Génesis 5

Genesis 5
 
En Génesis 5 tenemos las generaciones de Adán. Sobre esto no me detendré más allá de llamar la atención sobre las palabras iniciales: “En el día en que Dios creó al hombre, a semejanza de Dios lo hizo; varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó su nombre Adán en el día en que fueron creados”. Pero “Adán”, se dice, “engendró un hijo a su semejanza, a su imagen”. Ya no era a semejanza de Dios, sino a imagen de Dios siempre. Porque el hombre, ahora como siempre, caído o no, es a imagen de Dios; pero la semejanza de Dios se perdió por el pecado. Por lo tanto, Set fue engendrado a semejanza de Adán, no a Dios. Era como Adán caído, no sólo su representante. Y esto es a lo que se hace referencia en Santiago 3, donde habla de que hemos sido hechos a semejanza de Dios. Pero es lo más importante porque, cuando se trata de la culpa de quitarle la vida al hombre, el fundamento es que fue hecho a imagen de Dios.
Esto, está claro, nunca se perdió; permanece, cualquiera que sea el estado del hombre. Si el crimen hubiera dependido de que el hombre conservara la semejanza de Dios, el asesinato podría haber sido negado o justificado, porque si un hombre no fuera como Dios, la falta de semejanza podría ser instada a atenuar la muerte. Pero es un crimen contra el hombre hecho a imagen de Dios, y como esto permanece, ya sea que caiga o no, la culpa del asesinato es irreprochable y evidente. En consecuencia, este es el terreno tomado, al que me refiero como un ejemplo de la perfección de las Escrituras, pero al mismo tiempo del poder profundo y práctico de la verdad de Dios.
En la notable lista, que se persigue hasta Noé, tenemos otra gran verdad expuesta de la manera más simple y hermosa: el poder de la vida que exime del reino de la muerte, y no solo eso, sino el testimonio del cielo como un lugar para el hombre. Enoc trae estas dos lecciones ante nosotros. No tengo ninguna duda de que, además de esto, Enoc es el tipo de la porción de aquellos que parecen estar con el Señor arriba, tal como Noé nos muestra (como es demasiado conocido para pedir un retraso en ello) aquellos que pasan por los tratos judiciales de Dios, y sin embargo son preservados. En resumen, Enoc es el testigo de la familia celestial, como Noé lo es del pueblo terrenal de Dios.