Raquel en respuesta a sus fervientes oraciones obtuvo como un regalo precioso de Dios un hijo a quien puso por nombre José que significa “él añade”, pero ella murió cuando dio a luz a su hermano Benjamín. Así, José perdió a su madre y con ella su tierno y caluroso amor; además sus hermanos le odiaban, como leemos en Génesis 37:4: “sus hermanos, le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente”. Imagínate tener diez hermanos que te aborrecen, odian y hablan mal de ti. Sería difícil, ¿no es cierto? Creo que hoy en día se hablaría de estrés en una situación semejante. Sin embargo, José era obediente, pues cuando su padre le pidió que vaya a ver a sus hermanos, contestó de inmediato: “Heme aquí”.
¿Y qué pasó cuando José llegó donde sus hermanos? Ellos dijeron: “matémosle y echémosle un una cisterna”. Pero Dios no permitió que tengan éxito y en vez de matarle le vendieron como esclavo. ¿Sería fácil ver a sus hermanos recibir plata por su propia vida? Primero perdió a su madre, después el amor de sus hermanos y ahora se hallaba sin poder comunicarse con su padre y tenía que trabajar en la casa de un alto oficial de Faraón. En aquel lugar tenían un idioma y unas costumbres distintas, así que tuvo que hacer nuevas amistades, aprender un nuevo idioma sin la ayuda de diccionarios, libros o clases y adaptarse a un país extraño. Pero José confió en Dios y Él le bendijo, de manera que luego llegó a ser jefe de la casa de Potifar.
Cuando parecía que todo estaba mejor, entonces las cosas fueron de mal en peor. Satanás empezó a tentarle a través de la mujer de su jefe. Ella le dijo: “Duerme conmigo”. José, con mucho respeto, contestó: “¿cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios?” Pero ¿cómo pudo decir esto? Ya que ni siquiera tenía con él la palabra escrita de Dios. Aparentemente ella le quería; pero la verdad es que solo seguía tentándole cada día, hasta cuando nadie estaba en casa y lo asió de su ropa para pedirle que duerma con ella. Imagínate, ¡no había testigos de la maldad!
¿Nadie? Dios estaba y José lo reconoció, pues él vivía en la presencia del Dios vivo. Sin duda, cuando era joven, escuchó las palabras que dijo su abuelo Labán a su padre: “Atalaye Jehová entre tú y yo, cuando nos apartemos el uno del otro” (Génesis 31:4949And Mizpah; for he said, The Lord watch between me and thee, when we are absent one from another. (Genesis 31:49)). Después el padre de José, quizás con sus hijos, fue a visitar a su abuelo Isaac que habitaba junto al pozo del “Viviente-que-me-ve”. ¡Qué privilegio vivir en la presencia del Dios vivo! Proverbios 4:11Hear, ye children, the instruction of a father, and attend to know understanding. (Proverbs 4:1) dice: “Oíd, hijos, la enseñanza de un padre”. José, sin duda, escuchó bien a sus padres y lo que tenían que decir acerca de Dios. Para José era suficiente reconocer que Dios, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob podía verle. José había aprendido lo que dice en Proverbios 1:7: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”. No le importaba si otros podían verle o no, pues hay un Dios que nos ve y por eso José en obediencia a Dios huyó de la mujer. Ella mintió acerca de lo ocurrido y como resultado él fue a la cárcel. José perdió a su madre, el amor de sus hermanos, su libertad, su oficio, su honra y su buen nombre; pero aun en esas circunstancias, la palabra de Dios dice que “Jehová estaba con José”. La presencia de Dios fue evidente en su vida y así se condujo dondequiera que iba. ¡Que con nosotros suceda lo mismo!