Génesis 48

Genesis 48
 
En Génesis 48, las noticias de la enfermedad de Jacob llevan a José y a sus dos hijos a la cama del patriarca. La escena final de Jacob se acerca, y apenas conozco algo más conmovedor en la Biblia. Es una restauración moral completa. No sólo hay lo que lo tipifica para Israel poco a poco, sino que el alma de Jacob es como nunca antes. No hay un momento tan brillante en su vida pasada como en las circunstancias de su lecho de muerte.
Reconozco que así debe ser en un creyente; y que es realmente así de hecho donde el alma descansa simplemente en el Señor. Pero independientemente de lo que podamos ver en algunos casos y temer en otros, en el caso de Jacob la luz de la presencia de Dios era evidente. Es sorprendente que aquí fue la única ocasión en que el brillo de la visión de José no fue tan evidente.
Toda la carne es hierba. El creyente está expuesto a cualquier mal cuando deja de ser dependiente, o cede a sus propios pensamientos que no son de fe. Jesús es el único “testigo fiel”. El fracaso se encuentra en el siervo más bendito de Dios. Así que los hechos, así que las Escrituras enseñan.
José, ignorante del propósito de Dios acerca de sus hijos, permite que sus deseos naturales lo gobiernen, y arregla al anciano ante la diestra de su padre moribundo, el menor antes que su izquierda. Así que José lo habría tenido; pero no así Jacob. Sus ojos estaban oscuros con la edad, pero después de todo, tenía una visión más clara que José. Nunca hubo un hombre que viera más brillantemente que José; pero Jacob, moribundo, ve el futuro con una mirada más firme y plena que el intérprete más famoso de sueños y visiones desde que el mundo comenzó.
¡Y qué pensamientos y sentimientos deben haber pasado por el corazón del anciano mientras miraba hacia atrás en sus primeros días! ¿No pudo discernir entonces cuán fácilmente Dios pudo haber cruzado las manos de su padre Isaac en contra de su propia voluntad? Ciertamente, Dios habría mantenido infaliblemente Su propia verdad; y como Él había prometido la mejor bendición a Jacob, no a Esaú, así, a pesar de Esaú y los frutos de su éxito en la caza, habría probado que no era a él que quería como Isaac, ni al que corría como Esaú. Todo se vuelve contra Dios, quien muestra misericordia y guarda Su palabra.
En esta ocasión, entonces, Jacob pronuncia la bendición – la bendición superior – sobre el menor de los dos muchachos; y esto también en términos que uno puede decir con seguridad, eran iguales a una coyuntura tan extraordinaria, en términos que nadie más que el Espíritu de Dios podría haber permitido que pronunciara ninguna boca.