El candelero de oro

 •  7 min. read  •  grade level: 14
 
Éxodo 25:31-40; 37:17-24
El tercer y último vaso del Lugar Santo era el candelero de oro. Era un vaso de oro puro, que consistía en un pie, una caña vertical en el centro y seis brazos que salían de él, tres de cada lado. Al extremo de cada uno de los seis brazos y en la punta de la caña vertical, una candileja de oro que contenía aceite puro de olivas, y éstas debían mantenerse para que ardieran continuamente y dieran luz en el Lugar Santo. Era el único medio de obtener luz allí, y en esa luz el sacerdote servía y adoraba a Jehová. Estaba en el lado del sur del Lugar Santo, enfrente de la mesa de los panes de la proposición.
Hay verdades profundas y preciosas prefiguradas en este candelero de oro, en las cuales podemos meditar con gozo y bendición. Cristo Jesús personalmente era y siempre es "la Vida" y "la Luz." La Vida y la Luz divinas tienen su fuente y manifestación en su bendita persona. Él, y Él solo, es el "Autor de la vida," (Hechos 3:15) y luz, y ha dado ambas a sus santos. Están en posesión de Su vida y son "hijos de luz, e hijos del día," (1ª Tesalonicenses 5:5), y es por medio de ellos que Él se manifiesta y se muestra a sí mismo. El candelero, sin duda, señala hacia aquella unidad profunda y misteriosa que hay entre la Cabeza y los miembros del "un nuevo Hombre," expresivamente llamado "el Cristo" (Efesios 2:15; 1ª Corintios 12:12, el griego).
No hay dimensiones dadas para este vaso, pero debía ser labrado a martillo de un talento de oro. Era de oro puro; no había oropel ni aleación, señalando así el carácter divino de la verdad contenida en la figura.
Fue labrado a martillo. La batidora es emblema de dolor y sufrimiento. Esto indica los padecimientos de la cruz como el medio del nacimiento de la Iglesia. Los varios brazos de este candelero de oro, con sus flores y copas, fueron formados bajo los golpes del martillo. Todos estaban escondidos, por así decirlo, en aquel talento no labrado; pero a medida que el martillo caía sobre él, manejado por una mano experta, uno tras otro de los brazos fue producido, hasta que la obra, una sola pieza maciza de oro labrado, apareció completa delante de los ojos del hacedor.
El sueño que Jehová Dios hizo caer sobre el primer Adán, mientras formaba de su costado la "varona" que iba a ser su compañera (Génesis 2:21-23); el grano de trigo cayendo en tierra para morir y llevar mucho fruto (Juan 12:24); y la producción a golpes del candelero de oro, son cosas todas que hablan de los sufrimientos profundos y amargos de la cruz, a los cuales la Iglesia, como el cuerpo y esposa de Cristo, debe su existencia.
El talento de oro era siempre valioso y precioso en sí, pero sin ser trabajado a martillazos, no podría haber habido un candelero de oro. Y si no hubiese sido por la molienda y muerte del Hijo de Dios, el "postrer Adán," no podría haber existido ninguna iglesia, ninguna segunda "Eva," para ser su cuerpo y su esposa.
Los seis brazos salían del candelero, tres de cada lado. Tal es la unión de Cristo y sus miembros. Es comparada a un cuerpo de muchos miembros (véase 1ª Corintios 12:12, 27), todos con la misma vida y unidos por un lazo común a la Cabeza viviente, como Eva fue sacada del costado de Adán, poseía la vida de él, y era su contraparte. Asimismo, por gracia maravillosa la Iglesia ha sido formada de su Señor, y para Él. La misma vida que está en la Cabeza (Cristo), está en el miembro más débil, y ninguno de estos miembros puede jamás ser cortado de Él, ni perecer (véase Juan 10:27-28).
Cristo es la Cabeza de la Iglesia: la Iglesia es la plenitud de Cristo. Ella está llamada a ser coheredera con Él. Ella es la Eva del postrer Adán. Ella está vivificada, levantada y sentada juntamente con Él, participante de su vida, poseída de su Espíritu, y próxima a participar de su gloria.
En cada uno de los seis brazos había copas hechas como almendras, con una manzana y una flor de oro. La copa corno almendra habla de la resurrección. El almendro es el primer árbol que brota en la primavera. Es el primero que se despierta, como en resurrección después del invierno. Nos hace acordar de la vara de Aarón que fue puesta delante de Jehová durante la noche; y por la mañana "había brotado, y echado flores, y arrojado renuevos y producido almendras" (Números 17:8).
Cuán dulcemente representan estos emblemas la resurrección de Cristo y la formación y resurrección de la Iglesia con Él. En la sombra oscura de la cruz, y del portón más oscuro aun de la tumba, las mujeres velaban y lloraban. Parecía que un invierno habíase empezado sin esperanza de una primavera más para ellas. Pero a la madrugada de la resurrección aquel Resucitado apareció a María Magdalena, diciendo: "Ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios" (Juan 20:17). El grano de trigo había muerto, para volver a vivir en la fecundidad de la resurrección. La vara puesta en muerte delante de Jehová había llevado su fruto en aquella mañana de la resurrección. Como los brazos que salían del cáliz semejante a la almendra, y como las almendras que estaban en la vara del sacerdote escogido de Jehová, la Iglesia es el fruto de la muerte y resurrección de Cristo, y está levantada, sentada, y bendecida juntamente con Él.
El tronco del centro se llamaba "su caria," (véase Éxodo 25:31; 37: 17, donde la palabra es en el singular, distinguiéndola de los seis brazos). Su lugar en el medio, con su preeminencia y hermosura, nos hace acordar de la verdad que Cristo siempre tiene el primado (véase Efesios 1:20-23, y Colosenses 1:18). Él es la Cabeza, el "señalado entre diez mil" (Cantares 5:10).
Las lámparas fueron llenadas de aceite puro de olivas (Éxodo 27: 20-21; Levítico 24:1-4). Ahora, el aceite es figura del Espíritu Santo, y la lámpara llenada de aceite puede indicar la plenitud del Espíritu que cada creyente en Cristo podríase gozar si anduviera verdaderamente en comunión con Él. Hay una diferencia entre el don del Espíritu y la plenitud del Espíritu: cada creyente en el Señor Jesucristo—al creer el evangelio de su salud—recibe el sello del Espíritu; pero sólo se llena del Espíritu al andar en comunión con Cristo. "...oyendo la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salud: en el cual también desde que creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia, para la redención de la posesión adquirida para alabanza de su gloria" (Efesios 1:13-14). "No os embriaguéis de vino, en el cual hay disolución; mas sed llenos del Espíritu" (Efesios 5:18). Si el lector entendiera bien esta verdad, no se dejaría engañar tan fácilmente con "doctrinas diversas y extrañas" (Hebreos 13:9).
Es de notar que las muchas lámparas daban una luz. Su principal utilidad era para brillar sobre la parte delantera del candelero, desplegando así sus hermosuras (véase Éxodo 25:37). Los santos llenos del Espíritu no se exhiben a sí mismos, ni hablan de su propia belleza: dan testimonio a la dignidad de Cristo.
Es bueno notar que la Iglesia como el cuerpo de Cristo es divinamente perfecta; nunca puede ser manchada ni dividida. Pero la iglesia profesante tal como se conoce en este mundo se halla llena de divisiones, herejías y mundanalidad, y así hay poco que se puede aprobar.
Se puede aprender una lección de Aarón y las lámparas. El aderezaba las lámparas, vertiendo el aceite, usando a la vez la despabiladeras y los platillos, El uso de las despabiladeras y los platillos es tan necesario como la provisión de aceite puro, para que así derrame una luz clara y brillante. Ojalá que las asambleas tengan un testimonio así para que reciban la aprobación del Señor en medio de sus santos, y que, individualmente, seamos verdaderas lumbreras en medio de esta noche la más oscura en la historia de este mundo.