El Discurso del Olivar

 
(Mateo 24–25)
Regina, SK, Canadá – 5 de agosto de 2006
Me gustaría hablar esta tarde sobre el discurso del Señor en “el Monte de las Olivas” en Mateo 24–25. Estos dos capítulos, como saben, son proféticos. Últimamente se ha estado hablado mucho de situaciones que están calentándose en el Medio Oriente. Y ya que se están formulando una serie de preguntas sobre cuestiones proféticas, pensé que sería bueno abordar algo sobre esto.
No hace mucho tiempo alguien me preguntó: “¿En qué parte de la profecía estamos ahora?” Le dije: “Bueno, en realidad no estamos en profecía —realmente la Iglesia no forma parte del tema de la profecía”. Entonces dijo, “Oh sí, por supuesto, lo sé; tiene que ver con Israel —¿verdad?” Entonces le dije, “En realidad, Israel tampoco es el objeto de la profecía”. Estaba un poco desconcertado y dijo, “Bueno, entonces, ¿cuál es el tema de la profecía?” Le dije, “El gran tema de la profecía es CRISTO mismo”. Aunque Cristo no se mencione directamente en cada versículo de las Escrituras proféticas, el espíritu de cada profecía se refiere a aquello que al final será para el despliegue de Su gloria y Su honor. Esto es lo que significa la afirmación “El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19:10).
Lo digo de nuevo, la Iglesia no es el objeto de la profecía, como tampoco lo son Israel y las naciones; la profecía tiene que ver con lo que pertenece a Cristo y Su gloria. En las Escrituras, cada detalle profético referente a Israel y las naciones tan solo contribuye al gran propósito de Dios de glorificar a Cristo. Es Su propósito glorificar a Su Hijo en dos esferas —en el cielo y en la tierra (Efesios 1:10); la profecía simplemente nos da varios detalles de cómo Dios alcanzará ese fin.
El tema de estos dos capítulos es la venida del Señor en relación con los tres sectores responsables de la raza humana —Israel, la cristiandad y las naciones gentiles. Para ahorrar tiempo, no leeré los dos capítulos completos de una vez, sino que me centraré en varias partes a medida que avancemos. Comencemos leyendo los versículos 1-3 para ponernos en contexto: “Y salido Jesús, íbase del templo; y se llegaron sus discípulos, para mostrarle los edificios del templo. Y respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? de cierto os digo, que no será dejada aquí piedra sobre piedra, que no sea destruída. Y sentándose él en el monte de las Olivas, se llegaron á él los discípulos aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?”
Los discípulos hicieron tres preguntas al Señor Jesús. Su primera pregunta tenía que ver con cuándo las piedras del templo serían destruidas. Naturalmente, querían saber más sobre esto. El Señor se refería a su destrucción por el ejército romano en el año 70 d. C., que ocurrió aproximadamente 40 años después de Su muerte.
Ese mismo día marcó la última vez que el Señor pondría un pie en el templo (Mateo 23:38-39). ¡No entrará en el templo de Jerusalén de nuevo hasta que regrese en Su segunda venida! Cuando los ejércitos romanos entraron y destruyeron la ciudad, se les dio orden de no destruir el templo. Pero un soldado, sin saber de la orden, arrojó una antorcha al templo y se quemó. El oro que cubría las paredes se derritió y corrió entre las grandes piedras. Después del incendio, la gente recuperó el oro, sacándolo de entre las piedras, y al hacerlo retiraron cada piedra hasta que no quedó ninguna sobre otra. Así, la profecía de nuestro Señor se cumplió.
El Señor no respondió directamente a su primera pregunta, sino que se centró en las otras dos preguntas que tenían que ver con “la señal” de Su venida, y “el fin del siglo”. Como sabemos, la venida del Señor tiene dos fases: Su venida por Sus santos, y Su venida con Sus santos. La venida del Señor por nosotros es comúnmente llamada el Arrebatamiento. Eso será cuando el Señor descienda con aclamación y nos llame al cielo —los muertos en Cristo resucitarán, y los santos que estén vivos serán arrebatados juntos (1 Tesalonicenses 4:15-18). Eso es lo que estamos esperando, ¡y qué momento será! Entonces un período de siete años de tribulación vendrá sobre la tierra. Será el cumplimiento de la septuagésima semana de Daniel. (Véase Daniel 9:24-27). Después de la Gran Tribulación, el Señor volverá de nuevo, pero esta vez vendrá con Sus santos en juicio, por el cual establecerá su reino en justicia según las promesas de los profetas del Antiguo Testamento. Esta fase de Su venida es llamada la Aparición de Cristo. Las dos fases de la venida de Cristo, por lo tanto, son el Arrebatamiento y la Aparición —y la tribulación de siete años acontece entre estas dos. El énfasis de esta profecía está en la segunda fase.
La “señal” por la que los discípulos preguntaban tiene que ver con la Aparición del Señor y el “fin del siglo”; no tiene nada que ver con la Iglesia. No hay señales para la venida del Señor por la Iglesia —el Arrebatamiento.
“La noche ha pasado”, se acerca el albor,
Brillante es la “Estrella del alba”, el Señor;
Nos manda: “Gozäos en vuestro esperar:
Vendré presta y os llevaré a mi hogar.”
John Brereton daba una ilustración que explicaba cómo la Iglesia no tiene ninguna señal que buscar mientras espera la llegada del Señor. Decía que cuando viajaba a la casa de Gordon Hayhoe, la cual estaba a unas 7 millas antes de llegar a Parry Sound, podía calcular lo cerca que estaba de la casa de Gordon al restarle 7 millas a la distancia que las señales de la carretera decían que faltaba para llegar a Parry Sound. Por ejemplo, si uno pasaba una señal que decía que estaba a 40 millas de Parry Sound, sabría que estaba a 33 millas de la casa de Gordon. Las señales eran para un lugar al que no iba, pero con ellas podía saber lo cerca que estaba de su destino. De manera similar, las señales de las que habla la profecía no tienen nada que ver con la Iglesia, sino con Israel y las naciones. Somos llamados al cielo siete años antes de que esas señales (que tienen que ver con la Aparición del Señor y el establecimiento de Su reino) se cumplan. Aunque no se aplican directamente a la Iglesia, cuando vemos tales cosas acercándose, sabemos lo cerca que estamos de Su venida por nosotros.
Tres partes del discurso
Primero, quiero dar un vistazo general del discurso en conjunto. El Señor aborda Su venida en relación con cada uno de los sectores responsables de la tierra, hablando de cada uno por separado, para que los discípulos no se confundan. Por lo tanto, hay tres partes en el discurso:
•  Su venida en relación con Israel (Mateo 24:4-44).
•  Su venida en relación con el mundo cristiano —la cristiandad (Mateo 24:45–25:30).
•  Su venida en relación con las naciones gentiles (Mateo 25:31-46).