamente todos sus bordes”. La sentencia es ejecutada, “el viejo hombre” es sepultado, la condena pasada, la muerte es vencida, —pero ésta queda—. Lo que antes era un obstáculo para entrar en Canaán, obstáculo anulado por el arca, se torna una vez franqueado, en lo que nos separa para siempre, no solo del lejano Egipto, del desierto de Sinaí, mas también de nuestro “yo”. Amados lectores ¿estamos satisfechos de haber concluido con todo lo que pertenece a nuestra personalidad en la carne y en Adam? De lo contrario, no podrá haber gozo duradero en el país de Canaán.
Es precisamente lo que se desprende de la posición de los hombres armados de las dos tribus y media cuya posesión estaba allende el Jordán; con sus hermanos pasaron el río en tren de campaña para luchar, pero dos cosas no llegaron a conocer de una manera duradera: el valor del país de la promesa y el significado del río de la muerte. Este no los detuvo cuando volvían para reunirse nuevamente a los suyos, a sus ganados y sus bienes que los esperaban a la orilla del desierto; el país de su elección reclamaba sus afecciones mientras que sus hermanos gozaban del país que Dios les había dado, y veían con un suspiro de satisfacción, en el Jordán, la barrera que los separaba de todo lo que no tenía ya ningún valor a sus ojos, y de las tristes experiencias pasadas. Nosotros los cristianos, no podemos desandar este camino sino a la única condición de negar prácticamente nuestra posición celestial en Cristo.
“En aquel día, Jehová, engrandeció a Josué en ojos de todo Israel” (versículo 14). Tal fue una de las consecuencias del paso del Jordán; así también engrandeció Dios a Aquel que se humilló hasta la muerte y muerte de cruz, pero con una gloria mucho mayor, la gloria de Dios ha exaltado a Jesús “como Príncipe y Salvador, a fin de dar arrepentimiento a Israel, y remisión de pecados” (Hechos 5:3131Him hath God exalted with his right hand to be a Prince and a Saviour, for to give repentance to Israel, and forgiveness of sins. (Acts 5:31)). Pero antes que esto se realice de una manera mucho más gloriosa en tiempo futuro para este pueblo, lo ensalzó desde luego, como en figura lo podemos contemplar en la persona de José a quien Faraón exaltó y delante del cual, en su carro, los Egipcios se debían arrodillar. Más tarde fue el turno de sus hermanos a venir a postrarse ante él, pero antes de ser reconocido por ellos, José recibe de Faraón una esposa; y es lo que para Cristo se verifica plenamente, cual resultado y en virtud de Su obra redentora, en el goce actual de la Esposa, don que recibió del Padre mismo.
Además, Este lo dio por “cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que hinche todas las cosas en todos” (Efesios 1:2222And hath put all things under his feet, and gave him to be the head over all things to the church, (Ephesians 1:22)). Tal es el título y Su honor para siempre. Pero el Señor tiene otras diademas: se sentó ya en el trono de Su Padre, así lo revela Apocalipsis 3:2121To him that overcometh will I grant to sit with me in my throne, even as I also overcame, and am set down with my Father in his throne. (Revelation 3:21); más tarde se sentará en el trono de Jehová, unido al de David; es lo que en figura la Palabra nos muestra cuando Dios mismo “engrandeció a Salomón en extremo a los ojos de todo Israel” (1 Crónicas 29:23-2523Then Solomon sat on the throne of the Lord as king instead of David his father, and prospered; and all Israel obeyed him. 24And all the princes, and the mighty men, and all the sons likewise of king David, submitted themselves unto Solomon the king. 25And the Lord magnified Solomon exceedingly in the sight of all Israel, and bestowed upon him such royal majesty as had not been on any king before him in Israel. (1 Chronicles 29:23‑25)).
Hallamos todavía otro rasgo de la exaltación de Cristo que pertenece al futuro, en la persona del rey Ezequías: después de la liberación de Israel con el juicio de las naciones, en la persona del Asirio: “Ezequías fue muy engrandecido delante de todas las naciones ... muchos trajeron ofrenda a Jehová, a Jerusalem” (2 Crónicas 32:2323And many brought gifts unto the Lord to Jerusalem, and presents to Hezekiah king of Judah: so that he was magnified in the sight of all nations from thenceforth. (2 Chronicles 32:23)); entonces se realizará la escena gloriosa que nos revela el profeta Daniel; en visión, entró en el cielo donde vio llegar al Hijo del hombre, a quien “le fue dado dominio, y gloria y reino, para que todos los pueblos y naciones y lenguas le sirvieran”, confirma esta visión el Señor cuando anuncia que Él mismo, cual Hijo del hombre, se sentará sobre el trono de Su gloria ante todas las naciones (Mateo 25:3131When the Son of man shall come in his glory, and all the holy angels with him, then shall he sit upon the throne of his glory: (Matthew 25:31)).
Mientras tanto, los que Él se digna llamar Sus “hermanos”, lo aclamamos desde luego como Señor, en el tiempo de Su rechazo y ausencia; decimos con el apóstol enajenado: “Por lo cual Dios también lo ensalzó a lo sumo, y dióle un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y los que en la tierra y los que debajo de la tierra ... y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor a gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:8-118And being found in fashion as a man, he humbled himself, and became obedient unto death, even the death of the cross. 9Wherefore God also hath highly exalted him, and given him a name which is above every name: 10That at the name of Jesus every knee should bow, of things in heaven, and things in earth, and things under the earth; 11And that every tongue should confess that Jesus Christ is Lord, to the glory of God the Father. (Philippians 2:8‑11)).