La victoria de Gabaón
Antes de entrar en este nuevo tema, deseamos hacer una o dos observaciones importantes. Más meditamos estos primeros capítulos de Josué, más también nos llama la atención el papel que Satanás, el adversario, juega en la lucha entre Israel y los Cananeos. Tiene un concurso de circunstancias para cada ocasión: sin que lo sospechen, es él quien conduce a los hombres, sugiriéndoles resoluciones, que éstos creen tomadas y elaboradas por su propio albedrío. Así el diablo alcanza su propósito y a veces valiéndose de los mismos hijos de Dios que tuvieron el desatino de prestar oído a sus seducciones. En medio del formidable funcionamiento del mundo y sus innumerables actividades, Satanás se oculta de tal manera que ningún síntoma extraordinario permite sospechar su presencia. Y es tan poco aparente su existencia que muchos hasta llegan a negarla: ¿qué tiene que ver Satanás con circunstancias tan naturales, la política, las ambiciones humanas, las luchas entre los pueblos?
Y después de todo, ¿quién tiene razón en esta lucha? ¿En qué bando está la verdadera causa? ¿Cuál es el agresor? ¿Dónde se encuentra el espíritu de crueldad y de exterminación? Pesemos los hechos, seamos equitativos, decidamos; oigo, peso, y me pongo a favor de los Cananeos, el morador y dueño de estos lugares, contra Israel el invasor; o sea por Satanás, contra Dios: me he equivocado: el enemigo logró por los hechos mismos hacerme esconder a Dios. Para discernir la verdad y obtenerla debo abrir la Palabra de Dios y escuchar sólo a Él; es ella que me revelará la verdad, la luz, la justicia, la santidad. Desde luego, estando del lado de Dios, mi alma no tendrá dificultad para juzgar entre el bien y el mal; y Satanás será desenmascarado, sus designios expuestos a pleno día.
Sin embargo el adversario no se tiene por vencido: para engañar a las almas, se ataca directamente a los portadores de la Palabra de Dios, a los que llevan la espada del Espíritu y su testimonio. Penetra en su corazón mediante la codicia y después de haber cumplido su obra corruptora, el mundo pregunta: ¿son estas personas mejores que las demás? ¿Hablan de separarse del mal? Ved a Acán, a los Gabaonitas. ¿Hablan de humildad? Ved su confianza en sí mismos, su orgullo espiritual. Estos argumentos oídos a menudo penetran en las almas, influenciadas por éstos; y el enemigo logra hacerles rechazar a Dios.
Otra observación se deduce de las anteriores: Satanás tiene dos grandes medios para corromper a los hijos de Dios: el primero es el anatema, la codicia, el mundo introducido en el corazón; el segundo es la alianza con Gabaón: el mundo introducido en nuestro andar. A través de toda nuestra carrera cristiana, debemos ser guardados de estas dos trampas; y siempre como de nuevo, esta pregunta se plantea: ¿basta el Señor a mi corazón, o buscaré la atracción que el mundo me ofrece? ¿Existe algún medio para permanecer fieles cristianos, nada más que cristiano en nuestro corazón como en nuestro andar o si debo vivir unido al mundo, aún con su apariencia religiosa? Satanás logró arrastrar a la Iglesia en estas dos trampas; como Israel, comenzó por el anatema: la historia de Ananías y Safira es la de su primera caída; luego concluyó aliándose con el mundo tal como lo tenemos a nuestra vista hoy día.
Una nueva confederación de reyes se organiza, dirigida esta vez, no contra Israel sino contra Gabaón. Así comienza nuestro capítulo: “Envió pues a decir Adonisedec, rey de Jerusalem a Hoham, rey de Hebrón, a Piream rey de Jarmut, a Jafía rey de Laquis y a Debir rey de Eglon: subid a mí, y ayudadme, y combatamos a Gabaón; porque ha hecho paz con Josué y con los hijos de Israel” (versículo 3). Parece aquí que Satanás lucha contra sí mismo, pero es una de sus artimañas para lograr una victoria. “Entonces los moradores de Gabaón enviaron a decir a Josué al campamento en Gilgal: no niegues ayuda a tus siervos; sube prontamente a nosotros” (versículo 6). ¿Subirá Israel a socorrer a Gabaón o la dejará exterminar por otros? Este sería un medio excelente para desembarazarse de las consecuencias de su falta; pero ¿dónde estaría la rectitud ante Dios? ¿Qué sería de su humillación y disciplina? Y por otra parte, subir contra el enemigo significaría aceptar definitivamente el compromiso con los Gabaonitas, y aparentar alianza con el mundo. Satanás suele presentar semejantes dilemas: ¡cuántas veces los ha puesto a través del camino de Cristo, el Hombre perfecto! Fariseos, Saduceos, Herodianos han sido sus medios; el asunto del tributo para pagar a César, el adulterio de una mujer; estos fueron algunos de sus ardides.
Y nosotros, ¿cómo podremos salir siempre victoriosos de estos dilemas? Por la sencilla dependencia hacia Dios realizada en Gilgal, expresada por la oración. A menudo hemos notado que el solo hecho de estar en Gilgal no preservó a Israel de un error: los Gabaonitas habían ido a Gilgal para hablar a Josué, y allí se había dejado engañar. Esto nos muestra que lo que falta a menudo, para nosotros, es la aplicación práctica de la circuncisión; es decir el despojamiento de una confianza propia: “Amortiguad vuestros miembros que están en la tierra”, exhorta la epístola, y esto significa que se debe estar en Gilgal (versículo 6), subir de Gilgal (versículo 7), y también volver a Gilgal (versículo 15). La circuncisión y Gilgal son dos cosas inseparables como lo son la cruz y su poder aplicados a nuestro testimonio diario.
Hemos visto que el enjuiciamiento de sí mismo produce la dependencia hacia Dios, la que a su vez se manifiesta en felices comunicaciones con Dios, experiencia que el alma nunca había conocido antes; es lo que vemos en estos versículos: Jehová habla a Josué (versículo 8); Josué habla a Jehová (versículo 12); y Jehová contesta a Josué (versículo 14). Hay contacto permanente, una de las condiciones indispensables para luchar con Dios; el aliciente, el poder y la victoria son los frutos benditos de esta dependencia que mantiene nuestras almas en relación con Él.
Por fin Israel se halla en condición para poder seguir sin trabas el camino hacia la conquista; pero, notemos aquí que no es tanto el pueblo como el mismo Dios que combate; es Jehová que turba al enemigo; es Él quien lo hiere, es Él quien arroja sobre ellos grandes piedras, y muchos más murieron de las piedras del granizo que los que los hijos de Israel mataron a espada. Es Jehová quien entrega a Maceda, a Libna, a Laquis; es Jehová quien rae al enemigo; y que por otra parte, puede combatir libremente con sus ejércitos sin impedimento que quitar de en medio de ellos por la disciplina. Así los vemos obtener la mayor victoria que jamás haya sido consignada en la Palabra de Dios: “Entonces Josué habló a Jehová el día que Jehová entregó al Amorreo delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de ellos: Sol, detente en Gabaón y tú Luna en el valle de Ajalón” (versículo 12). Un día que dura veinticuatro horas a fin de permitir al pueblo recoger hasta el último de los frutos de su triunfo; “Y no hubo día como aquel ... y el sol se paró en medio del cielo y no se apresuró a ponerse”. Si esto fue para la lucha “contra carne y sangre”, cuánto más lo es para la lucha en el día de la gracia; el sol no se apresura en ponerse, Dios no está apurado para que el día de la salud se termine, aunque ya estamos a su ocaso, porque no quiere que ninguno perezca.
El Dios de la tierra y del cielo, el Creador del universo, proclama que Israel, este pueblo vencido ante Hai, engañado por los de Gabaón, cuya conducta habría podido cansar su paciencia, es objeto de su favor y, sin obstáculo lo puede llevar al triunfo. “Y no hubo día como aquel, ni antes, ni después de él, habiendo atendido Jehová a la voz de un hombre”, débil figura del Hombre, Cristo Jesús, cuya voz atiende con agrado Dios y que nos lleva siempre en triunfo con Él. “Porque en tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido” (2 Corintios 2:14; 6:214Now thanks be unto God, which always causeth us to triumph in Christ, and maketh manifest the savor of his knowledge by us in every place. (2 Corinthians 2:14)
2(For he saith, I have heard thee in a time accepted, and in the day of salvation have I succored thee: behold, now is the accepted time; behold, now is the day of salvation.) (2 Corinthians 6:2)). Cuando la gracia manifiesta su poder hasta hace volver atrás al sol, el piadoso rey Ezequías pudo comprobar que Dios no estaba apurado en apagar la luz de su testimonio, hace volver al sol atrás de diez grados, y le da quince años más de vida; demasiado pronto reinó Manasés, el impío rey que le sucedió.
Nada era demasiado elevado para Josué. Conociendo el corazón y la voluntad de Dios, podía pedir hasta que los cielos, el sol y la luna, se pongan al servicio de Sus amados; como nosotros, si la Palabra de Dios permanece en nuestro corazón, podremos pedir al Padre todo lo que querremos (Juan 15:77If ye abide in me, and my words abide in you, ye shall ask what ye will, and it shall be done unto you. (John 15:7)). Desde entonces Israel marcha de victoria en victoria: Maceda, Libna, Laquis, Gezer, Eglón, Hebrón y Debir son las siete etapas victoriosas al tomar posesión de la heredad de Jehová. Cinco reyes son apresados en la cueva misma donde se escondieron; pero no es el momento de matarlos; “Rodad grandes piedras a la entrada de la cueva”, ordena Josué (versículos 18-19), se les debe guardar presos allí donde se refugiaron: en la oscuridad de una cueva. El príncipe de las tinieblas no tendrá otro lugar que éstas mismas como su porción, y será arrojado en el abismo, allí donde están despeñados los ángeles que pecaron guardados con cadenas y prisiones de oscuridad (2 Pedro 2:44For if God spared not the angels that sinned, but cast them down to hell, and delivered them into chains of darkness, to be reserved unto judgment; (2 Peter 2:4); Apocalipsis 20:1-31And I saw an angel come down from heaven, having the key of the bottomless pit and a great chain in his hand. 2And he laid hold on the dragon, that old serpent, which is the Devil, and Satan, and bound him a thousand years, 3And cast him into the bottomless pit, and shut him up, and set a seal upon him, that he should deceive the nations no more, till the thousand years should be fulfilled: and after that he must be loosed a little season. (Revelation 20:1‑3)).
Satanás, la muerte y el infierno: estos “reyes enemigos” han sido ya vencidos por la cruz, pero, esperando el día cuando el Dios de paz quebrantará a Satanás debajo de nuestros pies, recojamos “sin detenernos” los frutos de nuestra victoria mientras dura el día de la gracia. “Acercaos”, dice Josué, a los principales de la gente de guerra, “y poned vuestros pies sobre los cuellos de estos reyes; y ellos se acercaron y pusieron sus pies sobre los cuellos de ellos” (versículo 24). Nos parece oír al Señor decir a Sus discípulos: “He aquí os doy potestad de hollar sobre las serpientes y sobre los escorpiones y sobre toda fuerza del enemigo, nada os dañará” (Lucas 10:18-2018And he said unto them, I beheld Satan as lightning fall from heaven. 19Behold, I give unto you power to tread on serpents and scorpions, and over all the power of the enemy: and nothing shall by any means hurt you. 20Notwithstanding in this rejoice not, that the spirits are subject unto you; but rather rejoice, because your names are written in heaven. (Luke 10:18‑20)). Primicias de victorias futuras, “porque preciso es que Él reine hasta que haya puesto a todos Sus enemigos debajo de Sus pies; y el postrer enemigo que será destruido será la muerte” (1 Corintios 15:25- 2625For he must reign, till he hath put all enemies under his feet. 26The last enemy that shall be destroyed is death. (1 Corinthians 15:25‑26)).
El versículo 27 detiene todavía nuestra atención: en una experiencia precedente Josué había podido discernir cómo actuar según Dios porque había sido hecha con Él, está acostumbrado a lo que conviene a la santidad de Dios: no deja colgados en los maderos a estos cinco reyes vencidos. A la caída del sol los hace quitar de los maderos y echarlos en la cueva donde se habían escondido. Además esta referencia nos hace recordar que es en la cruz donde Satanás fue vencido y que las tinieblas serán su suerte por la eternidad: “Pusieron grandes piedras a la entrada de la cueva, las cuales permanecen hasta hoy” (versículo 27). ¡Cuán grande contraste advertimos ante la tumba de Lázaro donde el Señor ordena: “Quitad la piedra”!; y mayor aún en el sepulcro del Vencedor de la muerte, de cuya entrada un ángel rodó la piedra para siempre.